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Amaxofobia: la pesadilla de conducir

Posted on 08/07/2013 por clicpsicologos
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Amaxofobia es el término que se utiliza en psicología para designar el miedo persistente e irracional a conducir un vehículo. La palabra viene del griego: amaxo, que significa carruaje, y phobos, que significa miedo.

miedo a conducir

Hay que diferenciar esta fobia de la lógica preocupación cuando se conduce en circunstancias especialmente complicadas, o cuando se ha presenciado o sufrido algún accidente. Tampoco se puede hablar de amaxofobia cuando existan otros trastornos de ansiedad que pudieran justificar este miedo.

 

Este problema está vinculado con el Trastorno por Estrés Postraumático (TEP) o con otro tipo de fobias
relacionadas con viajes o movimientos, como el miedo a volar, por lo que puede ser muy incapacitante.

No sólo se trata de temor a conducir, sino que se puede extender a la imaginación e influir, por ejemplo en el examen teórico, cuando se plantean situaciones de tráfico en las que hay que tomar una decisión.Según estudios recientes, casi un tercio de los conductores pueden padecer esta fobia en mayor o menor grado, sin embargo, este problema no suele ser admitido por miedo a la incomprensión, lo que contribuye a su desconocimiento y a la falta de sensibilidad social.La amaxofobia supone un estado de agitación, de inquietud permanente, que impide la acción de conducir o que la convierte en una verdadera pesadilla para quién la padece. Entre los síntomas destaca la angustia, la sensación de inseguridad y vulnerabilidad, estrés y negatividad.Aunque puede no ser incapacitante para conducir, se ha demostrado que complica esta acción hasta el punto de incrementar la accidentalidad.Se suelen establecer dos niveles:

  • Paralizante: aquel que impide a la persona conducir, aun en las mejores condiciones.
  • Miedo ante circunstancias específicas: el miedo en este nivel responde a variables externas como la luz, la densidad de tráfico, el tipo de vía, la climatología, etc.

En proporción, el miedo paralizante supone menos del veinte por ciento del total. También se han hallado marcadas diferencias en función del sexo, siendo la proporción de mujeres que padecen esta fobia casi el doble que la de hombres.
En el caso de los hombres, el miedo paralizante se ha relacionado con edad avanzada y una merma de las capacidades físicas que les hacen sentirse inseguros.

Por parte de las mujeres, el miedo paralizante tendría que ver principalmente con circunstancias familiares que debilitarían su autoestima o con una dura experiencia inicial en relación con la conducción (Pérez Peláez, 2005).

Tratamiento:

Entre los tratamientos que han demostrado ser más efectivos destaca la técnica empleada por la psicología cognitivo-conductual.

Desde esta perspectiva se trata de comenzar por una toma de conciencia del problema por parte del paciente. Para ello los psicólogos tendrán en cuenta sus condiciones particulares. A partir de esta toma de conciencia se involucra al paciente en la planificación y la organización del trabajo necesario para la recuperación.

tratamientoEl siguiente paso debe ser el de potenciar la confianza y la autoestima del paciente, recuperando o aprendiendo las técnicas específicas para la conducción. Esta terapia se complementa con estrategias de afrontamiento para resolver los problemas que van a surgir, como: detención del pensamiento, autoinstrucciones, técnicas de relajación, etc.

 

Finalmente se lleva a cabo una exposición progresiva a la fobia, que puede comenzar por la imaginación, o bien partir de un contexto de conducción muy controlado y sencillo para ir introduciendo complejidad a medida que la persona va ganando seguridad y confianza en sí misma.

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WhatsApp y sus riesgos

Posted on 28/03/2013 por clicpsicologos
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En la sociedad actual, donde las nuevas tecnologías ocupan un espacio cada vez más importante, la aplicación WhatsApp constituye un auténtico fenómeno de masas. Dicha aplicación permite enviar y recibir mensajes mediante internet, sustituyendo a los servicios tradicionales de mensajes cortos o sistemas de mensajería multimedia. Además, también ofrece otro tipo de utilidades, ya que los usuarios pueden crear grupos y enviar entre ellos un número ilimitado de imágenes, vídeos y mensajes de audio entre otras funciones. Debido a la creciente demanda de este servicio por parte de la sociedad, diversos profesionales han llamado la atención sobre los posibles riesgos que entraña un mal uso de este tipo de tecnologías. En este sentido, diversos psicólogos, entre los que destaca el catedrático de Psicología Enrique Echeburúa, consideran que el uso indebido del servicio de mensajes WhatsApp entraña ciertos riesgos que conviene conocer y tener en cuenta.

En efecto, el servicio de mensajería WhatsApp permite realizar ciertas averiguaciones de una forma muy sencilla. De este modo, cualquier usuario del servicio puede saber cuando alguno de sus contactos está en línea, el tiempo que hace que no se conecta e incluso saber a la última hora que estuvo conectado. Estas averiguaciones, aunque aparentemente inocentes, pueden resultar comprometedoras y, de hecho, es cada vez más habitual que la aplicación acabe desencadenando conflictos amorosos o malentendidos entre amigos. Sobre todo si los usuarios hacen uso de la aplicación de una forma irracional o como una herramienta de control.

Por el contrario, WhatsApp también tiene su lado bueno si se utiliza de forma racional y responsable, ya que permite comunicarse e intercambiar información de manera gratuita y rápida desde cualquier parte del mundo con tan sólo conectarse a una red wifi.

No obstante, cada vez resulta más habitual la escena de ver a una pareja o a un grupo de amigos con un refresco en una mano y con el móvil en la otra. Este es otro de los problemas de WhatsApp, dado que su mala utilización puede generar un desinterés por la vida real, constituyendo una verdadera adicción.

El Psicólogo Enrique Echeburúa pone como ejemplo de adictos a personas que son capaces de escribir multitud de mensajes entre las diez de la noche y las dos de la madrugada, lo que constituye una anomalía que altera el transcurso normal de la vida de cualquier persona que trabaje, estudie o tenga amigos y aficiones. Según este experto psicólogo, también tienen un problema de adicción aquellas personas que utilizan esta aplicación móvil para controlar, o aquellas que no son capaces de charlar con otras personas sin dejar de consultar el móvil de forma constante y respondiendo a los mensajes de forma inmediata, cualquiera que sea el escenario. Por tanto, la pérdida de control, una interferencia grave en la vida cotidiana y una dependencia constante son determinados síntomas que padecen los individuos que han pasado de ser meros usuarios de WhatsApp a sujetos aquejados por una adicción.

Entre las recomendaciones que ofrecen los Psicólogos para evitar este tipo de dependencia y adicción a la aplicación WhatsApp, destacan las siguientes:

  • Poner límites horarios a la hora de utilizar la aplicación.
  • En la medida de lo posible intentar no interrumpir las tareas que se están haciendo para consultar nuevos mensajes o notificaciones, de manera que la aplicación no suponga una interferencia con las actividades cotidianas del sujeto.
  • En el caso de que la persona ya sea adicta, es recomendable una abstinencia de varios meses, para luego volver a aprender a utilizar la aplicación de una manera más racional.
Por último destacar que la adicción a WhatsApp y a otras nuevas tecnologías, no sólo constituye un fenómeno que afecta a personas adolescentes, sino que también afecta a personas maduras. Por tanto, es importante conocer si la persona que padece este tipo de adicción puede presentar otro tipo de problemas psicólogicos susceptibles de estar influyendo en dicha adicción, tales como baja autoestima, ansiedad, depresión, inseguridad, timidez extrema…

Finalmente, señalar que debido a que la implantación de WhatsApp en nuestra sociedad es reciente, aún no hay datos de esta patología asociada al uso irracional de la aplicación. No obstante, los especialistas detallan que el porcentaje de usuarios que realizan un uso inadecuado de esta herramienta puede situarse en torno al 5 y el 9% del total de personas que usan WhatsApp.

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Qué es la timidez y cómo superarla

Posted on 23/03/2013 por clicpsicologos
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La timidez puede definirse como un estado anímico que afecta a las relaciones personales. Habitualmente es considerada como una pauta de comportamiento que limita el desarrollo social de quienes la experimentan dentro de su vida cotidiana. A pesar de que no es una enfermedad, la timidez es un problema que afecta a muchas personas y que cada vez es más frecuente en las consultas de los psicólogos. En efecto, la timidez puede tener consecuencias graves para las personas que la padecen en alto grado, dando lugar a trastornos tales como fobia social, fobia a hablar en público, aislamiento social, etc. Sin embargo, por lo general, puede solucionarse aprendiendo unas pocas habilidades sociales que, una vez repetidas, resultan sencillas y se ponen en marcha de forma automática.

En realidad, no todas las personas tímidas tienen los mismos miedos o se sienten incómodas o molestas en las mismas situaciones, aunque la mayor parte de ellas se sienten inseguras cuando tienen que hablar en público, se sienten observadas, hablan con gente desconocida, o se relacionan con personas que les resultan atractivas.

Las consecuencias de este sentimiento pueden afectar a las personas en todas las facetas de sus vidas, haciendo que se sientan insatisfechas, ridículas, aisladas, inseguras, inferiores e idealicen al resto, de forma que no pueden intercambiar opiniones, valores o sentimientos.

Un aspecto a tener en cuenta es que cuando los problemas de timidez interfieren mucho en la vida de las personas, generándoles mucho malestar, es recomendable que consulten a un psicólogo para abordar la problemática a partir de un proceso terapéutico. No obstante, si el problema no es sumamente grave, las personas pueden intentar hacerle frente siguiendo una serie de pautas:

  • Tomar conciencia de que cada uno es el único responsable de sus problemas y por tanto debe prepararse para resolverlos.
  • Nada es fácil, porque las cosas no siempre salen como se desea. Por tanto, lo que se sabe se aprende gracias a la experiencia y es por ello que la práctica es fundamental para superar la timidez y el rubor.
  • Es conveniente que la persona tímida no dé excesiva importancia a  este aspecto ya que no la define por completo, sino que es una característica más de su personalidad que no tiene nada de malo. En este sentido, es importante  ser capaz de aprender a valorar el resto de cualidades que se poseen.
  • Es muy útil practicar ejercicios de relajación o aprender a controlarse en los momentos de ansiedad e inseguriad, repitiéndose a sí mismo frases positivas y tranquilizadoras.
  • Otra estrategia muy efectiva es pensar en las frases que cada uno dice o comenta con los demás y que impiden superar los sentimientos de inseguridad. A partir de ahí, se pueden cambiar dichas frases por otras positivas que ayuden a la persona a sentirse más fuerte a la hora de intentar superar su timidez.
  • Es importante fijarse metas pequeñas y que ayuden a cumplir el objetivo final de afrontar y superar la timidez. Esto debe hacerse poco a poco, teniendo en cuenta que no pasa nada si en algún momento del proceso las cosas no ocurren como estaba previsto.
  • Imaginar situaciones en las que uno se desenvuelve con normalidad o con éxito, y reflexionar en lo que hace para conseguirlo.
  • A medida que la persona va afrontando su timidez, es importante que se conceda algún pequeño capricho a modo de recompensa. Por el contrario, no es nada oportuno castigarse por los errores, ni tan siquiera culparse. De hecho, al principio, es normal no salir siempre victorioso de todas las situaciones.

Por último y tal y como se ha señalado anteriormente, destacar que la timidez es susceptible de recibir tratamiento cuando se experimenta de forma muy frecuente, intensa y promueve una alteración de la normalidad del funcionamiento del sujeto y le impide mantener relaciones sociales abiertamente, mostrar todo su potencial, tomar decisiones, decir lo que piensa y otras acciones en un entorno donde estén involucradas muchas personas. El tratamiento puede ser diverso aunque los métodos terapéuticos que han demostrado una mayor eficacia son los siguientes:

  • Terapia Cognitivo – Conductual.
  • Terapia de Programación Neurolingüística.
  • Terapia Breve.
  • Entrenamiento en Habilidades Sociales.
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El estrés laboral, causas y afrontamiento

Posted on 22/03/2013 por clicpsicologos
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La mayor parte de las personas conciben el trabajo como una senda de venturas y desventuras. No cabe duda de que en ella puede haber espinas que conviertan dicho recorrido en una experiencia poco placentera. Hay personas afortunadas para quienes el trabajo se convierte en la gran aventura de su vida y es en el terreno profesional donde encuentran emoción, estímulo, incluso diversión e inspiración. Sin embargo, hay muchísima gente que desempeña trabajos que no son los que preferiría o que incluso detesta. De hecho, para muchos, el trabajo constituye un mal inevitable o incluso una especie de maldición. En este sentido, para un gran número de trabajadores y empleados la actividad laboral no es otra cosa que la única forma a su alcance de obtener los medios necesarios para cubrir las necesidades vitales básicas y, si sus ingresos lo permiten, otros bienes que, sin ser imprescindibles, mejoran la calidad de vida cotidiana.

Cuando el trabajo constituye una carga es sumamente complicado para el individuo, ya que le obliga a dedicar bastantes horas diarias a una actividad que ni le resulta creativa ni es fuente de motivaciones. Hay personas que saben adaptarse a su situación laboral y no se deterioran psicologicamente con la misma, pero otras engendran una fuerte oposición interior que les supone un verdadero conflicto, llevándoles a un intenso sufrimiento debido a la no aceptación de sus circunstancias laborales.

La insatisfacción laboral da lugar a lo que los psicólogos han denominado estrés laboral, que se manifiesta como ansiedad, abatimiento, angustia o desmotivación. Dicho estrés puede originarse por múltiples variables, unas reales y otras imaginarias, ya que no todo depende del trabajo y sus condiciones, sino que la personalidad del sujeto juega un papel fundamental al respecto. No obstante,  las principales causas de estrés laboral son las siguientes:

  • Obligación de adaptarse a un horario rígido.
  • Realización de tareas rutinarias y poco creativas.
  • No alcanzar las expectativas profesionales.
  • Dificultades en las relaciones con los compañeros de trabajo o con los superiores.
  • Largos desplazamientos desde la vivienda hasta el lugar de trabajo.
  • Malas condiciones ambientales para el desarrollo del trabajo.
  • Personas que puntúan alto en la dimensión de Neuroticismo.
  • Hacer frente a esfuerzos excesivos o poco habituales.
  • Trabajar bajo una intensa presión.

Por otra parte, debido a las dificultades y sufrimiento que genera el estrés laboral, los psicólogos han señalado una serie claves para intentar abordar este problema desde sus primeras manifestaciones y sin que llegue a suponer una limitación importante para el sujeto. De hecho, estos son algunos de los aspectos a tener en cuenta a la hora de afrontar el estrés en el ámbito laboral:

  • Evitar una acumulación de tensión que provoque desequilibrios, ya proceda dicha tensión del mundo exterior o de la propia esfera psíquica.
  • Encontrar sentido a las tareas realizadas en el puesto de trabajo.
  • Pensar en retos y oportunidades, no en problemas.
  • Tener un buen descanso. Dormir entre 7 – 8 horas al día.
  • Realizar actividades dentro de la empresa para socializar.
  • Plantearse objetivos realistas y controlar las expectativas.
  • Evitar que la tendencia perfeccionista se convierta en una obsesión.
  • Desarrollar el discernimiento y la lucidez mental para comprender que no se puede atender a las exigencias laborales o sociales a expensas de la salud psíquica o física.
  • Asumir los fracasos sin desesperanza.
  • Evitar la actitud de estar siempre alerta para agradar y demostrar algo a los otros o a nosotros mismos.
  • Entrenarse psicologicamente para evitar la dispersión innecesaria de energías en el trabajo.
  • Evitar las culpabilizaciones cuando algo sale mal.
  • Afrontar la crítica como una oportunidad para aprender de los errores cometidos y mejorar.
  • Poner los medios necesarios para estar en armonía y así poder resistir mejor y superar los factores estresantes que no dependen del sujeto y que no se pueden controlar.
  • Realizar ejercicio de manera habitual para canalizar las emociones negativas y tensiones acumuladas.
  • Proporcionar a la mente el equilibrio necesario. Para ello puede ser importante la realización de ejercicios introspectivos e incluso la meditación, con la finalidad de que la persona llegue a conocerse mejor a sí misma.

Es conveniente destacar que el estrés no aparece de un momento para otro, sino que constituye un proceso que va desarrollándose de manera progresiva a través de síntomas tales como irritabilidad, descontento, malhumor, falta de energía o demotivación. Además, el estrés laboral también da lugar a problemas físicos de diversa índole, ya que es frecuente  que las personas estresadas intenten dejar su trabajo y, al no poder hacerlo porque necesitan los medios económicos para vivir, sufran graves alteraciones psíquicas que pueden dar lugar a trastornos psicosomáticos y a dañar, además, la esfera física del propio sujeto. Por tanto, si el problema de estrés laboral se prolonga excesivamente en el tiempo, es muy intenso,  limita mucho al individuo o le genera un deterioro significativo en su vida cotidiana, es conveniente contactar con un psicólogo para intentar abordar la problemática desde un punto de vista terapéutico.

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Consejos para cumplir los objetivos de año nuevo

Posted on 30/01/2013 por clicpsicologos
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Las personas que llevan agenda suelen anotar más objetivos en un día de los que pueden cumplir, aunque no por esto se desanimen. Llegando el final de cada jornada, suelen tachar cada objetivo no cumplido y anotarlo junto a los del día siguiente, con optimismo, sin pensar en si estarán siendo o no realistas.

Con la llegada del fin de año nos encontramos con el mismo fenómeno psicológico, aunque a mayor escala. Durante los últimos días del calendario hacemos una revisión poco crítica sobre los objetivos alcanzados y posponemos cualquier actividad que nos resulte compleja o tediosa, para el año siguiente.

Solemos confiar en que esta vez será la definitiva y dejarnos llevar por lo que los psicólogos llaman: optimismo infundado, agravando a menudo ciertos problemas durante las fiestas, ya que nos olvidamos de cuidarnos pensando que en la nueva agenda no figurarán los excesos cometidos, sino únicamente los objetivos cumplidos.

Tras las navidades suele comenzarse el cambio con cierta intensidad, pero esa voluntad comienza a deshincharse pronto y año tras año vemos nuestros objetivos fracasar.

Insensibles a esta retroalimentación, volvemos una y otra vez a comenzar con esperanza el cambio, pero tropezamos en los mismos errores. A continuación destacamos algunos de los más comunes y proponemos varias soluciones:

Uno de los problemas fundamentales es nuestra tendencia a abarcar demasiado. Nos planteamos varios objetivos, sin definición, de manera confusa. Para este caso vale la regla: “menos es más”. Hay que marcarse pocos objetivos, concretos y realistas.

A la hora de definir claramente los objetivos, para evitar una excesiva ambición, es importante probar nuestra competencia inicial y así hacernos una idea de la dificultad de la tarea y el esfuerzo al que nos enfrentamos.

Esta experiencia previa puede ayudar también a organizar y planificar la consecución y estrategias para lograr los objetivos deseados.

Si comenzamos con tareas demasiado exigentes o complejas, será más fácil perder la motivación. Para evitar que esto ocurra hay que planificar, dividir bien el trabajo y procurar que el esfuerzo sea progresivo.

Con respecto a la motivación, que es un aspecto fundamental, hay que decir que los objetivos deben ser importantes, trascendentes, no prescindibles o banales. Se recomienda crear la máxima difusión del mensaje, anotarlo en varios soportes y compartirlo con el entorno para tenerlo bien presente. Si unimos el esfuerzo que requiere cambiar de hábitos a una escasa motivación, estaremos condenados al fracaso. Hay que premiar cada pequeño logro, sobre todo al principio.

Además de conocer el esfuerzo, es interesante tratar de anticipar y prevenir los obstáculos o problemas que puedan surgir durante el camino y sobre todo no perder el ánimo ante posibles imprevistos.

Cualquier día es bueno para comenzar el cambio.

Aunque en estos primeros días del año contemos con cierto impulso motivador, lo fundamental es la perseverancia, no rendirse si esa inercia resultara insuficiente. Se puede continuar o comenzar de nuevo en cualquier otra fecha, contaremos con más experiencia y por lo tanto mayores garantías de éxito.

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Optimismo y Salud

Posted on 18/10/2012 por clicpsicologos
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El optimismo es una variable que siempre ha interesado a los psicólogos debido al fuerte impacto que puede ejercer sobre la salud de los individuos. De hecho, las personas optimistas, como consecuencia de considerar que sus metas son posibles, tienden a experimentar afecto positivo. En este sentido, numerosos estudios han mostrado que las personas optimistas se sienten mejor que las pesimistas, es decir, informan de más emociones positivas y de menos negativas.

Los estudios sobre optimismo no sólo le han relacionado con bienestar psicológico y afecto positivo, sino que también se vincula el optimismo con una mejor salud física en términos generales y con una menor incidencia de determinadas enfermedades tales como el cáncer y ciertas patologías coronarias.

Por otra parte, el optimismo se relaciona con mejores resultados en cualquier ámbito de la vida de una persona, considerándose que esto es posible debido a que las personas optimistas afrontan de manera más efectiva los problemas con los que se encuentran. En efecto, cuando surgen los inevitables impedimentos en la consecución de las metas que se están persiguiendo, los optimistas consideran que las metas, aún así, pueden ser logradas, mientras que los pesimistas tienden a creer que dichas metas no son posibles. Otra característica de las personas optimistas es su tendencia a persistir en los esfuerzos para lograr sus objetivos, aún cuando el progreso es lento o difícil. Por el contrario, las personas que no ven los resultados como posibles, es decir, los pesimistas, dejan de esforzarse para obtener las metas. En este sentido, cabe decir que las expectativas constituyen un determinante muy importante en el comportamiento relativo a continuar intentándolo o abandonar una determinada tarea.

En cuanto a estilos y estrategias de afrontamiento, cabe destacar que las personas optimistas tienden a emplear estrategias dirigidas a la solución directa de los problemas, sobre todo cuando valoran la situación como controlable y cuando creen que se puede hacer algo por cambiar la situación problemática. Además cuando las situaciones son incontrolables, los optimistas emplean estrategias de afrontamiento centradas principalmente en la emoción, lo que les permite tener ventaja en las situaciones que no se pueden cambiar. Dichas estrategias de afrontamiento que les sirven para protegerse del malestar emocional originado por una situación problemática, son principalmente las siguientes:

  • Reevaluación positiva.
  • Aceptación de la realidad.
  • Búsqueda del lado positivo de la situación.
  • Uso del humor.

En el polo opuesto se sitúan los pesimistas, que suelen emplear estrategias tales como las de escape o evitación, escasa o nula implicación en las metas que el estresor interfiere, o estrategias que se centran en la negación del problema.

A pesar de lo descrito anteriormente acerca de los beneficios que obtienen las personas optimistas, lo cierto es que también existen personas que presentan niveles demasiado exagerados de optimismo, que pueden tornarse en perjudiciales para el sujeto,  debido a que mantienen ideas no realistas o ilusorias. Este tipo de optimismo ilsuorio hace referencia a la tendencia que presentan algunas personas de creer que tienen menos probabilidades de sufrir eventos negativos que las demás personas que les rodean. Serían personas que creen tener una especie de invulnerabilidad, lo que les lleva  a desatender muchas conductas de promoción de la salud.

Por último, atendiendo a los principales estudios llevados a cabo sobre la relación entre optimismo y salud, cabe destacar las siguientes conclusiones:

  • Las emociones positivas se relacionan tanto con el bienestar psicológico como con el bienestar físico.
  • Las personas más felices son las que experimentan frecuentes emociones positivas, aunque sean de intensidad moderada, dado  que las emociones muy intensas, además de poco frecuentes, producen subidas en el ánimo que no son duraderas.
  • Las personas optimistas tienen muchas menos probabilidades de presentar trastornos tales como depresión y ansiedad.
  • El optimismo tiene efectos directos sobre los sistemas fisiológicos, propiciando una menor reactividad cardiovascular ante el estrés y un mejor estatus inmunológico.
  • El optimismo ayuda a las personas a desarrollar un mayor número de conductas de mantenimiento y promoción de la salud.
  • Los optimistas se implican en estrategias directas de solución de problemas cuando las situaciones se pueden cambiar y cuando no se pueden cambiar utilizan estrategias adaptativas dirigidas a reducir el impacto emocional.
Por último, hacer referencia a una reflexión del poeta Tagore en la que daba buena cuenta de su optimismo ante la vida:
“Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta,
cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, sin importar lo oscuro que esté el presente”.

 

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Salud mental y deporte

Posted on 04/10/2012 por clicpsicologos
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El ejercicio físico constituye una práctica social directamente relacionada con la evolución de los niveles de vida económico y social a lo largo del tiempo. Por tanto, el papel que cumple esta actividad o ejercicio físico se ha modificado con el paso del tiempo. De hecho, en sus inicios tenía un carácter muy funcional, bien en relación con la preparación para la guerra, bien como parte de la preparación para el desempeño laboral. Actualmente, la práctica de ejercicio físico pretende cosas diferentes, teniendo como principales objetivos la consecución de bienestar físico y psicológico, el conocimiento y dominio del propio cuerpo, la ampliación de posibilidades individuales, la consecución de objetivos formativos y educativos y de modo más global la contribución a la formación integral del sujeto.

Por otra parte, los efectos beneficiosos, tanto físicos como psicológicos, que se derivan de la práctica de actividades físicas – deportivas son múltiples. Entre ellos destacan los siguientes:

  • Incremento de la capacidad cardiorrespiratoria y muscular.
  • Aumento del nivel de endorfinas y opiáceos.
  • Control del peso corporal.
  • Mejora del tono muscular.
  • Mejora de la líbido y la satisfacción sexual.
  • Reducción del estrés.
  • Reducción del sedentarismo.
  • Aumento de las habilidades de autocontrol.
  • Mejora del estado de ánimo.
  • Aumento de la red de apoyo social.
  • Aumento de la autoestima.

En conjunto, la práctica de actividad deportiva constituye una actividad lo suficientemente saludable como para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considere como una de las áreas básicas de actuación en su documento sobre la salud para todos. No obstante, un aspecto que se debe tener muy en cuenta es que la actividad física y deportiva debe estar adecuadamente enfocada, dirigida y controlada, de cara a evitar potenciales efectos adversos tales como la adicción a la actividad física en detrimento de otros valores, la extrema competitividad, el carácter de trabajo obligatorio autoimpuesto, la presencia de violencia o la ausencia de diversión y disfrute.

En relación a lo anterior, una de las áreas que más se ha ocupado de la relación entre la actividad física y la salud mental ha sido la Psicología de la Motivación. De hecho, los psicólogos motivacionales han realizado numerosos estudios y aportaciones con la finalidad de conseguir que el deporte y la actividad física sirvan como instrumentos de integración social y como medios para la salud física y psíquica de los individuos.

En cuanto a la utilización del deporte como recurso terapéutico, lo cierto es que suele funcionar muy bien como actividad complementaria a diversos tratamientos psicológicos o como medio para prevenir algunos problemas de carácter psicosocial. En este sentido, el deporte resulta beneficioso en situaciones problemáticas de tipo pasivo y de efectos individuales, tales como los hábitos sedentarios, las dolencias cardíacas, el estrés, la ansiedad y la depresión. Pero además, la actividad deportiva también constituye un apoyo terapéutico en situaciones que pueden tener un efecto directo más allá de la propia persona, como son las adicciones o las conductas delictivas. De este modo, las posibilidades como apoyo terapéutico del deporte han sido muy eficaces en la rehabilitación de sujetos drogodependientes. De hecho, uno de los efectos más evidentes de la drogadicción es el deterioro físico de la persona y de sus capacidades perceptivo – motrices. En este sentido, una adecuada preparación físico – deportiva contribuye a la recuperación orgánica del individuo y a la producción de efectos positivos a nivel psicológico, mejorando la autoimagen, aumentando la sensación de bienestar y  favoreciendo aspectos psicosociales tales como el cumplimiento de normas de convivencia y de relación.

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Psicología y alimentación

Posted on 19/09/2012 por clicpsicologos
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A la hora de abordar la relación entre la salud mental y la alimentación, conviene tener en cuenta que actualmente  los actos de comer y beber no sólo representan una conducta biológica destinada a la supervivencia, sino que son actos que tienen en conjunto un gran significado social y cultural.

Los psicólogos han puesto de manifiesto que debido a la gran carga simbólica de la conducta de comer, ésta puede servir de vehículo de expresión de múltiples enfermedades. De hecho, dicha conducta anómala puede encontrarse con relativa frecuencia en diversos trastornos de la alimentación que no dependen de una perturbación directa de los mecanismos neurofisiológicos del hambre y la sed, sino que son recursos expresivos mediante los cuales el individuo pone de manifiesto sus disconformidades con el ambiente y sus problemas afectivos. En ciertos casos, el trastorno alimentario constituye un síntoma, aislado o no, de un trastorno de la personalidad del individuo o de alguna función de su vida psíquica. Estos trastornos en la alimentación, fáciles de entender si se considera la importancia de las comidas dentro de la vida de relación de la persona, pueden ser la expresión de diversos sentimientos, inadaptación, conflictos y ansiedad. En efecto, se ha constatado que en los estados de depresión hay una mayor tendencia a la anorexia, mientras que en los estados de ansiedad, pueden producirse los mismos síntomas o, por el contrario, presentarse conductas impulsivas y abusivas respecto a la comida, como un intento de olvidar la sensación de ansiedad.

Las personas que viven en armonía y que están adaptadas a las tensiones de su ambiente suelen presentar unas reacciones normales a las sensaciones de hambre y sed, sin caer en trastornos por exceso o defecto y manteniendo una pautas de alimentación saludables.

Por otra parte, los efectos psicológicos que produce la ingesta de determinados alimentos, condiciona en gran medida las pautas alimentarias de las personas,  siendo estos efectos diferentes en función de las preferencias y características de personalidad de cada individuo.

A pesar de que los efectos psicológicos de los alimentos han sido mucho menos estudiados que los efectos físicos, en realidad tienen una importancia fundamental y de hecho muchas dietas suelen abandonarse más por razones psicológicas que de cualquier otro tipo.

Como norma general, los alimentos que le gustan a una determinada persona suelen producir la liberación de beta – endorfinas y ayudan a mejorar el estado de ánimo. No obstante, si esos alimentos que le gustan a una persona determinada, no debe tomarlos por problemas de salud o por estar realizando algún tipo de dieta, en ese caso los sentimientos de culpa que experimenta la persona pueden contrarrestar el efecto positivo, siendo esta situación más frecuente en mujeres que en hombres. En este sentido, la mayor parte de los psicólogos coinciden en que lo más saludable es olvidarse de esos sentimientos de culpa, mediante una ingesta moderada y saludable de las comidas que nos gustan, adaptándonos así a las necesidades y gustos de cada uno.

Los efectos psicológicos de los alimentos presentan una gran carga subjetiva, que se ve reforzada por el hecho de que un determinado alimento gusta más o menos a una determinada persona, además de por sus propiedades organolépticas (sabor, olor, aspecto…), por otros factores como las experiencias previas con ese alimento, circunstancias sociales que lo acompañan y otro tipo de factores personales. Un hallazgo importante tiene que ver con el diferente tipo de asociación establecido por hombres y mujeres ante el consumo de determinados tipos de alimentos con elevada carga calórica y que suelen denominarse comidas prohibidas. En este sentido, los hombres tienden a relacionar este tipo de alimentos con situaciones y momentos de hambre, mientras que para las mujeres tienen más que ver con situaciones negativas, como aburrimiento o estrés.

A la luz de los estudios realizados al respecto, se puede concluir que no es conveniente establecer estrategias de alimentación generalizadas (dietas, menús…) e iguales para todos, ya que las estrategias individualizadas son mucho más efectivas a la hora de atender y cubrir las preferencias, necesidades, evolución y condiciones particulares de cada individuo.

Finalmente, conviene destacar que se ha constatado la existencia de una serie de alimentos muy útiles para el buen funcionamiento y mantenimiento de un óptimo nivel de actividad cerebral. Entre los alimentos que ayudan a mantener un cerebro saludable destacan los siguientes:

  • Arándanos: los arándanos ayudan a proteger el cerebro del estrés oxidativo y pueden reducir los efectos de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el Alzheimer o la demencia. Los estudios indican también que una dieta rica en arándanos incrementa de forma significativa la capacidad de aprendizaje y las habilidades motoras a pesar del envejecemiento, pudiendo compararse mentalmente a otros cerebros más jóvenes.
  • Salmón salvaje: el salmón es rico en ácidos grasos esenciales omega-3. Estos ácidos grasos son fundamentales para la función cerebral y se encuentran también en otros pescados grasos.
  • Frutos secos y semillas: los frutos secos y las semillas son una buena fuente de vitamina E. Unos niveles elevados de esta vitamina dan lugar a un menor deterioro cognitivo durante el envejecimiento.
  • Aguacates: son tan buenos como los arándanos para la salud cerebral. Además contienen grasas monoinsaturadas, lo que contribuye a mantener una circulación sanguínea saludable. Los aguacates también disminuyen la tensión arterial y, puesto que la hipertensión es un factor de riesgo para el deterioro de las capacidades cognitivas, una tensión arterial más baja ayuda a potenciar la salud cerebral.
  • Cereales integrales: los cereales integrales como la avena, el pan integral y el arroz integral pueden reducir el riesgo de cardiopatía. Si se mejora la salud cardiovascular, se potencia el buen funcionamiento del organismo, lo que incluye el cerebro.
  • Legumbres: las judías estabilizan los niveles de glucosa (azúcar en sangre). El cerebro utiliza la glucosa como combustible y, puesto que no puede almacenarla, depende de un aporte de energía continuado. Por tanto, las judías pueden proporcionar esta energía continuada a partir de la estabilización de los niveles de glucosa.
  • Granada: proporciona unos potentes beneficios antioxidantes, que protegen el cerebro del daño causado por los radicales libres. Otras frutas cítricas y vegetales poseen también importantes propiedades antioxidantes.
  • Té recién preparado: dos o tres tazas al día de té recién preparado contienen una modesta cantidad de cafeína que, consumida en moderación, puede potenciar la capacidad cerebral mejorando la memoria y la atención.
  • Chocolate puro: tiene importantes propiedades antioxidantes y además contiene varios estimulantes naturales que mejoran la atención y la concentración. Además, estimula la producción de endorfinas, lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo.

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Factores psicosociales y enfermedad

Posted on 13/07/2012 por clicpsicologos
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Desde hace varios años, los estudios de diversos psicólogos han constatado que las variables de tipo psicosocial modifican de forma importante la función inmunológica. La investigación en este ámbito se ha centrado fundamentalmente en el contexto del estrés psicosocial y en la influencia de los estados emocionales negativos, en particular de la depresión, como elementos moduladores del sistema inmune. De este modo, los tipos de situaciones estresantes que parecen inducir efectos negativos sobre la competencia inmunológica son muy diversos, si bien, al margen de las condiciones de estrés experimental o de estrés pre o posquirúrgico, suelen predominar aquellas situaciones que implican alguna forma de estrés psicosocial.

En relación con lo anterior, la evidencia empírica más amplia y más consistente proviene de los trabajos elaborados por un grupo de psicólogos de la Universidad de Ohio, que constataron que los sucesos vitales mayores guardan una gran relación con el funcionamiento del sistema inmunitario. Por tanto diversas situaciones relacionadas con el desempleo, estrés académico, divorcio y separación, son capaces de inducir decrementos significativos en los niveles de inmunocompetencia. Por otra parte, también demostraron  que las situaciones de estrés agudo tienden a producir un incremento en las respuestas emocionales depresivas y un efecto inmunosupresivo, mientras que las exposiciones a estresores crónicos se asocian con el desarrollo de determinados tipos de cáncer.

Uno de los estudios más relevantes en relación con los factores psicosociales y su influencia en el desarrollo de ciertas enfermedades, es el que llevaron a cabo Herbert y Cohen. Entre las conclusiones más importantes que obtuvieron cabe destacar las siguientes:

  • El estrés se asocia con un descenso en la capacidad de inmunocompetencia linfocitaria, es decir, la exposición a situaciones de estrés aumenta las probabilidades de padecer un cáncer.
  • Es posible incrementar la función inmune mediante estrategias de intervención focalizadas en la reducción del estrés.
  • Los ejercicios aeróbicos en general y el hecho de mantener una buena condición física son factores que se asocian positivamente con las respuestas del sistema inmunológico y con la resistencia a la enfermedad.
  • Los estresores mayores pueden generar trastornos afectivos tales como la ansiedad y la depresión, todo ello debido a una disminución en el nivel de competencia del sistema inmunológico.

Por último, señalar que los decrementos de la respuesta inmunológica motivados por factores psicosociales, se asocian fundamentalmente con las siguientes enfermedades y patologías:

  • Cáncer.
  • Alergia y problemas de piel.
  • Artritis reumatoide.
  • Enfermedades infecciosas (enfermedades causadas por virus, bacterias y hongos).
  • Trastornos cardiovasculares.
  • Trastornos gastrointestinales (úlcera péptica, síndrome de intestino irritable…).
  • Trastornos respiratorios (asma bronquial).
  • Diabetes Mellitus.
  • Dolor crónico.
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El Trastorno Obsesivo – Compulsivo

Posted on 30/06/2012 por clicpsicologos
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El trastorno obsesivo – compulsivo se incluye dentro de los trastornos de ansiedad y se caracteriza por pensamientos intrusivos recurrentes y persistentes, que producen inquietud, temor o preocupación, y conductas repetitivas  dirigidas a reducir la ansiedad asociada.

Cuando se habla del trastorno obsesivo – compulsivo (TOC), generalmente se suele citar a Esquirol como un verdadero pionero en este campo, ya que, además de haber proporcionado el primer informe de caso sobre esta problemática, su concepto de monomanía incluye lo que actualmente se considera como trastorno obsesivo – compulsivo. Además de la aportación de Esquirol, la obra de Janet denominada “Las obsesiones y la psicastenia” supuso un hito fundamental para el estudio y la comprensión del TOC. Por otra parte, a lo largo del Siglo XX. se avanzó mucho en la comprensión de este intrigante trastorno, si bien es cierto que en la actualidad todavía siguen exisitendo numerosas cuestiones no resueltas al respecto.

Partiendo de lo que se contempla en los distintos sistemas de clasificación actuales, es posible entender las obsesiones como ideas, pensamientos, imágenes o impulsos persistentes que suelen experimentarse como invasores, carentes de sentido, y que la persona intenta suprimir o neutralizar. Por tanto, la obsesión no es voluntaria, sino que es vivenciada por el paciente como algo que invade su conciencia. La persona no desea que la obsesión aparezca, resistiéndose y tratando de luchar contra ella, hasta que en determinadas ocasiones llega a la extenuación. Además, el sujeto no contempla la obsesión como algo externo a él mismo, reconociendo que se trata de su propio pensamiento, lo que constituye una de las características más evidentes y que puede servir para distinguir las obsesiones de otros problemas como la inserción de pensamiento.

En cuanto a las compulsiones, en general se definen como conductas repetitivas, finalistas e intencionales que se efectúan como respuesta a una obsesión, de manera estereotipada o de acuerdo con determinadas reglas. La conducta no es en sí misma placentera ni da lugar a alguna actividad útil, sino que generalmente se plantea para prevenir un desastre o un daño. Sin embargo, no siempre existe una conexión lógica o realista entre la conducta y el peligro que se quiere conjurar, o dicha conexión puede resultar claramente excesiva. En algunos casos, la persona comienza a realizar una conducta compulsiva simplemente para resguardarse o protegerse de la ansiedad. La acción está precedida o acompañada por una sensación de urgencia compulsiva y, generalmente,  existe un deseo de resistirse a ella. De este modo, la persona reconoce la irracionalidad o la falta de sentido de la conducta y no obtiene placer alguno al realizarla; aunque, a corto plazo, puede proporcionar un alivio en el nivel de estrés o de la ansiedad. En efecto, el aspecto fundamental de las compulsiones es que la persona sienta una urgencia absoluta hacia la realización de una determinada conducta y, de hecho, la lleve a cabo a pesar de que pueda haber resistencia y a pesar también de que pueda reconocer que la conducta es irracional o excesiva. Por tanto la persona puede no estar nada feliz al tener que realizar la compulsión, pero se trata de una acción voluntaria que lleva a cabo como resultado de la urgencia compulsiva, no tratándose en absoluto de una conducta automática.

Por otra parte, a la hora de abordar el trastorno obsesivo – compulsivo, lo cierto es que no resulta nada fácil delimitar con claridad los aspectos característicos que definen el TOC. Una de las principales razones hay que buscarla en la situación misma de este trastorno dentro de la psicopatología. De hecho algunos autores, aún considerando adecuada su inclusión dentro de las neurosis, lo contemplan como la más marginal de éstas.

Como argumentos que hablan a favor de la cercanía del TOC con las psicosis se puede hacer referencia a los siguientes:

  • El hecho de que los psicopatólogos franceses hablaran de las obsesiones en términos de locura e incluso que actualmente se utilice la denominación de psicosis obsesiva para referirse a cuadros obsesivos especialmente graves.
  • Lo absurdas y carentes de sentido que resultan muchas percepciones obsesivas.
  • La génesis del propio trastorno, ya que en muchas ocasiones emerge de forma súbita e incomprensible.
  • La capacidad invasiva y destructiva del trastorno.

En cuanto a los argumentos que marcan distancias entre el Trastorno obsesivo compulsivo y las psicosis, destacan los siguientes:

  • La conciencia de enfermedad que, aunque a veces sólo sea relativa, está siempre presente.
  • La carencia de intencionalidad exterior, es decir, de autorreferencia.
  • La ausencia de deterioro.
  • El hecho de que el obsesivo luche contra sus ideas, mientras que el esquizofrénico se identifica con ellas, luchando únicamente contra un exterior que le hostiga.

Teniendo en cuenta lo anterior, se puede afirmar que el carácter dimensional del trastorno lo acerca a las neurosis. Si bien la fijación al plano de la realidad y la conciencia de enfermedad, características de las neurosis, resultan cuestionables en las obsesiones, ya que por ejemplo un obsesivo puede verse a sí mismo como exageradamente limpio y escrupuloso, pero a la vez puede considerar irresponsable la conducta más laxa de otras personas. Además cabe añadir que, aunque se suele afirmar que las psicosis son más graves que las neurosis, en realidad algunos casos de TOC causan más problemas y resultan más incapacitantes que la esquizofrenia.
Atendiendo a la dificultad que entraña conjugar todas estas fronteras difusas, existen una serie de características propias del TOC que sirven para conceptualizar dicho trastorno. De esta manera, los principales psicólogos y psiquiatras que han hecho referencia a este padecimiento durante el Siglo XX han coincidido en señalar los siguientes criterios definicionales básicos del TOC:

  • La cualidad compulsiva de la experiencia.
  • El reconocimiento, en cierto grado, de la misma como irrelevante, absurda o sin sentido.
  • Que la experiencia sea en alguna medida resistida por la persona.

En la actualidad se considera que, aunque en la gran mayoría de los casos la persona lucha contra la obsesión o la compulsión, se producen numerosas excepciones, fundamentalmente por lo que respecta a las compulsiones. En este sentido, en los primeros estadios del trastorno la persona puede realizar agotadores esfuerzos de resistencia, pero después de fracasos repetidos a lo largo de un determinado período de tiempo comienza a dar muestras de cansancio, siendo frecuente que los pacientes con obsesiones – compulsiones crónicas y de larga evolución muestren escasa o nula resistencia.

Por último y en referencia a los tipos que puede adoptar el trastorno obsesivo – compulsivo, las formas más comunes de presentación del TOC son las siguientes:

  • Lavadores y limpiadores,  que son sujetos que tienen ideas recurrentes de contaminación o contagio a través de determinados objetos o situaciones. Para hacer frente a dicos pensamientos suelen utilizar guantes o desinfectantes de manera excesiva. También es frecuente que laven y limpien sus manos de manera compulsiva.
  • Verificadores, que es la modalidad de TOC que se presenta en las personas que inspeccionan de manera excesiva con el propósito de evitar que ocurra una determinada catástrofe. Están obligados a comprobar constantemente los objetos y revisan cajones, puertas y aparatos eléctricos para asegurarse de que están cerrados, con seguro o apagados, Viven con temor excesivo e irracional de causar daños a sí mismos o a los demás a causa de una falta de control y verifican constantemente las cosas. Tienen una gran necesidad de doble o triple verificación por duda o responsabilidad patológica.
  • Verificadores somáticos e hipocondríacos, en los que se presentan intrusiones obsesivas persistentes en relación a la salud, es decir, un temor a desarrollar una enfermedad amenazante para la vida. Estos sujetos suelen verificar diversas funciones corporales, como la frecuencia cardíaca, ritmo de la respiración, temperatura corporal o diversos aspectos de su imagen corporal o anatómica.
  • Ordenadores, que se caracterizan por una excesiva exigencia en que las cosas  estén dispuestas de acuerdo con determinadas pautas rígidas, incluyendo distribuciones simétricas.
  • Atormentados y obsesivos puros, cuya principal característica es que experimentan pensamientos negativos reiterados. No obstante no presentan comportamientos compulsivos de tipo físico, sino únicamente procesos reiterativos de carácter mental.
  • Repetidores, que son aquellos individuos que se empeñan en la ejecución de acciones repetitivas.
  • Numerales, que se caracterizan por buscar un sentido especial a los números que les rodean. Estos sujetos suman, restan y cambian los números que se encuentran en su día a día hasta que obtienen números que les resultan significactivos.
  • Acumuladores, cuya característica principal es la colección de numerosos objetos insignificantes y de los que no pueden desprenderse.
  • Filosofales, que se definen en base a sus tendencias inciertas y metafísicas, de las que no pueden desprenderse.
  • Perfeccionistas, que se definen por su nivel de autoexigencia y autocrítica. Muestran una excesiva preocupación por detalles menores e irrelevantes y una tendencia a intentar realizar las tareas de manera perfecta.
  • Ritualizadores mentales, que acostumbran a apelar a pensamientos repetitivos, llamados compulsiones mentales, con la finalidad de contrarrestar su ansiedad provocadora de ideas o imágenes, que constituyen las obsesiones
  • Otros tipos de TOC son los que padecen los sujetos indecisos, pensadores mágicos y preguntadores compulsivos.

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