Ortorexia: obsesión por comer sano

Cuidar la alimentación es fundamental para mejorar la salud y prevenir enfermedades, pero llevado al extremo, este hábito saludable se puede convertir en un trastorno obsesivo denominado ortorexia.

Aunque el término no está recogido como tal en los manuales de psiquiatría oficiales, se relaciona con el trastorno obsesivo-compulsivo o con trastornos de la conducta alimentaria. Define a aquellas personas tan preocupadas por llevar una alimentación sana que llegan a enfermar. Esta obsesión es un problema relativamente reciente, y que se está incrementando en los últimos años en Europa y Estados Unidos.

A diferencia de otros problemas alimentarios como la anorexia y la bulimia, donde la preocupación del paciente está relacionada con la cantidad de comida que se ingiere, en la ortorexia, la principal preocupación tiene que ver con la calidad de los alimentos. Más que con la imagen, se relaciona con sentir que se hace todo lo posible por alimentarse de forma saludable.

Estas personas crean sus propias normas alimentarias de forma muy estricta, entre las que suelen encontrarse:

  • Evitar las grasas.
  • Evitar alimentos con conservantes o colorantes artificiales o cualquier otro aditivo químico.
  • Evitar consumir productos de animales engordados artificialmente o pescados en según qué aguas.
  • Entre las frutas y verduras, asegurarse de que no hayan sido manipuladas o alteradas genéticamente (más allá de la selección de los mejores productos para el cultivo), ni tratadas con plaguicidas.

En principio, todas estas precauciones son saludables y recomendables, el problema estaría en la preocupación absorbente con la que experimentan la alimentación, ya que esto puede llegar a tener peores consecuencias.

Entre las causas que se atribuyen a este problema destaca el exceso de información manipulada al respecto. Hoy existe una enorme cantidad de publicaciones y noticias sesgadas sobre los alimentos que crean tanto alarma social, como nuevas necesidades de información y productos relacionados. Habría que analizar si esto responde a intereses sanitarios o puramente económicos.También se han descrito causas espirituales, modas, ciertas fobias, y la necesidad de diferenciarse o marcar tendencia.

Algunos síntomas que podrían indicar la existencia de este problema:

  • Dedicar demasiado tiempo a pensar en la dieta y alimentos saludables (más de 3 horas al día).
  • Basar la autoestima en el cumplimiento estricto de las normas alimentarias autoimpuestas.
  • Renunciar al sabor de los alimentos o al placer de comer, por las supuestas propiedades dietéticas.
  • Disminución de la calidad de vida al centrarse más y más en la dieta. (Aislamiento, problemas económicos, familiares, etc.).
  • Culpabilidad cuando no se puede cumplir con la dieta.

En cualquier caso, ante la sospecha de padecer un problema como este hay que acudir al especialista, psicólogo o psiquiatra, para que valore la situación. Se debe ser prudente y no generalizar, ya que hay casos como alergias o diabetes que exigen este control de los alimentos sin que ello implique una enfermedad añadida.

 

Factores predisponentes:

  • Aunque estudios recientes descartan esta predisposición, en general se ha asociado a jóvenes deportistas, sobre todo mujeres.
  • También se relaciona con personas obsesivas, de carácter inflexible, autoexigentes y con cierto nivel económico.
  • La predisposición podría tener un componente genético.

Alimentación sana:

Conviene subrayar que la preocupación por lo que se come es perfectamente lógica y saludable, pero hay que saber distinguir entre una preocupación natural y una obsesión como la que hemos descrito, donde la dieta se convierte en el centro de nuestras preocupaciones hasta causar más problemas que beneficios.

Actualmente la obesidad es una pandemia que merece la pena combatir por los perjuicios que supone. Para ello, organizar cuidadosamente el menú o seguir una dieta equilibrada puede ser muy recomendable, sobre todo donde la moderación y la actividad física sean las claves. Se recomienda una educación nutricional adecuada evitando el enfoque de los “alimentos buenos y malos”.

 

Influencia de la mente en el cuerpo. Los trastornos psicosomáticos.

Los trastornos psicosomáticos son aquellos trastornos físicos que son originados por factores eminentemente psicológicos, suponiendo una de las mayores evidencias de la influencia de la mente sobre el cuerpo.

El término psicosomático fue utilizado por primera por el psiquiatra alemán Johann Heinroth al referirse al origen del insomnio. Posteriormente, dicho concepto se desarrolló en el contexto de la medicina psicosomática, que surgió como un enfoque médico de la enfermedad que planteaba la necesidad de considerar la mente y el cuerpo como un todo integrado. A partir de  ese momento se intensificó el uso de dicho concepto entre psicólogos, psiquiatras, médicos y demás profesionales de la salud, evolucionando hasta nuestros días, en que lo psicosomático implica fundamentalmente multicausalidad e interrelación.
En la actualidad los trastornos psicosomáticos están tomando una gran relevancia, ya que la problemática de la enfermedad física es diferente a la de hace unas décadas y muchos de los problemas médicos actuales se refieren a enfermedades crónicas. De hecho, las investigaciones apuntan a que los factores psicológicos pueden desempeñar un papel esencial en la historia natural de este tipo de enfermedades.

Un hecho constatado y bien documentado por la evidencia científica es que cualquier trastorno denominado físico suele implicar igualmente, y a distintos niveles, alteraciones psicológicas, y viceversa. De este modo, en cualquier problema médico pueden existir factores psicológicos o psicosociales que han podido contribuir a su desarrollo y que pueden contribuir a alterar el curso natural de la enfermedad. No obstante, la conceptualización de trastornos psicosomáticos se refiere normalmente a un grupo determinado de trastornos orgánicos que están muy relacionados e influenciados por los factores psicológicos. Los trastornos psicosomáticos suelen manifestarse en presencia de alguna de las siguientes condiciones en el individuo:

  • Existencia de un trastorno mental previo.
  • Manifestación de determinados síntomas psicológicos.
  • Rasgos de personalidad patológicos.
  • Estilos de afrontamiento disfuncionales.
  • Conductas desadaptativas relacionadas con la salud, tales como consumo de sustancias, sedentarismo o exceso de comida.
  • Respuestas fisiológicas asociadas al estrés.

Por otra parte, la influencia de los factores psicológicos en una determinada condición médica suele manifestarse de las siguientes formas:

  • Alterando el curso de la enfermedad.
  • Interfiriendo con el tratamiento de la condición médica general.
  • Constituyendo un factor de riesgo adicional para la salud del individuo.
  • Agravando los síntomas de una condición médica general a través de respuestas fisiológicas asociadas al estrés.

Por último señalar que las enfermedades que más se han relacionado con los trastornos psicosomáticos son aquellas que están asociadas al sistema inmunológico. De hecho, el estrés y ciertas características de personalidad que predisponen a los trastornos psicosomáticos, ejercen su principal efecto negativo a través de una disminución de la competencia inmunológica.

La motivación para el logro

La motivación puede definirse como la capacidad del ser humano para orientar su conducta hacia un determinado objetivo. De hecho, la mayor parte de las conductas llevadas a cabo por los seres humanos incluyen algún componente motivacional. Actualmente muchas personas recurren al psicólogo para hacer frente a problemas y dificultades en el proceso de motivación.

Los primeros teóricos del comportamiento, bajo la influencia de Darwin, estudiaron la conducta humana en la medida en que estaba controlada por fuerzas biológicas, como los instintos específicos. Si bien es cierto que este enfoque ha ido perdiendo adeptos, muchas de sus aportaciones se mantienen actualmente en el ámbito de la psicología evolutiva. En efecto, tal y como se ha comprobado en los últimos años, la idea de que las necesidades fisiológicas nos impulsan a satisfacer determinadas necesidades, proporciona sólo una explicación parcial de lo que activa y orienta la conducta humana. En este sentido, determinados factores como el hambre y el sexo incluyen tanto componentes sociales como fisiológicos. Pero además, existen otros motivos que parecen no satisfacer ninguna necesidad física. Por ejemplo, personas que tienen mucho dinero pueden motivarse para conseguir aún más dinero, los políticos para alcanzar aún más poder y los artistas de cine y deportistas famosos para conseguir cada vez más prestigio y reconocimiento. Estos son sólo algunos ejemplos de motivos que parecen no disminuir cuando están alimentados y que constituyen la denominada motivación para el logro.

La motivación para el logro se manifiesta cuando las necesidades básicas están satisfechas y los seres humanos orientan su conducta a la superación personal, a conseguir determinados objetivos personales y a la competencia en determinadas áreas. De este modo, se ha comprobado que las personas con una elevada necesidad de alcanzar logros  se caracterizan por su tendencia a preferir aquellas tareas que les supongan retos moderados y a perseverar en su consecución.

Para conseguir que los niños orienten su conducta a la consecución de logros es necesario intervenir tanto desde el hogar familiar como desde la escuela, fomentando y reforzando los logros independientes, en lugar de controlarlos en exceso con recompensas y amenazas. Diversas investigaciones realizadas al respecto han puesto de manifiesto que los hijos primogénitos son los que tienden a mostrar una mayor motivación para el logro, ya que las pautas educativas que reciben en sus hogares son diferentes a las que reciben el resto de hermanos.

El filósofo Bertrand Russell dejó constancia de su motivación y afán de superación acuñando la siguiente frase:

“Cuando una persona sabe para donde va,

el mundo entero se aparta para darle paso”.