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Relaciones interpersonales y apoyo social

Posted on 21/06/2012 por clicpsicologos
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Las personas somos seres eminentemente sociales y por tanto establecemos diversos tipos de relaciones interpersonales a lo largo de nuestras vidas. Dichas relaciones forman parte esencial de nuestra esfera social y sin ellas la vida humana sería inconcebible. En este sentido, diversos psicólogos de prestigio como Baumeister y Leary afirman que la necesidad de pertenencia o integración es una motivación humana básica, que consiste en un fuerte impulso para formar y mantener una serie de relaciones interpersonales duraderas, positivas y significativas. Además, estos autores sostienen que la satisfacción de este impulso implica los siguientes factores:

• Necesidad de interacciones frecuentes y afectivamente agradables con varias personas.

• Estas interacciones han de ocurrir en el contexto de un marco temporalmente estable y duradero de preocupación afectiva por el bienestar de la otra persona.

La soledad y la falta de pertenencia producen una privación grave y, en consecuencia numerosos trastornos entre los que destacan la depresión, baja autoestima y falta de habilidades sociales.

Las principales investigaciones llevadas a cabo desde el ámbito de la psicología han puesto de manifiesto que las relaciones interpersonales están estrechamente vinculadas con el bienestar de las personas y que tras la mayor parte de los comportamientos, cogniciones y emociones humanas, subyacen motivaciones sociales.

Otro hallazgo importante sobre las relaciones interpersonales, es que más que las características objetivas de las redes sociales de las personas, lo que parece mucho más importante de cara a la salud es si dichas redes proporcionan o no apoyo social. En este sentido, el apoyo social se compone de cuatro dimensiones fundamentales:

• Apoyo social emocional, que está relacionado con la estima, el afecto y la confianza que reciben las personas. De todos los tipos de apoyo, éste suele ser el que está más relacionado con la salud y el bienestar. De hecho las expresiones de afecto y cariño pueden tener efectos beneficiosos sobre múltiples factores asociados a la ansiedad y al estrés.

• Apoyo social instrumental, que tiene ver con la ayuda material que una persona recibe. Este tipo de apoyo, para ser efectivo, debe estar estrechamente vinculado con el factor estresante.

• Apoyo social empático, que se relaciona con los componentes de auto – afirmación, recepción de retroalimentación y de comparación social. Este tipo de apoyo proporciona validez y seguridad a las creencias y capacidades de las personas. Además incrementa la probabilidad de que los individuos afronten con realismo las demandas del medio.

• Apoyo informativo, que hace referencia a los consejos y sugerencias que reciben las personas. Este tipo de apoyo puede influir en las conductas relacionadas con la salud, o puede ayudar a evitar situaciones estresantes o arriesgadas. Es conveniente aclarar que el apoyo informativo no es igual a la información general que recibe un sujeto, sino más bien la información procedente de las personas con quienes se mantienen vínculos estrechos. De esta manera, es mucho más probable que una persona fume o beba alcohol si en su círculo familiar y de amistades estas conductas están extendidas y son ampliamente aceptadas que si no lo son.

En la actualidad hay dos líneas principales de investigación con referencia al apoyo social. El primer grupo de investigaciones se centran en medir si la persona se siente querida, valorada y si percibe que dispone de gente que le puede proporcionar ayuda en caso de necesitarla. Se trata, pues, de una percepción del apoyo social orientada hacia el futuro. Por su parte, la otra línea de investigación concibe el apoyo social en relación con el pasado, analizando si la persona ha recibido apoyo emocional, instrumental, informativo y empático a lo largo de su vida. Los resultados obtenidos han mostrado que los índices de apoyo social orientados hacia el futuro están más relacionados con la salud y el bienestar de las personas que los índices que se basan en el pasado.

Teniendo en cuenta lo anterior, se puede concluir que las relaciones interpersonales y el apoyo social son factores que tienen una gran importancia en la vida de las personas, proporcionando efectos beneficiosos tanto en la salud física como en la salud psíquica.

Publicado en psicólogo | Etiquetado ansiedad, apoyo social, autoestima, bienestar, clicpsicologos, comparación social, depresión, emociones, estrés, habilidades sociales, motivación, motivaciones sociales, pertenencia, psicologia, psicólogo, psicólogo en internet, Psicólogo Online, psicólogos, relaciones interpersonales, salud, soledad, terapia, trastornos | Deja un comentario

Qué es la envidia

Posted on 26/05/2012 por clicpsicologos
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La envidia es una emoción eminentemente social, ya que se trata de una experiencia que tiene sentido únicamente en relación con otras personas. Generalmente, la envidia suele definirse como una experiencia subjetiva de malestar, producida por el bien ajeno y por el deseo de poseer algo que no se tiene.

El carácter social de la envidia ha sido un tema ampliamente estudiado por los psicólogos. Un hecho constatado es que en esta emoción, las reacciones afectivas inducidas se producen por comparación con los demás y, tanto las cogniciones como eventualmente las conductas manifiestas, están dirigidas hacia o en contra de las personas que disponen de lo que carece el envidioso. Una característica de esta emoción es que su valoración moral suele ser muy peyorativa, hasta el punto de que es difícil que alguien admita padecerla, especialmente porque con ella se asume no sólo que se codicia lo que tienen los demás y se desea su mala suerte, sino que, de alguna manera se reconoce una inferioridad respecto a la persona que posee lo que se anhela.

La comparación social es uno de los procesos más relevantes implicados en el autoconcepto y autoestima, ya que los demás sirven como criterio a la hora de valorar nuestras propias capacidades. La envidia se produce frecuentemente cuando los otros superan al envidioso en habilidades, logros, o en cualquier otra variable psicológicamente relevante, ya que la experiencia de envidia depende fundamentalmente de las cuestiones que en realidad son importantes a la hora de establecer el propio autoconcepto.

En una serie de investigaciones llevadas a cabo por los psicólogos Smith, Diener y Garonzik, obtuvieron como resultado principal que a pesar de que los procesos de comparación social son cruciales para que aparezca la emoción de envidia, ésta no se realiza de forma indiscriminada. De hecho, sólo son especialmente relevantes las comparaciones que se realizan con aquellas personas que son equiparables en los aspectos psicológicamente destacables que se consideran. Por ejemplo, la mayoría de las personas no incluyen en su categoría para establecer comparaciones sociales a aquellos individuos que detentan títulos nobiliarios. De este modo, aunque una persona normal desee tener más dinero, no sentirá tanta envidia por la fortuna de un determinado conde, duque o marqués, como por el incentivo económico percibido por un colega que ha realizado bien su trabajo. Por tanto, la envidia es una emoción sumamente injusta, ya que las personas con títulos nobiliarios suelen tener más dinero que el colega en cuestión y en la mayor parte de las ocasiones lo han conseguido con menos esfuerzo.

Por otra parte, la envidia, como cualquier otra experiencia emocional, cumple una serie de funciones psicológicas congruentes con el estado afectivo que se padece, y como es característico de las emociones, los efectos se reflejan en los tres sistemas de respuesta que la componen.

La envidia es una experiencia emocional hedónicamente desagradable, caracterizada por el anhelo de algo que otros poseen y el deseo para ellos de alguna clase de infortunio. Tal y como se ha comentado anteriormente, la envidia suele tener una valoración moral muy negativa en ámbitos socioculturales o ideológicos muy diversos y en este sentido se suele hablar de envidia maliciosa. Por el contrario, forma parte del acervo común la consideración de otro tipo de envidia cualitativamente distinta, a la que suele referirse como envidia sana y con la que se hace referencia a la emoción que surge del deseo de poseer lo ajeno, pero sin que eso implique, ni despojar del mismo a quien disfruta de lo que se anhela, ni que le sobrevenga ninguna desgracia por ello. A pesar de que la envidia sana se caracteriza por pretender lo que poseen los demás, lo cierto es que carece de alguna de las peculiaridades que distinguen a la envidia de otras emociones. En este sentido, la envidia sana no es hedónicamente desagradable, no es moralmente inaceptada y no incluye esa intensa animadversión hacia quien posee el objeto del deseo. Por tanto, si se analiza convenientemente la envidia sana, se puede constatar que se trata de anhelo, fuerte inclinación hacia lo que poseen los demás, determinación de superarse e incluso admiración hacia el otro, pero en ningún caso debe considerarse como envidia propiamente dicha, ya que carece de sus cualidades más sustantivas.

La envidia suele acompañarse de emociones como ira e infelicidad, al tiempo que favorece reacciones de hostilidad y otros sesgos cognitivos que desvirtúan la realidad y favorecen tanto el mantenimiento del propio estado afectivo, como las conductas que le suelen acompañar. Los psicólogos Parrot y Smith describieron seis tipos de episodios emocionales que suelen formar parte de la envidia y que son los siguientes:

  • Deseo de lo que tiene otra persona, consistente en la obsesión recurrente por poseer el objeto o cualidad de otra persona, con los sentimientos de frustración correspondientes, que aparecen ante la dificultad en conseguir lo que se anhela.
  • Hostilidad hacia la otra persona, ya que es común que se perciba como injusto que otros posean lo que se pretende y ello facilita la aparición de hostilidad hacia los responsables.
  • Resentimiento global, que surge cuando la persona no logra identificar y concretar a los responsables de su deseo o anhelo.
  • Admiración por la otra persona, que se produce cuando la persona que siente envidia puede admitir las cualidades del otro, ya que la envidia no implica una alteración del raciocinio.
  • Sentimientos de inferioridad, que se da en aquellos casos en los que la persona que padece envidia reconoce las cualidades de la persona envidiada, si bien este hecho no le lleva a admirarla, sino que le genera profundos sentimientos de inferioridad. Estos sentimientos afectan negativamente al autoconcepto e incluyen reacciones de tristeza, ansiedad y estrés.
  • Sentimientos de culpa, que se producen cuando la propia persona reconoce la envidia que padece y toma conciencia de su injusticia. En estas ocasiones, la persona puede experimentar sentimientos de culpa y vergüenza.

Estos episodios emocionales ocurrirán dependiendo de cómo se interprete la situación y sobre qué aspectos de la misma se enfatice. En la práctica, existe poca probabilidad de que algunas de estas experiencias ocurran a la vez, mientras que otras sí pueden suceder simultáneamente. De esta manera, no es extraño que determinadas personas sientan admiración por otra persona y a la vez sufran sentimientos de inferioridad con respecto a ella. Dos de los procesos cognitivos principales implicados en este último caso están relacionados con las atribuciones de justicia y culpabilidad. Es decir, si el estado de inferioridad en el que se encuentra la persona es debido principalmente a uno mismo, entonces las respuestas más probables serán los sentimientos de inferioridad. Por el contrario, si la persona entiende que la situación asimétrica en la que se encuentra se debe al hecho de haber recibido un trato injusto, las reacciones emocionales y cognitivas más probables serán de ira y hostilidad. Si, además, se da el caso de que la persona envidiada es la responsable de la desventura, lo más probable es que dicho resentimiento se dirija hacia ella mediante emociones todavía más destructivas e intensas, tales como el odio.

El ilustre filósofo y pensador Miguel de Unamuno, se refirió a las connotaciones negativas de la envidia, acuñando la siguiente frase:

“La envidia es mil veces más terrible que el hambre,

porque es hambre espiritual”.

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