Las creencias pueden conceptualizarse como estados de la mente en los que las personas asumen como verdaderos y válidos los conocimientos o experiencias que tienen sobre determinados sucesos o cosas. Dichas creencias forman parte de los esquemas mentales, que también abarcan todo tipo de actitudes y paradigmas presentes en una determinada persona.
Existe un conjunto de creencias esenciales que las personas tienen sobre sí mismas, sobre el mundo y sobre las demás personas. Se trata de creencias implícitas, que se basan en la experiencia emocional y a las que las personas se adhieren fuertemente, hasta el punto de que las mantienen incluso ante evidencias en contra.
Muchos psicólogos mantienen que el ser humano funciona del mismo modo que una máquina de creencias. De este modo, sostienen que, para favorecer la supervivencia, los seres humanos desarrollan complejos sistemas de creencias que no están orientados primordialmente a la obtención de la verdad ni se guían necesariamente por los principios de la lógica. En este sentido, cuando las personas generan creencias, su principal preocupación no es, ni mucho menos, garantizar que sean reales y verídicas. El funcionamiento de este sistema es capaz de generar tanto creencias falsas como creencias correctas. En la medida en que sirven para orientar las acciones futuras de la persona, al margen de que sean correctas o no, cumplen su función de ser útiles para la supervivencia.
La prestigiosa psicóloga Janoff – Bulman, entre otros investigadores, defiende la idea de que las personas desarrollan a lo largo del tiempo un sistema conceptual básico que les permite funcionar de manera eficiente y les proporciona expectativas acerca del mundo y de sí mismos. Para estos psicólogos, el contenido de las creencias básicas de las personas gira en torno a tres categorías primarias:
- Creencias sobre la benevolencia.
- Creencias sobre el sentido del mundo, el control, el azar y la justicia.
- Creencias sobre la dignidad de uno mismo.
En cuanto a las creencias sobre la benevolencia, los estudios revelan que las personas son optimistas por naturaleza, y tienden a pensar que suceden más cosas positivas que negativas. Dichas creencias, que implícitamente señalan un balance globalmente positivo del mundo, son coherentes con el optimismo ilusorio, y también, con la ilusión de invulnerabilidad, ya que, en general:
- Las personas se sienten relativamente invulnerables.
- Tienden a pensar que su futuro es positivo.
- Creen que tienen menos probabilidades que el resto de las personas de sufrir hechos negativos.
- Creen que tienen más probabilidades de que les ocurran hechos positivos.
Por otra parte, las personas también tienden a creer que el mundo social es benevolente, que las personas son buenas y bondadosas, y a sentirse integradas socialmente. Estas creencias parecen tener su origen en la necesidad hedónica y básica de pertenencia, de gregarismo y de establecer relaciones positivas con otros. En este caso se puede apreciar, por un lado, una necesidad de pertenencia o afiliación satisfactoria y estable con grupos con los que se trabaja y comparte actividades y que valoran a la persona, y, por otro, una necesidad de intimidad o de relaciones estables de cariño y cuidado, que pueden adoptar diversas formas no excluyentes.
Con referencia a las creencias sobre el sentido del mundo, el control, el azar y la justicia, se puede afirmar que en general, las personas tienden a pesar que el mundo tiene sentido y propósito. Por tanto estiman que existe orden y posibilidad de predecir, es decir, que el mundo se puede entender y comprender. De hecho, los seres humanos suelen manifestar las siguientes creencias al respecto:
- Creencias en el control del mundo, que consisten en las sobrevaloración que las personas hacen de su capacidad de control.
- Las creencias sobre el azar, que afirman que las cosas no ocurren por azar.
- Las creencias sobre la justicia, según las cuales las personas reciben lo que se merecen y merecen lo que les ocurre. En otras palabras, que los que les ocurre es justo.
En la base de este tipo de creencias se sitúa la satisfacción de tres necesidades básicas de los seres humanos, que están orientadas a favorecer la comprensión del mundo y en cualquier caso, la supervivencia. Tales necesidades son las siguientes:
- La de mantener un sistema relativamente estable y coherente de creencias acerca del mundo.
- La de asimilar las novedades dentro de las creencias ya existentes y reducir de esa forma la incertidumbre.
- La de atribuir significado al mundo y garantizar la consistencia o congruencia entre creencias.
Por último, y en referencia a las creencias sobre la dignidad de uno mismo, este tipo de creencias se centran sobre el yo de la persona y su carácter de merecedor y digno de respeto. Aquí destacan las creencias positivas sobre el yo o autoestima. De hecho, las investigaciones revelan que la mayoría de las personas tienden a tener una autoestima alta y que las personas con menores niveles de autoestima tienen una visión menos positiva, pero positiva a fin de cuentas. Finalmente, las personas recuerdan más los hechos en las que juegan un papel protagonista y también los hechos positivos que les ocurren, al mismo tiempo que tienden a atribuir sus éxitos a causas internas y sus fracasos a causas externas, lo que contribuye a reforzar la creencia en su eficacia.
Una reflexión que guarda estrecha relación con la temática de los sistemas de creencias fue aportada por el escritor, poeta y pensador Oscar Wilde:
“El hombre puede creer en lo imposible, pero no creerá nunca en lo improbable”