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Amaxofobia: la pesadilla de conducir

Posted on 08/07/2013 por clicpsicologos
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Amaxofobia es el término que se utiliza en psicología para designar el miedo persistente e irracional a conducir un vehículo. La palabra viene del griego: amaxo, que significa carruaje, y phobos, que significa miedo.

miedo a conducir

Hay que diferenciar esta fobia de la lógica preocupación cuando se conduce en circunstancias especialmente complicadas, o cuando se ha presenciado o sufrido algún accidente. Tampoco se puede hablar de amaxofobia cuando existan otros trastornos de ansiedad que pudieran justificar este miedo.

 

Este problema está vinculado con el Trastorno por Estrés Postraumático (TEP) o con otro tipo de fobias
relacionadas con viajes o movimientos, como el miedo a volar, por lo que puede ser muy incapacitante.

No sólo se trata de temor a conducir, sino que se puede extender a la imaginación e influir, por ejemplo en el examen teórico, cuando se plantean situaciones de tráfico en las que hay que tomar una decisión.Según estudios recientes, casi un tercio de los conductores pueden padecer esta fobia en mayor o menor grado, sin embargo, este problema no suele ser admitido por miedo a la incomprensión, lo que contribuye a su desconocimiento y a la falta de sensibilidad social.La amaxofobia supone un estado de agitación, de inquietud permanente, que impide la acción de conducir o que la convierte en una verdadera pesadilla para quién la padece. Entre los síntomas destaca la angustia, la sensación de inseguridad y vulnerabilidad, estrés y negatividad.Aunque puede no ser incapacitante para conducir, se ha demostrado que complica esta acción hasta el punto de incrementar la accidentalidad.Se suelen establecer dos niveles:

  • Paralizante: aquel que impide a la persona conducir, aun en las mejores condiciones.
  • Miedo ante circunstancias específicas: el miedo en este nivel responde a variables externas como la luz, la densidad de tráfico, el tipo de vía, la climatología, etc.

En proporción, el miedo paralizante supone menos del veinte por ciento del total. También se han hallado marcadas diferencias en función del sexo, siendo la proporción de mujeres que padecen esta fobia casi el doble que la de hombres.
En el caso de los hombres, el miedo paralizante se ha relacionado con edad avanzada y una merma de las capacidades físicas que les hacen sentirse inseguros.

Por parte de las mujeres, el miedo paralizante tendría que ver principalmente con circunstancias familiares que debilitarían su autoestima o con una dura experiencia inicial en relación con la conducción (Pérez Peláez, 2005).

Tratamiento:

Entre los tratamientos que han demostrado ser más efectivos destaca la técnica empleada por la psicología cognitivo-conductual.

Desde esta perspectiva se trata de comenzar por una toma de conciencia del problema por parte del paciente. Para ello los psicólogos tendrán en cuenta sus condiciones particulares. A partir de esta toma de conciencia se involucra al paciente en la planificación y la organización del trabajo necesario para la recuperación.

tratamientoEl siguiente paso debe ser el de potenciar la confianza y la autoestima del paciente, recuperando o aprendiendo las técnicas específicas para la conducción. Esta terapia se complementa con estrategias de afrontamiento para resolver los problemas que van a surgir, como: detención del pensamiento, autoinstrucciones, técnicas de relajación, etc.

 

Finalmente se lleva a cabo una exposición progresiva a la fobia, que puede comenzar por la imaginación, o bien partir de un contexto de conducción muy controlado y sencillo para ir introduciendo complejidad a medida que la persona va ganando seguridad y confianza en sí misma.

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WhatsApp y sus riesgos

Posted on 28/03/2013 por clicpsicologos
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En la sociedad actual, donde las nuevas tecnologías ocupan un espacio cada vez más importante, la aplicación WhatsApp constituye un auténtico fenómeno de masas. Dicha aplicación permite enviar y recibir mensajes mediante internet, sustituyendo a los servicios tradicionales de mensajes cortos o sistemas de mensajería multimedia. Además, también ofrece otro tipo de utilidades, ya que los usuarios pueden crear grupos y enviar entre ellos un número ilimitado de imágenes, vídeos y mensajes de audio entre otras funciones. Debido a la creciente demanda de este servicio por parte de la sociedad, diversos profesionales han llamado la atención sobre los posibles riesgos que entraña un mal uso de este tipo de tecnologías. En este sentido, diversos psicólogos, entre los que destaca el catedrático de Psicología Enrique Echeburúa, consideran que el uso indebido del servicio de mensajes WhatsApp entraña ciertos riesgos que conviene conocer y tener en cuenta.

En efecto, el servicio de mensajería WhatsApp permite realizar ciertas averiguaciones de una forma muy sencilla. De este modo, cualquier usuario del servicio puede saber cuando alguno de sus contactos está en línea, el tiempo que hace que no se conecta e incluso saber a la última hora que estuvo conectado. Estas averiguaciones, aunque aparentemente inocentes, pueden resultar comprometedoras y, de hecho, es cada vez más habitual que la aplicación acabe desencadenando conflictos amorosos o malentendidos entre amigos. Sobre todo si los usuarios hacen uso de la aplicación de una forma irracional o como una herramienta de control.

Por el contrario, WhatsApp también tiene su lado bueno si se utiliza de forma racional y responsable, ya que permite comunicarse e intercambiar información de manera gratuita y rápida desde cualquier parte del mundo con tan sólo conectarse a una red wifi.

No obstante, cada vez resulta más habitual la escena de ver a una pareja o a un grupo de amigos con un refresco en una mano y con el móvil en la otra. Este es otro de los problemas de WhatsApp, dado que su mala utilización puede generar un desinterés por la vida real, constituyendo una verdadera adicción.

El Psicólogo Enrique Echeburúa pone como ejemplo de adictos a personas que son capaces de escribir multitud de mensajes entre las diez de la noche y las dos de la madrugada, lo que constituye una anomalía que altera el transcurso normal de la vida de cualquier persona que trabaje, estudie o tenga amigos y aficiones. Según este experto psicólogo, también tienen un problema de adicción aquellas personas que utilizan esta aplicación móvil para controlar, o aquellas que no son capaces de charlar con otras personas sin dejar de consultar el móvil de forma constante y respondiendo a los mensajes de forma inmediata, cualquiera que sea el escenario. Por tanto, la pérdida de control, una interferencia grave en la vida cotidiana y una dependencia constante son determinados síntomas que padecen los individuos que han pasado de ser meros usuarios de WhatsApp a sujetos aquejados por una adicción.

Entre las recomendaciones que ofrecen los Psicólogos para evitar este tipo de dependencia y adicción a la aplicación WhatsApp, destacan las siguientes:

  • Poner límites horarios a la hora de utilizar la aplicación.
  • En la medida de lo posible intentar no interrumpir las tareas que se están haciendo para consultar nuevos mensajes o notificaciones, de manera que la aplicación no suponga una interferencia con las actividades cotidianas del sujeto.
  • En el caso de que la persona ya sea adicta, es recomendable una abstinencia de varios meses, para luego volver a aprender a utilizar la aplicación de una manera más racional.
Por último destacar que la adicción a WhatsApp y a otras nuevas tecnologías, no sólo constituye un fenómeno que afecta a personas adolescentes, sino que también afecta a personas maduras. Por tanto, es importante conocer si la persona que padece este tipo de adicción puede presentar otro tipo de problemas psicólogicos susceptibles de estar influyendo en dicha adicción, tales como baja autoestima, ansiedad, depresión, inseguridad, timidez extrema…

Finalmente, señalar que debido a que la implantación de WhatsApp en nuestra sociedad es reciente, aún no hay datos de esta patología asociada al uso irracional de la aplicación. No obstante, los especialistas detallan que el porcentaje de usuarios que realizan un uso inadecuado de esta herramienta puede situarse en torno al 5 y el 9% del total de personas que usan WhatsApp.

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El Trastorno Límite de la Personalidad

Posted on 19/03/2013 por clicpsicologos
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El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) también denominado Borderline, se define fundamentalmente como un desorden de la personalidad caracterizado por inestabilidad emocional, pensamiento extremadamente polarizado y dicotómico y relaciones interpersonales caóticas. El perfil global del trastorno también incluye  una inestabilidad generalizada del estado de ánimo, de la autoimagen y de la conducta, así como del sentido de identidad. Este trastorno se incluye en el DSM-IV dentro del grupo de trastornos de la personalidad denominados dramático – emocionales, siendo el más común de los trastornos de la personalidad.

El origen del TLP suele atribuirse fundamentalmente a causas genéticas y relacionadas con la producción de serotonina, es decir, la hormona del placer en el cerebro. No obstante, los factores culturales y sociales también juegan un importante papel a la hora de determinar la personalidad y comportamiento de este tipo de sujetos.

Los sujetos que padecen este trastorno suelen ser muy sensibles a las circunstancias ambientales, experimentando intensos temores a ser abandonados. Esta situación está relacionada con su falta de tolerancia a la soledad, mostrando un deseo extremo de estar acompañados. Estos individuos muestran fuertes reacciones ante una separación temporal o ante cambios inesperados en los planes. De hecho, este tipo de reacciones pueden llegar a ser extremas y autodestructivas, llevando a comportamientos tales como autolesiones e intentos de suicidio. No obstante, y a diferencia de los que sucede con las personas que tienen depresión, las personas con TLP suelen tener más actos de tipo parasuicida y autolesiones y menos intentos graves de suicidio. De manera que juegan más con este tipo de conductas de forma que suelen aparecer como llamadas de atención o manipulaciones, lo cual no significa que no hayan de ser tenidas en cuenta y ser abordadas lo antes posible en la terapia. Con frecuencia, estos comportamientos se muestran por los temores de separación característicos de este trastorno, o en situaciones en las que se desprenda la expectativa de verse obligados a asumir una mayor responsabilidad.

Las personas que presentan un TLP tienden a presentar un patrón de relaciones marcadamente inestables e intensas, con frecuentes idealizaciones en los momentos iniciales, lo que les lleva a compartir rápidamente sus intimidades con otras personas. Sin embargo, este comportamiento no es mantenido en el tiempo, y en múltiples ocasiones se produce  un giro radical hacia la devaluación del sujeto, sobre todo cuando consideran que éste no les da todo el tiempo, atención y afecto que merecen. De este modo, sus interacciones están marcadas por la posibilidad de recibir del otro y cuando alguna de sus expectativas es incumplida, pasan del ensalzamiento al ataque cruel del sujeto elegido. Por consiguiente en la mayor parte de las relaciones que establecen los sujetos con TLP, subyace un comportamiento manipulador.

Otra de las características del TLP es la tendencia a presentar cambios bruscos en la autoimagen, así como impulsividad en áreas potencialmente   peligrosas, tales como consumo de sustancias estupefacientes, prácticas sexuales de riesgo, conducción temeraria, juego…

Los sujetos con TLP también suelen expresar una alta reactividad en su estado de ánimo, sobre todo frente al estrés interpersonal, teniendo con frecuencia problemas para controlar sus expresiones. Dicho estado de ánimo puede ser interrumpido por períodos de ira, desesperación o angustia, a los que se suma un sentimiento crónico de vacío, así como de maldad y culpa por sus expresiones. Durante los períodos de estrés extremo pueden presentar ideaciones paranoides transitorias o síntomas disociativos, sin que sean merecedores de diagnóstico adicional. Así mismo, algunos sujetos incluidos en este trastorno pueden presentar síntomas característicos de las Psicosis, entre los que destacan las alucinaciones.

El Trastorno Límite de Personalidad es más frecuente en mujeres que en hombres y suele manifestarse al inicio de la edad adulta, cursando con un patrón de inestabilidad crónica en ese momento, con episodios de grave descontrol afectivo e impulsividad, y alta frecuencia de uso de los servicios sociales y de salud. Por lo general, las conductas más graves asociadas a este trastorno, como los intentos de suicidio y conductas autolesivas, tienden a desaparecer con la edad y las personas con TLP van logrando una mayor estabilidad en sus relaciones sociales y ámbito laboral en torno a la cuarta y quinta décadas de la vida. En este sentido, el TLP constiuye un trastorno complejo y difícil de abordar a nivel terapéutico, siendo las siguientes modalidades terapéuticas las más utilizadas y las que han ofrecido resultados más esperanzadores: Psicoterapia, Terapia Cognitivo –  Conductual, Terapia Dialéctico – Conductual, Psicoanálisis, Terapia Cognitivo – analítica y la combinación de Psicoterapia y Farmacoterapia.

Para finalizar y a modo de curiosidad, destacar que diversos analistas, entre los que destaca el Psicólogo Borwin Bandelow hallaron rasgos de TLP en diversos personajes históricos y personalidades a partir del estudio de sus datos biográficos. En efecto, personajes tales como César Borgia, Jim Morrison,  Juana de Arco, Sid Vicious y Diana Spencer, entre otros, presentaban según estos autores, características propias del Trastorno Límite de la Personalidad.

 

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Consejos para cumplir los objetivos de año nuevo

Posted on 30/01/2013 por clicpsicologos
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Las personas que llevan agenda suelen anotar más objetivos en un día de los que pueden cumplir, aunque no por esto se desanimen. Llegando el final de cada jornada, suelen tachar cada objetivo no cumplido y anotarlo junto a los del día siguiente, con optimismo, sin pensar en si estarán siendo o no realistas.

Con la llegada del fin de año nos encontramos con el mismo fenómeno psicológico, aunque a mayor escala. Durante los últimos días del calendario hacemos una revisión poco crítica sobre los objetivos alcanzados y posponemos cualquier actividad que nos resulte compleja o tediosa, para el año siguiente.

Solemos confiar en que esta vez será la definitiva y dejarnos llevar por lo que los psicólogos llaman: optimismo infundado, agravando a menudo ciertos problemas durante las fiestas, ya que nos olvidamos de cuidarnos pensando que en la nueva agenda no figurarán los excesos cometidos, sino únicamente los objetivos cumplidos.

Tras las navidades suele comenzarse el cambio con cierta intensidad, pero esa voluntad comienza a deshincharse pronto y año tras año vemos nuestros objetivos fracasar.

Insensibles a esta retroalimentación, volvemos una y otra vez a comenzar con esperanza el cambio, pero tropezamos en los mismos errores. A continuación destacamos algunos de los más comunes y proponemos varias soluciones:

Uno de los problemas fundamentales es nuestra tendencia a abarcar demasiado. Nos planteamos varios objetivos, sin definición, de manera confusa. Para este caso vale la regla: “menos es más”. Hay que marcarse pocos objetivos, concretos y realistas.

A la hora de definir claramente los objetivos, para evitar una excesiva ambición, es importante probar nuestra competencia inicial y así hacernos una idea de la dificultad de la tarea y el esfuerzo al que nos enfrentamos.

Esta experiencia previa puede ayudar también a organizar y planificar la consecución y estrategias para lograr los objetivos deseados.

Si comenzamos con tareas demasiado exigentes o complejas, será más fácil perder la motivación. Para evitar que esto ocurra hay que planificar, dividir bien el trabajo y procurar que el esfuerzo sea progresivo.

Con respecto a la motivación, que es un aspecto fundamental, hay que decir que los objetivos deben ser importantes, trascendentes, no prescindibles o banales. Se recomienda crear la máxima difusión del mensaje, anotarlo en varios soportes y compartirlo con el entorno para tenerlo bien presente. Si unimos el esfuerzo que requiere cambiar de hábitos a una escasa motivación, estaremos condenados al fracaso. Hay que premiar cada pequeño logro, sobre todo al principio.

Además de conocer el esfuerzo, es interesante tratar de anticipar y prevenir los obstáculos o problemas que puedan surgir durante el camino y sobre todo no perder el ánimo ante posibles imprevistos.

Cualquier día es bueno para comenzar el cambio.

Aunque en estos primeros días del año contemos con cierto impulso motivador, lo fundamental es la perseverancia, no rendirse si esa inercia resultara insuficiente. Se puede continuar o comenzar de nuevo en cualquier otra fecha, contaremos con más experiencia y por lo tanto mayores garantías de éxito.

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Optimismo y Salud

Posted on 18/10/2012 por clicpsicologos
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El optimismo es una variable que siempre ha interesado a los psicólogos debido al fuerte impacto que puede ejercer sobre la salud de los individuos. De hecho, las personas optimistas, como consecuencia de considerar que sus metas son posibles, tienden a experimentar afecto positivo. En este sentido, numerosos estudios han mostrado que las personas optimistas se sienten mejor que las pesimistas, es decir, informan de más emociones positivas y de menos negativas.

Los estudios sobre optimismo no sólo le han relacionado con bienestar psicológico y afecto positivo, sino que también se vincula el optimismo con una mejor salud física en términos generales y con una menor incidencia de determinadas enfermedades tales como el cáncer y ciertas patologías coronarias.

Por otra parte, el optimismo se relaciona con mejores resultados en cualquier ámbito de la vida de una persona, considerándose que esto es posible debido a que las personas optimistas afrontan de manera más efectiva los problemas con los que se encuentran. En efecto, cuando surgen los inevitables impedimentos en la consecución de las metas que se están persiguiendo, los optimistas consideran que las metas, aún así, pueden ser logradas, mientras que los pesimistas tienden a creer que dichas metas no son posibles. Otra característica de las personas optimistas es su tendencia a persistir en los esfuerzos para lograr sus objetivos, aún cuando el progreso es lento o difícil. Por el contrario, las personas que no ven los resultados como posibles, es decir, los pesimistas, dejan de esforzarse para obtener las metas. En este sentido, cabe decir que las expectativas constituyen un determinante muy importante en el comportamiento relativo a continuar intentándolo o abandonar una determinada tarea.

En cuanto a estilos y estrategias de afrontamiento, cabe destacar que las personas optimistas tienden a emplear estrategias dirigidas a la solución directa de los problemas, sobre todo cuando valoran la situación como controlable y cuando creen que se puede hacer algo por cambiar la situación problemática. Además cuando las situaciones son incontrolables, los optimistas emplean estrategias de afrontamiento centradas principalmente en la emoción, lo que les permite tener ventaja en las situaciones que no se pueden cambiar. Dichas estrategias de afrontamiento que les sirven para protegerse del malestar emocional originado por una situación problemática, son principalmente las siguientes:

  • Reevaluación positiva.
  • Aceptación de la realidad.
  • Búsqueda del lado positivo de la situación.
  • Uso del humor.

En el polo opuesto se sitúan los pesimistas, que suelen emplear estrategias tales como las de escape o evitación, escasa o nula implicación en las metas que el estresor interfiere, o estrategias que se centran en la negación del problema.

A pesar de lo descrito anteriormente acerca de los beneficios que obtienen las personas optimistas, lo cierto es que también existen personas que presentan niveles demasiado exagerados de optimismo, que pueden tornarse en perjudiciales para el sujeto,  debido a que mantienen ideas no realistas o ilusorias. Este tipo de optimismo ilsuorio hace referencia a la tendencia que presentan algunas personas de creer que tienen menos probabilidades de sufrir eventos negativos que las demás personas que les rodean. Serían personas que creen tener una especie de invulnerabilidad, lo que les lleva  a desatender muchas conductas de promoción de la salud.

Por último, atendiendo a los principales estudios llevados a cabo sobre la relación entre optimismo y salud, cabe destacar las siguientes conclusiones:

  • Las emociones positivas se relacionan tanto con el bienestar psicológico como con el bienestar físico.
  • Las personas más felices son las que experimentan frecuentes emociones positivas, aunque sean de intensidad moderada, dado  que las emociones muy intensas, además de poco frecuentes, producen subidas en el ánimo que no son duraderas.
  • Las personas optimistas tienen muchas menos probabilidades de presentar trastornos tales como depresión y ansiedad.
  • El optimismo tiene efectos directos sobre los sistemas fisiológicos, propiciando una menor reactividad cardiovascular ante el estrés y un mejor estatus inmunológico.
  • El optimismo ayuda a las personas a desarrollar un mayor número de conductas de mantenimiento y promoción de la salud.
  • Los optimistas se implican en estrategias directas de solución de problemas cuando las situaciones se pueden cambiar y cuando no se pueden cambiar utilizan estrategias adaptativas dirigidas a reducir el impacto emocional.
Por último, hacer referencia a una reflexión del poeta Tagore en la que daba buena cuenta de su optimismo ante la vida:
“Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta,
cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, sin importar lo oscuro que esté el presente”.

 

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Salud mental y deporte

Posted on 04/10/2012 por clicpsicologos
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El ejercicio físico constituye una práctica social directamente relacionada con la evolución de los niveles de vida económico y social a lo largo del tiempo. Por tanto, el papel que cumple esta actividad o ejercicio físico se ha modificado con el paso del tiempo. De hecho, en sus inicios tenía un carácter muy funcional, bien en relación con la preparación para la guerra, bien como parte de la preparación para el desempeño laboral. Actualmente, la práctica de ejercicio físico pretende cosas diferentes, teniendo como principales objetivos la consecución de bienestar físico y psicológico, el conocimiento y dominio del propio cuerpo, la ampliación de posibilidades individuales, la consecución de objetivos formativos y educativos y de modo más global la contribución a la formación integral del sujeto.

Por otra parte, los efectos beneficiosos, tanto físicos como psicológicos, que se derivan de la práctica de actividades físicas – deportivas son múltiples. Entre ellos destacan los siguientes:

  • Incremento de la capacidad cardiorrespiratoria y muscular.
  • Aumento del nivel de endorfinas y opiáceos.
  • Control del peso corporal.
  • Mejora del tono muscular.
  • Mejora de la líbido y la satisfacción sexual.
  • Reducción del estrés.
  • Reducción del sedentarismo.
  • Aumento de las habilidades de autocontrol.
  • Mejora del estado de ánimo.
  • Aumento de la red de apoyo social.
  • Aumento de la autoestima.

En conjunto, la práctica de actividad deportiva constituye una actividad lo suficientemente saludable como para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considere como una de las áreas básicas de actuación en su documento sobre la salud para todos. No obstante, un aspecto que se debe tener muy en cuenta es que la actividad física y deportiva debe estar adecuadamente enfocada, dirigida y controlada, de cara a evitar potenciales efectos adversos tales como la adicción a la actividad física en detrimento de otros valores, la extrema competitividad, el carácter de trabajo obligatorio autoimpuesto, la presencia de violencia o la ausencia de diversión y disfrute.

En relación a lo anterior, una de las áreas que más se ha ocupado de la relación entre la actividad física y la salud mental ha sido la Psicología de la Motivación. De hecho, los psicólogos motivacionales han realizado numerosos estudios y aportaciones con la finalidad de conseguir que el deporte y la actividad física sirvan como instrumentos de integración social y como medios para la salud física y psíquica de los individuos.

En cuanto a la utilización del deporte como recurso terapéutico, lo cierto es que suele funcionar muy bien como actividad complementaria a diversos tratamientos psicológicos o como medio para prevenir algunos problemas de carácter psicosocial. En este sentido, el deporte resulta beneficioso en situaciones problemáticas de tipo pasivo y de efectos individuales, tales como los hábitos sedentarios, las dolencias cardíacas, el estrés, la ansiedad y la depresión. Pero además, la actividad deportiva también constituye un apoyo terapéutico en situaciones que pueden tener un efecto directo más allá de la propia persona, como son las adicciones o las conductas delictivas. De este modo, las posibilidades como apoyo terapéutico del deporte han sido muy eficaces en la rehabilitación de sujetos drogodependientes. De hecho, uno de los efectos más evidentes de la drogadicción es el deterioro físico de la persona y de sus capacidades perceptivo – motrices. En este sentido, una adecuada preparación físico – deportiva contribuye a la recuperación orgánica del individuo y a la producción de efectos positivos a nivel psicológico, mejorando la autoimagen, aumentando la sensación de bienestar y  favoreciendo aspectos psicosociales tales como el cumplimiento de normas de convivencia y de relación.

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Psicología y alimentación

Posted on 19/09/2012 por clicpsicologos
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A la hora de abordar la relación entre la salud mental y la alimentación, conviene tener en cuenta que actualmente  los actos de comer y beber no sólo representan una conducta biológica destinada a la supervivencia, sino que son actos que tienen en conjunto un gran significado social y cultural.

Los psicólogos han puesto de manifiesto que debido a la gran carga simbólica de la conducta de comer, ésta puede servir de vehículo de expresión de múltiples enfermedades. De hecho, dicha conducta anómala puede encontrarse con relativa frecuencia en diversos trastornos de la alimentación que no dependen de una perturbación directa de los mecanismos neurofisiológicos del hambre y la sed, sino que son recursos expresivos mediante los cuales el individuo pone de manifiesto sus disconformidades con el ambiente y sus problemas afectivos. En ciertos casos, el trastorno alimentario constituye un síntoma, aislado o no, de un trastorno de la personalidad del individuo o de alguna función de su vida psíquica. Estos trastornos en la alimentación, fáciles de entender si se considera la importancia de las comidas dentro de la vida de relación de la persona, pueden ser la expresión de diversos sentimientos, inadaptación, conflictos y ansiedad. En efecto, se ha constatado que en los estados de depresión hay una mayor tendencia a la anorexia, mientras que en los estados de ansiedad, pueden producirse los mismos síntomas o, por el contrario, presentarse conductas impulsivas y abusivas respecto a la comida, como un intento de olvidar la sensación de ansiedad.

Las personas que viven en armonía y que están adaptadas a las tensiones de su ambiente suelen presentar unas reacciones normales a las sensaciones de hambre y sed, sin caer en trastornos por exceso o defecto y manteniendo una pautas de alimentación saludables.

Por otra parte, los efectos psicológicos que produce la ingesta de determinados alimentos, condiciona en gran medida las pautas alimentarias de las personas,  siendo estos efectos diferentes en función de las preferencias y características de personalidad de cada individuo.

A pesar de que los efectos psicológicos de los alimentos han sido mucho menos estudiados que los efectos físicos, en realidad tienen una importancia fundamental y de hecho muchas dietas suelen abandonarse más por razones psicológicas que de cualquier otro tipo.

Como norma general, los alimentos que le gustan a una determinada persona suelen producir la liberación de beta – endorfinas y ayudan a mejorar el estado de ánimo. No obstante, si esos alimentos que le gustan a una persona determinada, no debe tomarlos por problemas de salud o por estar realizando algún tipo de dieta, en ese caso los sentimientos de culpa que experimenta la persona pueden contrarrestar el efecto positivo, siendo esta situación más frecuente en mujeres que en hombres. En este sentido, la mayor parte de los psicólogos coinciden en que lo más saludable es olvidarse de esos sentimientos de culpa, mediante una ingesta moderada y saludable de las comidas que nos gustan, adaptándonos así a las necesidades y gustos de cada uno.

Los efectos psicológicos de los alimentos presentan una gran carga subjetiva, que se ve reforzada por el hecho de que un determinado alimento gusta más o menos a una determinada persona, además de por sus propiedades organolépticas (sabor, olor, aspecto…), por otros factores como las experiencias previas con ese alimento, circunstancias sociales que lo acompañan y otro tipo de factores personales. Un hallazgo importante tiene que ver con el diferente tipo de asociación establecido por hombres y mujeres ante el consumo de determinados tipos de alimentos con elevada carga calórica y que suelen denominarse comidas prohibidas. En este sentido, los hombres tienden a relacionar este tipo de alimentos con situaciones y momentos de hambre, mientras que para las mujeres tienen más que ver con situaciones negativas, como aburrimiento o estrés.

A la luz de los estudios realizados al respecto, se puede concluir que no es conveniente establecer estrategias de alimentación generalizadas (dietas, menús…) e iguales para todos, ya que las estrategias individualizadas son mucho más efectivas a la hora de atender y cubrir las preferencias, necesidades, evolución y condiciones particulares de cada individuo.

Finalmente, conviene destacar que se ha constatado la existencia de una serie de alimentos muy útiles para el buen funcionamiento y mantenimiento de un óptimo nivel de actividad cerebral. Entre los alimentos que ayudan a mantener un cerebro saludable destacan los siguientes:

  • Arándanos: los arándanos ayudan a proteger el cerebro del estrés oxidativo y pueden reducir los efectos de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el Alzheimer o la demencia. Los estudios indican también que una dieta rica en arándanos incrementa de forma significativa la capacidad de aprendizaje y las habilidades motoras a pesar del envejecemiento, pudiendo compararse mentalmente a otros cerebros más jóvenes.
  • Salmón salvaje: el salmón es rico en ácidos grasos esenciales omega-3. Estos ácidos grasos son fundamentales para la función cerebral y se encuentran también en otros pescados grasos.
  • Frutos secos y semillas: los frutos secos y las semillas son una buena fuente de vitamina E. Unos niveles elevados de esta vitamina dan lugar a un menor deterioro cognitivo durante el envejecimiento.
  • Aguacates: son tan buenos como los arándanos para la salud cerebral. Además contienen grasas monoinsaturadas, lo que contribuye a mantener una circulación sanguínea saludable. Los aguacates también disminuyen la tensión arterial y, puesto que la hipertensión es un factor de riesgo para el deterioro de las capacidades cognitivas, una tensión arterial más baja ayuda a potenciar la salud cerebral.
  • Cereales integrales: los cereales integrales como la avena, el pan integral y el arroz integral pueden reducir el riesgo de cardiopatía. Si se mejora la salud cardiovascular, se potencia el buen funcionamiento del organismo, lo que incluye el cerebro.
  • Legumbres: las judías estabilizan los niveles de glucosa (azúcar en sangre). El cerebro utiliza la glucosa como combustible y, puesto que no puede almacenarla, depende de un aporte de energía continuado. Por tanto, las judías pueden proporcionar esta energía continuada a partir de la estabilización de los niveles de glucosa.
  • Granada: proporciona unos potentes beneficios antioxidantes, que protegen el cerebro del daño causado por los radicales libres. Otras frutas cítricas y vegetales poseen también importantes propiedades antioxidantes.
  • Té recién preparado: dos o tres tazas al día de té recién preparado contienen una modesta cantidad de cafeína que, consumida en moderación, puede potenciar la capacidad cerebral mejorando la memoria y la atención.
  • Chocolate puro: tiene importantes propiedades antioxidantes y además contiene varios estimulantes naturales que mejoran la atención y la concentración. Además, estimula la producción de endorfinas, lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo.

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Factores psicosociales y enfermedad

Posted on 13/07/2012 por clicpsicologos
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Desde hace varios años, los estudios de diversos psicólogos han constatado que las variables de tipo psicosocial modifican de forma importante la función inmunológica. La investigación en este ámbito se ha centrado fundamentalmente en el contexto del estrés psicosocial y en la influencia de los estados emocionales negativos, en particular de la depresión, como elementos moduladores del sistema inmune. De este modo, los tipos de situaciones estresantes que parecen inducir efectos negativos sobre la competencia inmunológica son muy diversos, si bien, al margen de las condiciones de estrés experimental o de estrés pre o posquirúrgico, suelen predominar aquellas situaciones que implican alguna forma de estrés psicosocial.

En relación con lo anterior, la evidencia empírica más amplia y más consistente proviene de los trabajos elaborados por un grupo de psicólogos de la Universidad de Ohio, que constataron que los sucesos vitales mayores guardan una gran relación con el funcionamiento del sistema inmunitario. Por tanto diversas situaciones relacionadas con el desempleo, estrés académico, divorcio y separación, son capaces de inducir decrementos significativos en los niveles de inmunocompetencia. Por otra parte, también demostraron  que las situaciones de estrés agudo tienden a producir un incremento en las respuestas emocionales depresivas y un efecto inmunosupresivo, mientras que las exposiciones a estresores crónicos se asocian con el desarrollo de determinados tipos de cáncer.

Uno de los estudios más relevantes en relación con los factores psicosociales y su influencia en el desarrollo de ciertas enfermedades, es el que llevaron a cabo Herbert y Cohen. Entre las conclusiones más importantes que obtuvieron cabe destacar las siguientes:

  • El estrés se asocia con un descenso en la capacidad de inmunocompetencia linfocitaria, es decir, la exposición a situaciones de estrés aumenta las probabilidades de padecer un cáncer.
  • Es posible incrementar la función inmune mediante estrategias de intervención focalizadas en la reducción del estrés.
  • Los ejercicios aeróbicos en general y el hecho de mantener una buena condición física son factores que se asocian positivamente con las respuestas del sistema inmunológico y con la resistencia a la enfermedad.
  • Los estresores mayores pueden generar trastornos afectivos tales como la ansiedad y la depresión, todo ello debido a una disminución en el nivel de competencia del sistema inmunológico.

Por último, señalar que los decrementos de la respuesta inmunológica motivados por factores psicosociales, se asocian fundamentalmente con las siguientes enfermedades y patologías:

  • Cáncer.
  • Alergia y problemas de piel.
  • Artritis reumatoide.
  • Enfermedades infecciosas (enfermedades causadas por virus, bacterias y hongos).
  • Trastornos cardiovasculares.
  • Trastornos gastrointestinales (úlcera péptica, síndrome de intestino irritable…).
  • Trastornos respiratorios (asma bronquial).
  • Diabetes Mellitus.
  • Dolor crónico.
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Relaciones interpersonales y apoyo social

Posted on 21/06/2012 por clicpsicologos
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Las personas somos seres eminentemente sociales y por tanto establecemos diversos tipos de relaciones interpersonales a lo largo de nuestras vidas. Dichas relaciones forman parte esencial de nuestra esfera social y sin ellas la vida humana sería inconcebible. En este sentido, diversos psicólogos de prestigio como Baumeister y Leary afirman que la necesidad de pertenencia o integración es una motivación humana básica, que consiste en un fuerte impulso para formar y mantener una serie de relaciones interpersonales duraderas, positivas y significativas. Además, estos autores sostienen que la satisfacción de este impulso implica los siguientes factores:

• Necesidad de interacciones frecuentes y afectivamente agradables con varias personas.

• Estas interacciones han de ocurrir en el contexto de un marco temporalmente estable y duradero de preocupación afectiva por el bienestar de la otra persona.

La soledad y la falta de pertenencia producen una privación grave y, en consecuencia numerosos trastornos entre los que destacan la depresión, baja autoestima y falta de habilidades sociales.

Las principales investigaciones llevadas a cabo desde el ámbito de la psicología han puesto de manifiesto que las relaciones interpersonales están estrechamente vinculadas con el bienestar de las personas y que tras la mayor parte de los comportamientos, cogniciones y emociones humanas, subyacen motivaciones sociales.

Otro hallazgo importante sobre las relaciones interpersonales, es que más que las características objetivas de las redes sociales de las personas, lo que parece mucho más importante de cara a la salud es si dichas redes proporcionan o no apoyo social. En este sentido, el apoyo social se compone de cuatro dimensiones fundamentales:

• Apoyo social emocional, que está relacionado con la estima, el afecto y la confianza que reciben las personas. De todos los tipos de apoyo, éste suele ser el que está más relacionado con la salud y el bienestar. De hecho las expresiones de afecto y cariño pueden tener efectos beneficiosos sobre múltiples factores asociados a la ansiedad y al estrés.

• Apoyo social instrumental, que tiene ver con la ayuda material que una persona recibe. Este tipo de apoyo, para ser efectivo, debe estar estrechamente vinculado con el factor estresante.

• Apoyo social empático, que se relaciona con los componentes de auto – afirmación, recepción de retroalimentación y de comparación social. Este tipo de apoyo proporciona validez y seguridad a las creencias y capacidades de las personas. Además incrementa la probabilidad de que los individuos afronten con realismo las demandas del medio.

• Apoyo informativo, que hace referencia a los consejos y sugerencias que reciben las personas. Este tipo de apoyo puede influir en las conductas relacionadas con la salud, o puede ayudar a evitar situaciones estresantes o arriesgadas. Es conveniente aclarar que el apoyo informativo no es igual a la información general que recibe un sujeto, sino más bien la información procedente de las personas con quienes se mantienen vínculos estrechos. De esta manera, es mucho más probable que una persona fume o beba alcohol si en su círculo familiar y de amistades estas conductas están extendidas y son ampliamente aceptadas que si no lo son.

En la actualidad hay dos líneas principales de investigación con referencia al apoyo social. El primer grupo de investigaciones se centran en medir si la persona se siente querida, valorada y si percibe que dispone de gente que le puede proporcionar ayuda en caso de necesitarla. Se trata, pues, de una percepción del apoyo social orientada hacia el futuro. Por su parte, la otra línea de investigación concibe el apoyo social en relación con el pasado, analizando si la persona ha recibido apoyo emocional, instrumental, informativo y empático a lo largo de su vida. Los resultados obtenidos han mostrado que los índices de apoyo social orientados hacia el futuro están más relacionados con la salud y el bienestar de las personas que los índices que se basan en el pasado.

Teniendo en cuenta lo anterior, se puede concluir que las relaciones interpersonales y el apoyo social son factores que tienen una gran importancia en la vida de las personas, proporcionando efectos beneficiosos tanto en la salud física como en la salud psíquica.

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Relación entre ansiedad, depresión y tristeza

Posted on 03/05/2012 por clicpsicologos
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La tristeza es una emoción básica que se produce en resupuesta a sucesos considerados displacenteros y que denota pesadumbre o melancolía. Constituye un estado afectivo originado por un decaimiento de la moral. Suele aparecer asociada a acontecimientos que implican separación, pérdida, fracaso, decepción e indefensión. Cuando la tristeza se agudiza, se hace persistente, se convierte en una reacción excesiva a los acontecimientos y se presenta sin causa justificada, daría paso a la depresión. De hecho, la depresión es un trastorno del estado de ánimo que supone una de las condiciones psicopatológicas más frecuentes  de los seres humanos. No obstante, el hecho de sentirse deprimido no es un síntoma suficiente para confirmar la existencia de una depresión, ya que la depresión como síntoma está presente en la mayor parte de los cuadros psicopatológicos.

Muchas veces no resulta fácil diferenciar la depresión clínica de los estados de ánimo depresivos transitorios y cotidianos. Con respecto a esta cuestión, ha surgido un intenso debate entre distintos psicólogos, que no llegan a un acuerdo a la hora de concluir si la diferencia entre la depresión patológica y el estado de ánimo depresivo transitorio es cualitativa o cuantitativa. Para algunos autores ambas categorías están dentro de un continuo, siendo la única diferencia la intensidad y número de síntomas. Sin embargo para otros, se trata de un verdadero salto cualitativo, de una diferenciación categórica.

La depresión constituye un trastorno o síndrome clínico que presenta, al igual que la ansiedad, manifestaciones en los tres sistemas de respuestas:

  • Nivel cognitivo – subjetivo, donde suele apreciarse un estado de ánimo triste, sentimientos de inutilidad y culpa, indecisión, dificultades de concentración, ideas de muerte recurrentes…
  • Nivel fisiológico, donde puede aparecer pérdida de peso o disminución del apetito, insomnio o hipersomnia, fatiga, pérdida de energía…
  • Nivel motor, se presentan síntomas tales como agitación o enlentecimiento psicomotor, restricción de las actividades…

 Los modelos actuales de la depresión confieren una gran importancia a las variables cognitivas que intervienen en el fenómeno depresivo. En este sentido, muchos autores vinculan la depresión con diversos pensamientos automáticos, autoesquemas negativos, distorsiones cognitivas o estilos atribucionales depresogénicos, encontrando una clara tendencia a la autoevaluación negativa y una atención selectivamente dirigida a los sucesos negativos y a las consecuencias inmediatas. Es interesante constatar que muchos de estos fenómenos cognitivos pueden observarse igualmente en sujetos ansiosos y que las técnicas cognitivas dirigidas a modificar o corregir dichas cogniciones desadaptadas son tan eficaces en el abordaje terapéutico de los trastornos de ansiedad como en el de la depresión.

En la práctica clínica diaria se puede comprobar que, en muchas ocasiones, los límites entre depresión y ansiedad no están tan claros como sería deseable, observándose puntos de coincidencia tanto en el plano fenomenológico como en los resultados de la evaluación mediante inventarios específicos.

La búsqueda de diferencias y similitudes entre la ansiedad y la depresión ha generado un gran volumen de literatura psicológica y psiquiátrica, destacando tres posiciones respecto a este problema:

  • Una posición unitaria, que considera que ambos trastornos difieren sólo cuantitativamente.
  • Una opción pluralista, que aboga por diferencias cualitativas.
  • Un modelo mixto, que se inclina por un síndrome independiente ansiedad – depresión, que se distancia de los síndromes de ansiedad o depresión puros o primarios.

Se puede concluir afirmando que la repercusión de los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos en la población y en la sociedad en general, no sólo se debe a las elevadas tasas de incidencia y prevalencia, sino que también tiene mucho que ver con los altos costes económicos que suponen factores como su diagnóstico, tratamiento, hospitalización, etcétera. Además, tanto ansiedad como depresión son cuadros que aparecen muy vinculados a la disminución del rendimiento laboral, el absentismo, las bajas laborales y la baja adherencia a los tratamientos.

 Para terminar, hacer referencia a una bonita frase de Khalil Gibran, que invita a reflexionar sobre la transitoriedad de ciertos estados de ánimo negativos:

“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”

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