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Precaución: estrés a la vista

Posted on 06/05/2014 por clicpsicologos
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Ya sabíamos que el estrés es una respuesta natural del organismo, necesaria para nuestra supervivencia, puesto que nos prepara para la lucha o la huida. El mismo término se utiliza para designar una situación de desbordamiento de nuestros recursos ante las demandas del medio.

Hans Selye

El fisiólogo Hans Seyle introdujo por primera vez este término en 1935 para designar las respuestas generales de distintas personas ante las diferentes exigencias del entorno. Las hormonas que intervienen en esta respuesta son principalmente dos: la adrenalina y el cortisol. Éstas son las responsables de que el organismo se prepare para el esfuerzo y se mantenga en estado de alerta. Como efectos principales aumenta la frecuencia cardíaca y respiratoria, la sangre se dirige a los músculos y experimentamos sudores fríos, opresión torácica, palpitaciones, agitación y malestar abdominal, entre otras sensaciones.

En concreto, el cortisol, la llamada “hormona del estrés”, es el encargado de mantener
esa activación hasta que consideremos que la amenaza ha pasado. Una liberación excesiva y prolongada en el tiempo, además de los síntomas descritos, puede tener graves consecuencias para nuestra salud, entre ellas: elevados niveles de azúcar y colesterol en sangre, desequilibrios hormonales, problemas de sueño, problemas gástricos y cardíacos.

EstrésHasta ahora se sabía que el estrés como problema se puede transmitir de padres a hijos incluso antes de nacer, y no sólo genéticamente, también mediante pautas de comportamiento que pasan de una generación a la siguiente.

Una investigación reciente del Instituto Max Planck de Neurociencias en Leipzig y la Universidad Técnica de Dresde, basándose en los niveles de cortisol, ha llegado a la conclusión de que el estrés también se puede generar de forma empática, como el bostezo, observando a personas en situaciones que exceden los recursos con los que cuentan para resolverlos.

Michael Douglas en la película "Un día de furia"

Michael Douglas en una escena de la película “Un día de furia”

Los resultados son claros, el estrés “se pega” y sobre todo cuando la persona que estás observando es tu pareja. Tanto si se trata de observación directa, como si se realiza a través de un monitor, el cortisol aumenta. Por lo tanto, según los investigadores, se puede inferir que hasta los programas de televisión en los que aparecen personas en situaciones estresantes nos pueden provocar estrés.

Más información sobre esta investigación aquí: http://www.mpg.de/8167448/stress-empathy

 

 

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El estrés laboral, causas y afrontamiento

Posted on 22/03/2013 por clicpsicologos
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La mayor parte de las personas conciben el trabajo como una senda de venturas y desventuras. No cabe duda de que en ella puede haber espinas que conviertan dicho recorrido en una experiencia poco placentera. Hay personas afortunadas para quienes el trabajo se convierte en la gran aventura de su vida y es en el terreno profesional donde encuentran emoción, estímulo, incluso diversión e inspiración. Sin embargo, hay muchísima gente que desempeña trabajos que no son los que preferiría o que incluso detesta. De hecho, para muchos, el trabajo constituye un mal inevitable o incluso una especie de maldición. En este sentido, para un gran número de trabajadores y empleados la actividad laboral no es otra cosa que la única forma a su alcance de obtener los medios necesarios para cubrir las necesidades vitales básicas y, si sus ingresos lo permiten, otros bienes que, sin ser imprescindibles, mejoran la calidad de vida cotidiana.

Cuando el trabajo constituye una carga es sumamente complicado para el individuo, ya que le obliga a dedicar bastantes horas diarias a una actividad que ni le resulta creativa ni es fuente de motivaciones. Hay personas que saben adaptarse a su situación laboral y no se deterioran psicologicamente con la misma, pero otras engendran una fuerte oposición interior que les supone un verdadero conflicto, llevándoles a un intenso sufrimiento debido a la no aceptación de sus circunstancias laborales.

La insatisfacción laboral da lugar a lo que los psicólogos han denominado estrés laboral, que se manifiesta como ansiedad, abatimiento, angustia o desmotivación. Dicho estrés puede originarse por múltiples variables, unas reales y otras imaginarias, ya que no todo depende del trabajo y sus condiciones, sino que la personalidad del sujeto juega un papel fundamental al respecto. No obstante,  las principales causas de estrés laboral son las siguientes:

  • Obligación de adaptarse a un horario rígido.
  • Realización de tareas rutinarias y poco creativas.
  • No alcanzar las expectativas profesionales.
  • Dificultades en las relaciones con los compañeros de trabajo o con los superiores.
  • Largos desplazamientos desde la vivienda hasta el lugar de trabajo.
  • Malas condiciones ambientales para el desarrollo del trabajo.
  • Personas que puntúan alto en la dimensión de Neuroticismo.
  • Hacer frente a esfuerzos excesivos o poco habituales.
  • Trabajar bajo una intensa presión.

Por otra parte, debido a las dificultades y sufrimiento que genera el estrés laboral, los psicólogos han señalado una serie claves para intentar abordar este problema desde sus primeras manifestaciones y sin que llegue a suponer una limitación importante para el sujeto. De hecho, estos son algunos de los aspectos a tener en cuenta a la hora de afrontar el estrés en el ámbito laboral:

  • Evitar una acumulación de tensión que provoque desequilibrios, ya proceda dicha tensión del mundo exterior o de la propia esfera psíquica.
  • Encontrar sentido a las tareas realizadas en el puesto de trabajo.
  • Pensar en retos y oportunidades, no en problemas.
  • Tener un buen descanso. Dormir entre 7 – 8 horas al día.
  • Realizar actividades dentro de la empresa para socializar.
  • Plantearse objetivos realistas y controlar las expectativas.
  • Evitar que la tendencia perfeccionista se convierta en una obsesión.
  • Desarrollar el discernimiento y la lucidez mental para comprender que no se puede atender a las exigencias laborales o sociales a expensas de la salud psíquica o física.
  • Asumir los fracasos sin desesperanza.
  • Evitar la actitud de estar siempre alerta para agradar y demostrar algo a los otros o a nosotros mismos.
  • Entrenarse psicologicamente para evitar la dispersión innecesaria de energías en el trabajo.
  • Evitar las culpabilizaciones cuando algo sale mal.
  • Afrontar la crítica como una oportunidad para aprender de los errores cometidos y mejorar.
  • Poner los medios necesarios para estar en armonía y así poder resistir mejor y superar los factores estresantes que no dependen del sujeto y que no se pueden controlar.
  • Realizar ejercicio de manera habitual para canalizar las emociones negativas y tensiones acumuladas.
  • Proporcionar a la mente el equilibrio necesario. Para ello puede ser importante la realización de ejercicios introspectivos e incluso la meditación, con la finalidad de que la persona llegue a conocerse mejor a sí misma.

Es conveniente destacar que el estrés no aparece de un momento para otro, sino que constituye un proceso que va desarrollándose de manera progresiva a través de síntomas tales como irritabilidad, descontento, malhumor, falta de energía o demotivación. Además, el estrés laboral también da lugar a problemas físicos de diversa índole, ya que es frecuente  que las personas estresadas intenten dejar su trabajo y, al no poder hacerlo porque necesitan los medios económicos para vivir, sufran graves alteraciones psíquicas que pueden dar lugar a trastornos psicosomáticos y a dañar, además, la esfera física del propio sujeto. Por tanto, si el problema de estrés laboral se prolonga excesivamente en el tiempo, es muy intenso,  limita mucho al individuo o le genera un deterioro significativo en su vida cotidiana, es conveniente contactar con un psicólogo para intentar abordar la problemática desde un punto de vista terapéutico.

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El Trastorno Límite de la Personalidad

Posted on 19/03/2013 por clicpsicologos
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El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) también denominado Borderline, se define fundamentalmente como un desorden de la personalidad caracterizado por inestabilidad emocional, pensamiento extremadamente polarizado y dicotómico y relaciones interpersonales caóticas. El perfil global del trastorno también incluye  una inestabilidad generalizada del estado de ánimo, de la autoimagen y de la conducta, así como del sentido de identidad. Este trastorno se incluye en el DSM-IV dentro del grupo de trastornos de la personalidad denominados dramático – emocionales, siendo el más común de los trastornos de la personalidad.

El origen del TLP suele atribuirse fundamentalmente a causas genéticas y relacionadas con la producción de serotonina, es decir, la hormona del placer en el cerebro. No obstante, los factores culturales y sociales también juegan un importante papel a la hora de determinar la personalidad y comportamiento de este tipo de sujetos.

Los sujetos que padecen este trastorno suelen ser muy sensibles a las circunstancias ambientales, experimentando intensos temores a ser abandonados. Esta situación está relacionada con su falta de tolerancia a la soledad, mostrando un deseo extremo de estar acompañados. Estos individuos muestran fuertes reacciones ante una separación temporal o ante cambios inesperados en los planes. De hecho, este tipo de reacciones pueden llegar a ser extremas y autodestructivas, llevando a comportamientos tales como autolesiones e intentos de suicidio. No obstante, y a diferencia de los que sucede con las personas que tienen depresión, las personas con TLP suelen tener más actos de tipo parasuicida y autolesiones y menos intentos graves de suicidio. De manera que juegan más con este tipo de conductas de forma que suelen aparecer como llamadas de atención o manipulaciones, lo cual no significa que no hayan de ser tenidas en cuenta y ser abordadas lo antes posible en la terapia. Con frecuencia, estos comportamientos se muestran por los temores de separación característicos de este trastorno, o en situaciones en las que se desprenda la expectativa de verse obligados a asumir una mayor responsabilidad.

Las personas que presentan un TLP tienden a presentar un patrón de relaciones marcadamente inestables e intensas, con frecuentes idealizaciones en los momentos iniciales, lo que les lleva a compartir rápidamente sus intimidades con otras personas. Sin embargo, este comportamiento no es mantenido en el tiempo, y en múltiples ocasiones se produce  un giro radical hacia la devaluación del sujeto, sobre todo cuando consideran que éste no les da todo el tiempo, atención y afecto que merecen. De este modo, sus interacciones están marcadas por la posibilidad de recibir del otro y cuando alguna de sus expectativas es incumplida, pasan del ensalzamiento al ataque cruel del sujeto elegido. Por consiguiente en la mayor parte de las relaciones que establecen los sujetos con TLP, subyace un comportamiento manipulador.

Otra de las características del TLP es la tendencia a presentar cambios bruscos en la autoimagen, así como impulsividad en áreas potencialmente   peligrosas, tales como consumo de sustancias estupefacientes, prácticas sexuales de riesgo, conducción temeraria, juego…

Los sujetos con TLP también suelen expresar una alta reactividad en su estado de ánimo, sobre todo frente al estrés interpersonal, teniendo con frecuencia problemas para controlar sus expresiones. Dicho estado de ánimo puede ser interrumpido por períodos de ira, desesperación o angustia, a los que se suma un sentimiento crónico de vacío, así como de maldad y culpa por sus expresiones. Durante los períodos de estrés extremo pueden presentar ideaciones paranoides transitorias o síntomas disociativos, sin que sean merecedores de diagnóstico adicional. Así mismo, algunos sujetos incluidos en este trastorno pueden presentar síntomas característicos de las Psicosis, entre los que destacan las alucinaciones.

El Trastorno Límite de Personalidad es más frecuente en mujeres que en hombres y suele manifestarse al inicio de la edad adulta, cursando con un patrón de inestabilidad crónica en ese momento, con episodios de grave descontrol afectivo e impulsividad, y alta frecuencia de uso de los servicios sociales y de salud. Por lo general, las conductas más graves asociadas a este trastorno, como los intentos de suicidio y conductas autolesivas, tienden a desaparecer con la edad y las personas con TLP van logrando una mayor estabilidad en sus relaciones sociales y ámbito laboral en torno a la cuarta y quinta décadas de la vida. En este sentido, el TLP constiuye un trastorno complejo y difícil de abordar a nivel terapéutico, siendo las siguientes modalidades terapéuticas las más utilizadas y las que han ofrecido resultados más esperanzadores: Psicoterapia, Terapia Cognitivo –  Conductual, Terapia Dialéctico – Conductual, Psicoanálisis, Terapia Cognitivo – analítica y la combinación de Psicoterapia y Farmacoterapia.

Para finalizar y a modo de curiosidad, destacar que diversos analistas, entre los que destaca el Psicólogo Borwin Bandelow hallaron rasgos de TLP en diversos personajes históricos y personalidades a partir del estudio de sus datos biográficos. En efecto, personajes tales como César Borgia, Jim Morrison,  Juana de Arco, Sid Vicious y Diana Spencer, entre otros, presentaban según estos autores, características propias del Trastorno Límite de la Personalidad.

 

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Consejos para cumplir los objetivos de año nuevo

Posted on 30/01/2013 por clicpsicologos
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Las personas que llevan agenda suelen anotar más objetivos en un día de los que pueden cumplir, aunque no por esto se desanimen. Llegando el final de cada jornada, suelen tachar cada objetivo no cumplido y anotarlo junto a los del día siguiente, con optimismo, sin pensar en si estarán siendo o no realistas.

Con la llegada del fin de año nos encontramos con el mismo fenómeno psicológico, aunque a mayor escala. Durante los últimos días del calendario hacemos una revisión poco crítica sobre los objetivos alcanzados y posponemos cualquier actividad que nos resulte compleja o tediosa, para el año siguiente.

Solemos confiar en que esta vez será la definitiva y dejarnos llevar por lo que los psicólogos llaman: optimismo infundado, agravando a menudo ciertos problemas durante las fiestas, ya que nos olvidamos de cuidarnos pensando que en la nueva agenda no figurarán los excesos cometidos, sino únicamente los objetivos cumplidos.

Tras las navidades suele comenzarse el cambio con cierta intensidad, pero esa voluntad comienza a deshincharse pronto y año tras año vemos nuestros objetivos fracasar.

Insensibles a esta retroalimentación, volvemos una y otra vez a comenzar con esperanza el cambio, pero tropezamos en los mismos errores. A continuación destacamos algunos de los más comunes y proponemos varias soluciones:

Uno de los problemas fundamentales es nuestra tendencia a abarcar demasiado. Nos planteamos varios objetivos, sin definición, de manera confusa. Para este caso vale la regla: “menos es más”. Hay que marcarse pocos objetivos, concretos y realistas.

A la hora de definir claramente los objetivos, para evitar una excesiva ambición, es importante probar nuestra competencia inicial y así hacernos una idea de la dificultad de la tarea y el esfuerzo al que nos enfrentamos.

Esta experiencia previa puede ayudar también a organizar y planificar la consecución y estrategias para lograr los objetivos deseados.

Si comenzamos con tareas demasiado exigentes o complejas, será más fácil perder la motivación. Para evitar que esto ocurra hay que planificar, dividir bien el trabajo y procurar que el esfuerzo sea progresivo.

Con respecto a la motivación, que es un aspecto fundamental, hay que decir que los objetivos deben ser importantes, trascendentes, no prescindibles o banales. Se recomienda crear la máxima difusión del mensaje, anotarlo en varios soportes y compartirlo con el entorno para tenerlo bien presente. Si unimos el esfuerzo que requiere cambiar de hábitos a una escasa motivación, estaremos condenados al fracaso. Hay que premiar cada pequeño logro, sobre todo al principio.

Además de conocer el esfuerzo, es interesante tratar de anticipar y prevenir los obstáculos o problemas que puedan surgir durante el camino y sobre todo no perder el ánimo ante posibles imprevistos.

Cualquier día es bueno para comenzar el cambio.

Aunque en estos primeros días del año contemos con cierto impulso motivador, lo fundamental es la perseverancia, no rendirse si esa inercia resultara insuficiente. Se puede continuar o comenzar de nuevo en cualquier otra fecha, contaremos con más experiencia y por lo tanto mayores garantías de éxito.

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Optimismo y Salud

Posted on 18/10/2012 por clicpsicologos
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El optimismo es una variable que siempre ha interesado a los psicólogos debido al fuerte impacto que puede ejercer sobre la salud de los individuos. De hecho, las personas optimistas, como consecuencia de considerar que sus metas son posibles, tienden a experimentar afecto positivo. En este sentido, numerosos estudios han mostrado que las personas optimistas se sienten mejor que las pesimistas, es decir, informan de más emociones positivas y de menos negativas.

Los estudios sobre optimismo no sólo le han relacionado con bienestar psicológico y afecto positivo, sino que también se vincula el optimismo con una mejor salud física en términos generales y con una menor incidencia de determinadas enfermedades tales como el cáncer y ciertas patologías coronarias.

Por otra parte, el optimismo se relaciona con mejores resultados en cualquier ámbito de la vida de una persona, considerándose que esto es posible debido a que las personas optimistas afrontan de manera más efectiva los problemas con los que se encuentran. En efecto, cuando surgen los inevitables impedimentos en la consecución de las metas que se están persiguiendo, los optimistas consideran que las metas, aún así, pueden ser logradas, mientras que los pesimistas tienden a creer que dichas metas no son posibles. Otra característica de las personas optimistas es su tendencia a persistir en los esfuerzos para lograr sus objetivos, aún cuando el progreso es lento o difícil. Por el contrario, las personas que no ven los resultados como posibles, es decir, los pesimistas, dejan de esforzarse para obtener las metas. En este sentido, cabe decir que las expectativas constituyen un determinante muy importante en el comportamiento relativo a continuar intentándolo o abandonar una determinada tarea.

En cuanto a estilos y estrategias de afrontamiento, cabe destacar que las personas optimistas tienden a emplear estrategias dirigidas a la solución directa de los problemas, sobre todo cuando valoran la situación como controlable y cuando creen que se puede hacer algo por cambiar la situación problemática. Además cuando las situaciones son incontrolables, los optimistas emplean estrategias de afrontamiento centradas principalmente en la emoción, lo que les permite tener ventaja en las situaciones que no se pueden cambiar. Dichas estrategias de afrontamiento que les sirven para protegerse del malestar emocional originado por una situación problemática, son principalmente las siguientes:

  • Reevaluación positiva.
  • Aceptación de la realidad.
  • Búsqueda del lado positivo de la situación.
  • Uso del humor.

En el polo opuesto se sitúan los pesimistas, que suelen emplear estrategias tales como las de escape o evitación, escasa o nula implicación en las metas que el estresor interfiere, o estrategias que se centran en la negación del problema.

A pesar de lo descrito anteriormente acerca de los beneficios que obtienen las personas optimistas, lo cierto es que también existen personas que presentan niveles demasiado exagerados de optimismo, que pueden tornarse en perjudiciales para el sujeto,  debido a que mantienen ideas no realistas o ilusorias. Este tipo de optimismo ilsuorio hace referencia a la tendencia que presentan algunas personas de creer que tienen menos probabilidades de sufrir eventos negativos que las demás personas que les rodean. Serían personas que creen tener una especie de invulnerabilidad, lo que les lleva  a desatender muchas conductas de promoción de la salud.

Por último, atendiendo a los principales estudios llevados a cabo sobre la relación entre optimismo y salud, cabe destacar las siguientes conclusiones:

  • Las emociones positivas se relacionan tanto con el bienestar psicológico como con el bienestar físico.
  • Las personas más felices son las que experimentan frecuentes emociones positivas, aunque sean de intensidad moderada, dado  que las emociones muy intensas, además de poco frecuentes, producen subidas en el ánimo que no son duraderas.
  • Las personas optimistas tienen muchas menos probabilidades de presentar trastornos tales como depresión y ansiedad.
  • El optimismo tiene efectos directos sobre los sistemas fisiológicos, propiciando una menor reactividad cardiovascular ante el estrés y un mejor estatus inmunológico.
  • El optimismo ayuda a las personas a desarrollar un mayor número de conductas de mantenimiento y promoción de la salud.
  • Los optimistas se implican en estrategias directas de solución de problemas cuando las situaciones se pueden cambiar y cuando no se pueden cambiar utilizan estrategias adaptativas dirigidas a reducir el impacto emocional.
Por último, hacer referencia a una reflexión del poeta Tagore en la que daba buena cuenta de su optimismo ante la vida:
“Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta,
cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, sin importar lo oscuro que esté el presente”.

 

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Salud mental y deporte

Posted on 04/10/2012 por clicpsicologos
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El ejercicio físico constituye una práctica social directamente relacionada con la evolución de los niveles de vida económico y social a lo largo del tiempo. Por tanto, el papel que cumple esta actividad o ejercicio físico se ha modificado con el paso del tiempo. De hecho, en sus inicios tenía un carácter muy funcional, bien en relación con la preparación para la guerra, bien como parte de la preparación para el desempeño laboral. Actualmente, la práctica de ejercicio físico pretende cosas diferentes, teniendo como principales objetivos la consecución de bienestar físico y psicológico, el conocimiento y dominio del propio cuerpo, la ampliación de posibilidades individuales, la consecución de objetivos formativos y educativos y de modo más global la contribución a la formación integral del sujeto.

Por otra parte, los efectos beneficiosos, tanto físicos como psicológicos, que se derivan de la práctica de actividades físicas – deportivas son múltiples. Entre ellos destacan los siguientes:

  • Incremento de la capacidad cardiorrespiratoria y muscular.
  • Aumento del nivel de endorfinas y opiáceos.
  • Control del peso corporal.
  • Mejora del tono muscular.
  • Mejora de la líbido y la satisfacción sexual.
  • Reducción del estrés.
  • Reducción del sedentarismo.
  • Aumento de las habilidades de autocontrol.
  • Mejora del estado de ánimo.
  • Aumento de la red de apoyo social.
  • Aumento de la autoestima.

En conjunto, la práctica de actividad deportiva constituye una actividad lo suficientemente saludable como para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considere como una de las áreas básicas de actuación en su documento sobre la salud para todos. No obstante, un aspecto que se debe tener muy en cuenta es que la actividad física y deportiva debe estar adecuadamente enfocada, dirigida y controlada, de cara a evitar potenciales efectos adversos tales como la adicción a la actividad física en detrimento de otros valores, la extrema competitividad, el carácter de trabajo obligatorio autoimpuesto, la presencia de violencia o la ausencia de diversión y disfrute.

En relación a lo anterior, una de las áreas que más se ha ocupado de la relación entre la actividad física y la salud mental ha sido la Psicología de la Motivación. De hecho, los psicólogos motivacionales han realizado numerosos estudios y aportaciones con la finalidad de conseguir que el deporte y la actividad física sirvan como instrumentos de integración social y como medios para la salud física y psíquica de los individuos.

En cuanto a la utilización del deporte como recurso terapéutico, lo cierto es que suele funcionar muy bien como actividad complementaria a diversos tratamientos psicológicos o como medio para prevenir algunos problemas de carácter psicosocial. En este sentido, el deporte resulta beneficioso en situaciones problemáticas de tipo pasivo y de efectos individuales, tales como los hábitos sedentarios, las dolencias cardíacas, el estrés, la ansiedad y la depresión. Pero además, la actividad deportiva también constituye un apoyo terapéutico en situaciones que pueden tener un efecto directo más allá de la propia persona, como son las adicciones o las conductas delictivas. De este modo, las posibilidades como apoyo terapéutico del deporte han sido muy eficaces en la rehabilitación de sujetos drogodependientes. De hecho, uno de los efectos más evidentes de la drogadicción es el deterioro físico de la persona y de sus capacidades perceptivo – motrices. En este sentido, una adecuada preparación físico – deportiva contribuye a la recuperación orgánica del individuo y a la producción de efectos positivos a nivel psicológico, mejorando la autoimagen, aumentando la sensación de bienestar y  favoreciendo aspectos psicosociales tales como el cumplimiento de normas de convivencia y de relación.

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Psicología y alimentación

Posted on 19/09/2012 por clicpsicologos
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A la hora de abordar la relación entre la salud mental y la alimentación, conviene tener en cuenta que actualmente  los actos de comer y beber no sólo representan una conducta biológica destinada a la supervivencia, sino que son actos que tienen en conjunto un gran significado social y cultural.

Los psicólogos han puesto de manifiesto que debido a la gran carga simbólica de la conducta de comer, ésta puede servir de vehículo de expresión de múltiples enfermedades. De hecho, dicha conducta anómala puede encontrarse con relativa frecuencia en diversos trastornos de la alimentación que no dependen de una perturbación directa de los mecanismos neurofisiológicos del hambre y la sed, sino que son recursos expresivos mediante los cuales el individuo pone de manifiesto sus disconformidades con el ambiente y sus problemas afectivos. En ciertos casos, el trastorno alimentario constituye un síntoma, aislado o no, de un trastorno de la personalidad del individuo o de alguna función de su vida psíquica. Estos trastornos en la alimentación, fáciles de entender si se considera la importancia de las comidas dentro de la vida de relación de la persona, pueden ser la expresión de diversos sentimientos, inadaptación, conflictos y ansiedad. En efecto, se ha constatado que en los estados de depresión hay una mayor tendencia a la anorexia, mientras que en los estados de ansiedad, pueden producirse los mismos síntomas o, por el contrario, presentarse conductas impulsivas y abusivas respecto a la comida, como un intento de olvidar la sensación de ansiedad.

Las personas que viven en armonía y que están adaptadas a las tensiones de su ambiente suelen presentar unas reacciones normales a las sensaciones de hambre y sed, sin caer en trastornos por exceso o defecto y manteniendo una pautas de alimentación saludables.

Por otra parte, los efectos psicológicos que produce la ingesta de determinados alimentos, condiciona en gran medida las pautas alimentarias de las personas,  siendo estos efectos diferentes en función de las preferencias y características de personalidad de cada individuo.

A pesar de que los efectos psicológicos de los alimentos han sido mucho menos estudiados que los efectos físicos, en realidad tienen una importancia fundamental y de hecho muchas dietas suelen abandonarse más por razones psicológicas que de cualquier otro tipo.

Como norma general, los alimentos que le gustan a una determinada persona suelen producir la liberación de beta – endorfinas y ayudan a mejorar el estado de ánimo. No obstante, si esos alimentos que le gustan a una persona determinada, no debe tomarlos por problemas de salud o por estar realizando algún tipo de dieta, en ese caso los sentimientos de culpa que experimenta la persona pueden contrarrestar el efecto positivo, siendo esta situación más frecuente en mujeres que en hombres. En este sentido, la mayor parte de los psicólogos coinciden en que lo más saludable es olvidarse de esos sentimientos de culpa, mediante una ingesta moderada y saludable de las comidas que nos gustan, adaptándonos así a las necesidades y gustos de cada uno.

Los efectos psicológicos de los alimentos presentan una gran carga subjetiva, que se ve reforzada por el hecho de que un determinado alimento gusta más o menos a una determinada persona, además de por sus propiedades organolépticas (sabor, olor, aspecto…), por otros factores como las experiencias previas con ese alimento, circunstancias sociales que lo acompañan y otro tipo de factores personales. Un hallazgo importante tiene que ver con el diferente tipo de asociación establecido por hombres y mujeres ante el consumo de determinados tipos de alimentos con elevada carga calórica y que suelen denominarse comidas prohibidas. En este sentido, los hombres tienden a relacionar este tipo de alimentos con situaciones y momentos de hambre, mientras que para las mujeres tienen más que ver con situaciones negativas, como aburrimiento o estrés.

A la luz de los estudios realizados al respecto, se puede concluir que no es conveniente establecer estrategias de alimentación generalizadas (dietas, menús…) e iguales para todos, ya que las estrategias individualizadas son mucho más efectivas a la hora de atender y cubrir las preferencias, necesidades, evolución y condiciones particulares de cada individuo.

Finalmente, conviene destacar que se ha constatado la existencia de una serie de alimentos muy útiles para el buen funcionamiento y mantenimiento de un óptimo nivel de actividad cerebral. Entre los alimentos que ayudan a mantener un cerebro saludable destacan los siguientes:

  • Arándanos: los arándanos ayudan a proteger el cerebro del estrés oxidativo y pueden reducir los efectos de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el Alzheimer o la demencia. Los estudios indican también que una dieta rica en arándanos incrementa de forma significativa la capacidad de aprendizaje y las habilidades motoras a pesar del envejecemiento, pudiendo compararse mentalmente a otros cerebros más jóvenes.
  • Salmón salvaje: el salmón es rico en ácidos grasos esenciales omega-3. Estos ácidos grasos son fundamentales para la función cerebral y se encuentran también en otros pescados grasos.
  • Frutos secos y semillas: los frutos secos y las semillas son una buena fuente de vitamina E. Unos niveles elevados de esta vitamina dan lugar a un menor deterioro cognitivo durante el envejecimiento.
  • Aguacates: son tan buenos como los arándanos para la salud cerebral. Además contienen grasas monoinsaturadas, lo que contribuye a mantener una circulación sanguínea saludable. Los aguacates también disminuyen la tensión arterial y, puesto que la hipertensión es un factor de riesgo para el deterioro de las capacidades cognitivas, una tensión arterial más baja ayuda a potenciar la salud cerebral.
  • Cereales integrales: los cereales integrales como la avena, el pan integral y el arroz integral pueden reducir el riesgo de cardiopatía. Si se mejora la salud cardiovascular, se potencia el buen funcionamiento del organismo, lo que incluye el cerebro.
  • Legumbres: las judías estabilizan los niveles de glucosa (azúcar en sangre). El cerebro utiliza la glucosa como combustible y, puesto que no puede almacenarla, depende de un aporte de energía continuado. Por tanto, las judías pueden proporcionar esta energía continuada a partir de la estabilización de los niveles de glucosa.
  • Granada: proporciona unos potentes beneficios antioxidantes, que protegen el cerebro del daño causado por los radicales libres. Otras frutas cítricas y vegetales poseen también importantes propiedades antioxidantes.
  • Té recién preparado: dos o tres tazas al día de té recién preparado contienen una modesta cantidad de cafeína que, consumida en moderación, puede potenciar la capacidad cerebral mejorando la memoria y la atención.
  • Chocolate puro: tiene importantes propiedades antioxidantes y además contiene varios estimulantes naturales que mejoran la atención y la concentración. Además, estimula la producción de endorfinas, lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo.

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El Trastorno de Estrés Postraumático

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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El trastorno de estrés postraumático (TEP) es un trastorno de conducta que suele presentarse ante eventos especialmente estresantes para los seres humanos. Los principales eventos que pueden generar la aparición del trastorno de estrés postraumático son haber padecido o haber sido testigo de una agresión física o de una amenaza para la vida de uno mismo o de otra persona. Normalmente dichos acontecimientos suelen generar en la persona intensas respuestas de miedo, horror o indefensión.

La mayor parte de los psicólogos coinciden en señalar que los síntomas del TEP consisten básicamente en la reexperimentación del suceso traumático, la evitación conductual y cognitiva de los estímulos asociados a dicho suceso y la hiperactivación fisiológica. Generalmente dichos síntomas se manifiestan cierto tiempo después de la situación traumática y suelen conllevar una gran interferencia  en el funcionamiento social y laboral, arrastrando a la persona a una súbita pérdida de interés por las cosas que anteriormente le resultaban agradables, tanto desde el punto de vista lúdico como interpersonal. Además, dicho trastorno suele producir un cierto embotamiento afectivo en la persona. Por tanto y atendiendo a la descripción de estos síntomas resulta evidente la inclusión de este cuadro clínico dentro de los denominados trastornos de ansiedad.

Los resultados de las investigaciones refieren que el  trastorno de estrés postraumático suele manifestarse tras catástrofes naturales o tras accidentes. No obstante los síntomas más complicados se presentan en ex militares que han participado en conflictos armados y en personas adultas que han sido abusadas sexualmente en la infancia. En tales casos, suelen aparecer síntomas específicos como amnesias selectivas y fenómenos disociativos.

Por último, y desde una perspectiva predictiva, señalar que dicho trastorno puede tener una evolución positiva en la que desaparece por completo la sintomatología, o bien puede convertirse en algo crónico que acompaña a la persona durante el resto de su vida. En cualquier caso, la evolución positiva o negativa de este trastorno está muy relacionada con la existencia de algún trastorno psicopatológico previo, así como de la intensidad y gravedad de los estresores y del apoyo psicológico y social recibido durante y después del trauma.

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Factores psicosociales y enfermedad

Posted on 13/07/2012 por clicpsicologos
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Desde hace varios años, los estudios de diversos psicólogos han constatado que las variables de tipo psicosocial modifican de forma importante la función inmunológica. La investigación en este ámbito se ha centrado fundamentalmente en el contexto del estrés psicosocial y en la influencia de los estados emocionales negativos, en particular de la depresión, como elementos moduladores del sistema inmune. De este modo, los tipos de situaciones estresantes que parecen inducir efectos negativos sobre la competencia inmunológica son muy diversos, si bien, al margen de las condiciones de estrés experimental o de estrés pre o posquirúrgico, suelen predominar aquellas situaciones que implican alguna forma de estrés psicosocial.

En relación con lo anterior, la evidencia empírica más amplia y más consistente proviene de los trabajos elaborados por un grupo de psicólogos de la Universidad de Ohio, que constataron que los sucesos vitales mayores guardan una gran relación con el funcionamiento del sistema inmunitario. Por tanto diversas situaciones relacionadas con el desempleo, estrés académico, divorcio y separación, son capaces de inducir decrementos significativos en los niveles de inmunocompetencia. Por otra parte, también demostraron  que las situaciones de estrés agudo tienden a producir un incremento en las respuestas emocionales depresivas y un efecto inmunosupresivo, mientras que las exposiciones a estresores crónicos se asocian con el desarrollo de determinados tipos de cáncer.

Uno de los estudios más relevantes en relación con los factores psicosociales y su influencia en el desarrollo de ciertas enfermedades, es el que llevaron a cabo Herbert y Cohen. Entre las conclusiones más importantes que obtuvieron cabe destacar las siguientes:

  • El estrés se asocia con un descenso en la capacidad de inmunocompetencia linfocitaria, es decir, la exposición a situaciones de estrés aumenta las probabilidades de padecer un cáncer.
  • Es posible incrementar la función inmune mediante estrategias de intervención focalizadas en la reducción del estrés.
  • Los ejercicios aeróbicos en general y el hecho de mantener una buena condición física son factores que se asocian positivamente con las respuestas del sistema inmunológico y con la resistencia a la enfermedad.
  • Los estresores mayores pueden generar trastornos afectivos tales como la ansiedad y la depresión, todo ello debido a una disminución en el nivel de competencia del sistema inmunológico.

Por último, señalar que los decrementos de la respuesta inmunológica motivados por factores psicosociales, se asocian fundamentalmente con las siguientes enfermedades y patologías:

  • Cáncer.
  • Alergia y problemas de piel.
  • Artritis reumatoide.
  • Enfermedades infecciosas (enfermedades causadas por virus, bacterias y hongos).
  • Trastornos cardiovasculares.
  • Trastornos gastrointestinales (úlcera péptica, síndrome de intestino irritable…).
  • Trastornos respiratorios (asma bronquial).
  • Diabetes Mellitus.
  • Dolor crónico.
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Motivación de Poder

Posted on 04/07/2012 por clicpsicologos
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La definición que los psicólogos han proporcionado con respecto al motivo de poder resulta bastante ambigua. De este modo, Winter y Stewart conceptuaron la necesidad de poder como una tendencia estable para tener impacto, control e influencia sobre los demás. El impacto permite iniciar y establecer el poder, mientras que el control ayuda a mantenerlo y la influencia permite extender o recuperar el poder. Las personas con afán de poder elevado se suelen definir como individuos que disfrutan mandando, usando la autoridad, asumiendo responsabilidades y desempeñando funciones que les otorguen prestigio ante los demás. Todas estas definiciones comparten en común la idea de ejercer influjo sobre otras personas, grupos o poblaciones. No obstante, la variabilidad puede ser enorme cuando se trata de concretar el concepto de influencia, ya que en unos casos se interpreta como dominio, control o persuasión; en otros se concibe como guía o consejo y finalmente en otros la influencia puede significar contribución al beneficio ajeno.

McClelland diferenció dos modalidades distintas de expresión del poder, de índole personal y social respectivamente. El poder personal se caracteriza por el deseo de dominio sobre los demás y se relaciona estrechamente con la competitividad y la agresión. El poder social, por el contrario, es una motivación más elaborada que tiene por objeto contribuir al beneficio de los demás. Por tanto, la finalidad última de estas dos modalidades de poder se muestra bien distinta.

La investigación psicológica se ha centrado en el análisis empírico del poder personal, más que del poder social. De hecho, algunos psicólogos indagaron la relación existente entre deseo de poder y agresividad, evidenciando cómo las personas, tanto hombres como mujeres, con alta motivación de poder manifiestan más impulsos violentos. Es interesante destacar que, de acuerdo con los resultados obtenidos, el motivo de poder no se vincula tanto con los comportamientos agresivos como los deseos de agresividad, frecuentemente contenidos.

Teniendo en cuenta que la sociedad controla e inhibe, a menudo, los actos abiertos de agresividad, se puede interpretar que las manifestaciones agresivas del motivo de poder se expresan a través de impulsos agresivos. Por tanto, es frecuente que, cuando se prescinde de las inhibiciones sociales impuestas (por ejemplo consumiendo alcohol), los individuos con deseo de poder exhiban conductas agresivas. Las inhibiciones sociales contra los comportamientos agresivos quedan disminuidas igualmente por efecto del estrés y de los acontecimientos vitales negativos.

Por otra parte, el motivo de poder también se ha relacionado con la búsqueda y el ejercicio de puestos de responsabilidad en organizaciones voluntarias e instituciones. En este sentido, Winter llevó a cabo un estudio sobre profesiones dominantes entre personas con alta necesidad de poder, encontrando cierta correlación positiva entre motivación de poder y determinadas profesiones tales como entrenadores, profesores, periodistas y políticos entre otros. El estudio concluyó que todas estas carreras compartían la posibilidad de influir sobre la conducta de los demás, teniendo legitimidad para otorgar recompensas y castigos.

En efecto, el ejercicio del poder depende, además de la potencial tendencia motivacional, de la posibilidad de acceso a ciertos tipos de recursos, como por ejemplo la distribución de recompensas y castigos. Otros factores, tales como la consideración social de experto o la posición y estatus profesional desempeñados influyen directamente sobre la legitimación de la autoridad y, por ende, sobre el ejercicio del poder. La importancia de las variables situacionales ha sido reivindicada desde diversas ramas de la priscología, tales como la psicología social y la psicología de las organizaciones.

Por último destacar una frase que dejó como legado una persona acostumbrada a ejercer el poder, como John Fitzgerald Kennedy, que se refirió de la siguiente manera a los riesgos que implica el poder:

“Aquellos que locamente buscan el poder cabalgando a lomos de un tigre, suelen acabar dentro de él”.

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