Desde el nacimiento de la psicología, se ha considerado que la felicidad es uno de los estados más elevados que el ser humano puede alcanzar. Sin embargo, el concepto de felicidad ha estado siempre sujeto a un intenso debate, surgiendo diversas definiciones y teorías al respecto. Lo que resulta evidente es que la felicidad consiste, al menos en parte, en ser consciente de que uno es feliz y tiene un estado de ánimo positivo. Además, al contrario de lo que sucede con muchas otras cualidades de la salud mental, la felicidad es una experiencia subjetiva y por tanto la gente sabe cuando es feliz y cuando no lo es.
Algunos estudios llevados a cabo desde el ámbito de la psicología, compararon a personas que decían ser felices con otras que padecían una ligera depresión. Los resultados obtenidos indicaron que las personas felices tienen opiniones más altas sobre sí mismas, tienen un mayor grado de optimismo y son más propensas a atribuir una relación directa entre las cualidades que poseen y los resultados de sus acciones.
Por otra parte, un componente que acompaña a la felicidad es el buen humor, ejerciendo ambos aspectos una influencia positiva tanto en la salud mental como en el resto de facetas de la vida de las personas. De hecho, el buen humor ejerce una influencia muy positiva sobre los pensamientos y sobre la conducta, aunque en muchas ocasiones las personas no son conscientes de ello. No obstante, también conviene tener en cuenta que el mal humor actúa ejerciendo una influencia negativa en determinados aspectos de la vida del sujeto, por lo que en la medida de lo posible es aconsejable evitar los estados de ánimo negativos. Por tanto, ante la duda de si ver el vaso medio lleno o medio vacío, siempre se debe considerar la primera opción.
Un factor muy importante en relación a los estados de ánimo es la toma de conciencia acerca de los mismos, ya que en cierto modo dichos estados funcionan como un bucle que se retroalimenta. En este sentido, es frecuente que personas que se encuentran felices tengan pensamientos positivos y lleven a cabo conductas que tienden a mantener o aumentar dicho estado de felicidad, mientras que las personas que están malhumoradas tienden a presentar pensamientos y conductas en consonancia con su situación, lo que les lleva a continuar y perpetuar dicho estado de ánimo negativo.
Un aspecto que los psicólogos debaten en el momento actual es si los pensamientos positivos sobre uno mismo, la percepción de control personal y sobre las perspectivas de futuro conducen a la felicidad, o si resulta más plausible la relación inversa de causalidad. De este modo, resulta sencillo pensar que el sentirse feliz o satisfecho puede llevar a las personas a sentirse más a gusto consigo mismas, con su capacidad para controlar lo que sucede a su alrededor y con sus perspectivas de futuro. De hecho, la evidencia científica indica que es tan probable una relación de causalidad como la otra. Por tanto, y a modo de conclusión, se puede afirmar que los pensamientos positivos, el control personal y el porvenir son significativos porque actúan como estimulantes de la capacidad personal para ser felices o estar satisfechos. Además, los pensamientos positivos alimentan estados de ánimo positivos, y éstos, a su vez, promuevan otros aspectos relacionados con la salud mental tales como la empatía y el altruismo.