La definición que los psicólogos han proporcionado con respecto al motivo de poder resulta bastante ambigua. De este modo, Winter y Stewart conceptuaron la necesidad de poder como una tendencia estable para tener impacto, control e influencia sobre los demás. El impacto permite iniciar y establecer el poder, mientras que el control ayuda a mantenerlo y la influencia permite extender o recuperar el poder. Las personas con afán de poder elevado se suelen definir como individuos que disfrutan mandando, usando la autoridad, asumiendo responsabilidades y desempeñando funciones que les otorguen prestigio ante los demás. Todas estas definiciones comparten en común la idea de ejercer influjo sobre otras personas, grupos o poblaciones. No obstante, la variabilidad puede ser enorme cuando se trata de concretar el concepto de influencia, ya que en unos casos se interpreta como dominio, control o persuasión; en otros se concibe como guía o consejo y finalmente en otros la influencia puede significar contribución al beneficio ajeno.
McClelland diferenció dos modalidades distintas de expresión del poder, de índole personal y social respectivamente. El poder personal se caracteriza por el deseo de dominio sobre los demás y se relaciona estrechamente con la competitividad y la agresión. El poder social, por el contrario, es una motivación más elaborada que tiene por objeto contribuir al beneficio de los demás. Por tanto, la finalidad última de estas dos modalidades de poder se muestra bien distinta.
La investigación psicológica se ha centrado en el análisis empírico del poder personal, más que del poder social. De hecho, algunos psicólogos indagaron la relación existente entre deseo de poder y agresividad, evidenciando cómo las personas, tanto hombres como mujeres, con alta motivación de poder manifiestan más impulsos violentos. Es interesante destacar que, de acuerdo con los resultados obtenidos, el motivo de poder no se vincula tanto con los comportamientos agresivos como los deseos de agresividad, frecuentemente contenidos.
Teniendo en cuenta que la sociedad controla e inhibe, a menudo, los actos abiertos de agresividad, se puede interpretar que las manifestaciones agresivas del motivo de poder se expresan a través de impulsos agresivos. Por tanto, es frecuente que, cuando se prescinde de las inhibiciones sociales impuestas (por ejemplo consumiendo alcohol), los individuos con deseo de poder exhiban conductas agresivas. Las inhibiciones sociales contra los comportamientos agresivos quedan disminuidas igualmente por efecto del estrés y de los acontecimientos vitales negativos.
Por otra parte, el motivo de poder también se ha relacionado con la búsqueda y el ejercicio de puestos de responsabilidad en organizaciones voluntarias e instituciones. En este sentido, Winter llevó a cabo un estudio sobre profesiones dominantes entre personas con alta necesidad de poder, encontrando cierta correlación positiva entre motivación de poder y determinadas profesiones tales como entrenadores, profesores, periodistas y políticos entre otros. El estudio concluyó que todas estas carreras compartían la posibilidad de influir sobre la conducta de los demás, teniendo legitimidad para otorgar recompensas y castigos.
En efecto, el ejercicio del poder depende, además de la potencial tendencia motivacional, de la posibilidad de acceso a ciertos tipos de recursos, como por ejemplo la distribución de recompensas y castigos. Otros factores, tales como la consideración social de experto o la posición y estatus profesional desempeñados influyen directamente sobre la legitimación de la autoridad y, por ende, sobre el ejercicio del poder. La importancia de las variables situacionales ha sido reivindicada desde diversas ramas de la priscología, tales como la psicología social y la psicología de las organizaciones.
Por último destacar una frase que dejó como legado una persona acostumbrada a ejercer el poder, como John Fitzgerald Kennedy, que se refirió de la siguiente manera a los riesgos que implica el poder:
“Aquellos que locamente buscan el poder cabalgando a lomos de un tigre, suelen acabar dentro de él”.