El Efecto Zeigarnik ha despertado mucha curiosidad entre los psicólogos desde su descubrimiento, ya que tiene importantes implicaciones prácticas. Este efecto hace referencia a la tendencia de los seres humanos a recordar tareas inacabadas o interrumpidas con mayor facilidad que las que han sido completadas. Por tanto supone una tensión psicológica que determina que las tareas inacabadas sean evocadas posteriormente con más fuerza, como si, de alguna manera, aquello finalizado ya lo diésemos por concluido y resultase más difícil de traer a la memoria.
Originalmente, este efecto fue descrito por la psicóloga soviética Bluma Zeigarnik, que se interesó por este fenómeno al observar cómo un camarero era capaz de recordar con facilidad una larga lista de pedidos pendientes, y sin embargo difícilmente recordaba los platos que acababa de servir. En 1927, Bluma Zeigarnik publicó un estudio acerca de este fenómeno, que posteriormente tomaría su nombre. En el estudio realizado, los sujetos de la muestra tuvieron que realizar una serie de 18 a 21 tareas sucesivas, consistentes en problemas de aritmética, enigmas, tareas manuales, etc. Como condición experimental, la mitad de esas tareas fueron interrumpidas antes de que los individuos pudieran acabarlas. El hallazgo más significativo fue que eran precisamente las tareas interrumpidas las que los sujetos recordaban mejor al cabo de un tiempo. Por otra parte, las tareas que los individuos habían completado se olvidaban con frecuencia, sin dejar huella en la memoria.
Los estudios realizados posteriormente por otros psicólogos, tomando en cuenta los datos obtenidos por Bluma Zeigarnik, han relacionado este efecto psicológico con las motivaciones de terminación.
El Efecto Zeigarnik ha despertado mucho interés porque tiene importantes consecuencias más allá de la hostelería. En general, todas las tareas inacabadas provocan estrés y resultan difíciles de apartar de la cabeza. Por ello las personas tienden a olvidar lo estudiado tras los exámenes, algunos pilotos intentan aterrizar a pesar de que las condiciones no sean las adecuadas y cada episodio de una serie a menudo termina en un momento de gran dramatismo conocido como “Cliffhanger”, que incita al espectador a permanecer delante del televisor la semana siguiente a la misma hora.
El recurso del Cliffhanger, que literalmente significa al borde del precipicio, tiene mucho peso en la actualidad y su funcionamiento se produce a partir del Efecto Zeigarnik. El Cliffhanger está constituido por las escenas que normalmente, al final del capítulo de una serie de televisión, cómic, película, libro o cualquier obra que se espera que continúe en otra entrega, generan el suspense o el shock necesario para que la audiencia se interese en conocer el resultado o desenlace en la siguiente entrega.
Un cliffhanger puede ser simplemente una imagen, una acción e incluso sólo una frase, dependiendo del medio y del tipo de historia. En un principio eran usados en la literatura y en los radiodramas, y de ahí pasaron a la televisión e incluso a los videojuegos que, de este modo, consiguen mantener en vilo al espectador, lector o jugador hasta el momento del desenlace de la situación.
El efecto Zeigarnik y su relación con el recurso del Cliffhanger, dan cuenta de la importancia que tienen los desenlaces para los seres humanos. De hecho, cuando somos espectadores de una narración, nos resulta mucho más placentero cuando la historia se cierra, es decir, el bueno es reconocido, el malo recibe su castigo y, en definitiva, el conflicto queda resuelto. Por tanto, una historia con un final trágico en el que no se haya impartido justicia constituye una trama no resuelta que, como una espina clavada, genera cierta tensión psicológica y ansiedad en el espectador.