Las personas que llevan agenda suelen anotar más objetivos en un día de los que pueden cumplir, aunque no por esto se desanimen. Llegando el final de cada jornada, suelen tachar cada objetivo no cumplido y anotarlo junto a los del día siguiente, con optimismo, sin pensar en si estarán siendo o no realistas.
Con la llegada del fin de año nos encontramos con el mismo fenómeno psicológico, aunque a mayor escala. Durante los últimos días del calendario hacemos una revisión poco crítica sobre los objetivos alcanzados y posponemos cualquier actividad que nos resulte compleja o tediosa, para el año siguiente.
Solemos confiar en que esta vez será la definitiva y dejarnos llevar por lo que los psicólogos llaman: optimismo infundado, agravando a menudo ciertos problemas durante las fiestas, ya que nos olvidamos de cuidarnos pensando que en la nueva agenda no figurarán los excesos cometidos, sino únicamente los objetivos cumplidos.
Tras las navidades suele comenzarse el cambio con cierta intensidad, pero esa voluntad comienza a deshincharse pronto y año tras año vemos nuestros objetivos fracasar.
Insensibles a esta retroalimentación, volvemos una y otra vez a comenzar con esperanza el cambio, pero tropezamos en los mismos errores. A continuación destacamos algunos de los más comunes y proponemos varias soluciones:
Uno de los problemas fundamentales es nuestra tendencia a abarcar demasiado. Nos planteamos varios objetivos, sin definición, de manera confusa. Para este caso vale la regla: “menos es más”. Hay que marcarse pocos objetivos, concretos y realistas.
A la hora de definir claramente los objetivos, para evitar una excesiva ambición, es importante probar nuestra competencia inicial y así hacernos una idea de la dificultad de la tarea y el esfuerzo al que nos enfrentamos.
Esta experiencia previa puede ayudar también a organizar y planificar la consecución y estrategias para lograr los objetivos deseados.
Si comenzamos con tareas demasiado exigentes o complejas, será más fácil perder la motivación. Para evitar que esto ocurra hay que planificar, dividir bien el trabajo y procurar que el esfuerzo sea progresivo.
Con respecto a la motivación, que es un aspecto fundamental, hay que decir que los objetivos deben ser importantes, trascendentes, no prescindibles o banales. Se recomienda crear la máxima difusión del mensaje, anotarlo en varios soportes y compartirlo con el entorno para tenerlo bien presente. Si unimos el esfuerzo que requiere cambiar de hábitos a una escasa motivación, estaremos condenados al fracaso. Hay que premiar cada pequeño logro, sobre todo al principio.
Además de conocer el esfuerzo, es interesante tratar de anticipar y prevenir los obstáculos o problemas que puedan surgir durante el camino y sobre todo no perder el ánimo ante posibles imprevistos.
Cualquier día es bueno para comenzar el cambio.
Aunque en estos primeros días del año contemos con cierto impulso motivador, lo fundamental es la perseverancia, no rendirse si esa inercia resultara insuficiente. Se puede continuar o comenzar de nuevo en cualquier otra fecha, contaremos con más experiencia y por lo tanto mayores garantías de éxito.