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Optimismo y Salud

Posted on 18/10/2012 por clicpsicologos
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El optimismo es una variable que siempre ha interesado a los psicólogos debido al fuerte impacto que puede ejercer sobre la salud de los individuos. De hecho, las personas optimistas, como consecuencia de considerar que sus metas son posibles, tienden a experimentar afecto positivo. En este sentido, numerosos estudios han mostrado que las personas optimistas se sienten mejor que las pesimistas, es decir, informan de más emociones positivas y de menos negativas.

Los estudios sobre optimismo no sólo le han relacionado con bienestar psicológico y afecto positivo, sino que también se vincula el optimismo con una mejor salud física en términos generales y con una menor incidencia de determinadas enfermedades tales como el cáncer y ciertas patologías coronarias.

Por otra parte, el optimismo se relaciona con mejores resultados en cualquier ámbito de la vida de una persona, considerándose que esto es posible debido a que las personas optimistas afrontan de manera más efectiva los problemas con los que se encuentran. En efecto, cuando surgen los inevitables impedimentos en la consecución de las metas que se están persiguiendo, los optimistas consideran que las metas, aún así, pueden ser logradas, mientras que los pesimistas tienden a creer que dichas metas no son posibles. Otra característica de las personas optimistas es su tendencia a persistir en los esfuerzos para lograr sus objetivos, aún cuando el progreso es lento o difícil. Por el contrario, las personas que no ven los resultados como posibles, es decir, los pesimistas, dejan de esforzarse para obtener las metas. En este sentido, cabe decir que las expectativas constituyen un determinante muy importante en el comportamiento relativo a continuar intentándolo o abandonar una determinada tarea.

En cuanto a estilos y estrategias de afrontamiento, cabe destacar que las personas optimistas tienden a emplear estrategias dirigidas a la solución directa de los problemas, sobre todo cuando valoran la situación como controlable y cuando creen que se puede hacer algo por cambiar la situación problemática. Además cuando las situaciones son incontrolables, los optimistas emplean estrategias de afrontamiento centradas principalmente en la emoción, lo que les permite tener ventaja en las situaciones que no se pueden cambiar. Dichas estrategias de afrontamiento que les sirven para protegerse del malestar emocional originado por una situación problemática, son principalmente las siguientes:

  • Reevaluación positiva.
  • Aceptación de la realidad.
  • Búsqueda del lado positivo de la situación.
  • Uso del humor.

En el polo opuesto se sitúan los pesimistas, que suelen emplear estrategias tales como las de escape o evitación, escasa o nula implicación en las metas que el estresor interfiere, o estrategias que se centran en la negación del problema.

A pesar de lo descrito anteriormente acerca de los beneficios que obtienen las personas optimistas, lo cierto es que también existen personas que presentan niveles demasiado exagerados de optimismo, que pueden tornarse en perjudiciales para el sujeto,  debido a que mantienen ideas no realistas o ilusorias. Este tipo de optimismo ilsuorio hace referencia a la tendencia que presentan algunas personas de creer que tienen menos probabilidades de sufrir eventos negativos que las demás personas que les rodean. Serían personas que creen tener una especie de invulnerabilidad, lo que les lleva  a desatender muchas conductas de promoción de la salud.

Por último, atendiendo a los principales estudios llevados a cabo sobre la relación entre optimismo y salud, cabe destacar las siguientes conclusiones:

  • Las emociones positivas se relacionan tanto con el bienestar psicológico como con el bienestar físico.
  • Las personas más felices son las que experimentan frecuentes emociones positivas, aunque sean de intensidad moderada, dado  que las emociones muy intensas, además de poco frecuentes, producen subidas en el ánimo que no son duraderas.
  • Las personas optimistas tienen muchas menos probabilidades de presentar trastornos tales como depresión y ansiedad.
  • El optimismo tiene efectos directos sobre los sistemas fisiológicos, propiciando una menor reactividad cardiovascular ante el estrés y un mejor estatus inmunológico.
  • El optimismo ayuda a las personas a desarrollar un mayor número de conductas de mantenimiento y promoción de la salud.
  • Los optimistas se implican en estrategias directas de solución de problemas cuando las situaciones se pueden cambiar y cuando no se pueden cambiar utilizan estrategias adaptativas dirigidas a reducir el impacto emocional.
Por último, hacer referencia a una reflexión del poeta Tagore en la que daba buena cuenta de su optimismo ante la vida:
“Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta,
cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, sin importar lo oscuro que esté el presente”.

 

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Salud mental y deporte

Posted on 04/10/2012 por clicpsicologos
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El ejercicio físico constituye una práctica social directamente relacionada con la evolución de los niveles de vida económico y social a lo largo del tiempo. Por tanto, el papel que cumple esta actividad o ejercicio físico se ha modificado con el paso del tiempo. De hecho, en sus inicios tenía un carácter muy funcional, bien en relación con la preparación para la guerra, bien como parte de la preparación para el desempeño laboral. Actualmente, la práctica de ejercicio físico pretende cosas diferentes, teniendo como principales objetivos la consecución de bienestar físico y psicológico, el conocimiento y dominio del propio cuerpo, la ampliación de posibilidades individuales, la consecución de objetivos formativos y educativos y de modo más global la contribución a la formación integral del sujeto.

Por otra parte, los efectos beneficiosos, tanto físicos como psicológicos, que se derivan de la práctica de actividades físicas – deportivas son múltiples. Entre ellos destacan los siguientes:

  • Incremento de la capacidad cardiorrespiratoria y muscular.
  • Aumento del nivel de endorfinas y opiáceos.
  • Control del peso corporal.
  • Mejora del tono muscular.
  • Mejora de la líbido y la satisfacción sexual.
  • Reducción del estrés.
  • Reducción del sedentarismo.
  • Aumento de las habilidades de autocontrol.
  • Mejora del estado de ánimo.
  • Aumento de la red de apoyo social.
  • Aumento de la autoestima.

En conjunto, la práctica de actividad deportiva constituye una actividad lo suficientemente saludable como para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considere como una de las áreas básicas de actuación en su documento sobre la salud para todos. No obstante, un aspecto que se debe tener muy en cuenta es que la actividad física y deportiva debe estar adecuadamente enfocada, dirigida y controlada, de cara a evitar potenciales efectos adversos tales como la adicción a la actividad física en detrimento de otros valores, la extrema competitividad, el carácter de trabajo obligatorio autoimpuesto, la presencia de violencia o la ausencia de diversión y disfrute.

En relación a lo anterior, una de las áreas que más se ha ocupado de la relación entre la actividad física y la salud mental ha sido la Psicología de la Motivación. De hecho, los psicólogos motivacionales han realizado numerosos estudios y aportaciones con la finalidad de conseguir que el deporte y la actividad física sirvan como instrumentos de integración social y como medios para la salud física y psíquica de los individuos.

En cuanto a la utilización del deporte como recurso terapéutico, lo cierto es que suele funcionar muy bien como actividad complementaria a diversos tratamientos psicológicos o como medio para prevenir algunos problemas de carácter psicosocial. En este sentido, el deporte resulta beneficioso en situaciones problemáticas de tipo pasivo y de efectos individuales, tales como los hábitos sedentarios, las dolencias cardíacas, el estrés, la ansiedad y la depresión. Pero además, la actividad deportiva también constituye un apoyo terapéutico en situaciones que pueden tener un efecto directo más allá de la propia persona, como son las adicciones o las conductas delictivas. De este modo, las posibilidades como apoyo terapéutico del deporte han sido muy eficaces en la rehabilitación de sujetos drogodependientes. De hecho, uno de los efectos más evidentes de la drogadicción es el deterioro físico de la persona y de sus capacidades perceptivo – motrices. En este sentido, una adecuada preparación físico – deportiva contribuye a la recuperación orgánica del individuo y a la producción de efectos positivos a nivel psicológico, mejorando la autoimagen, aumentando la sensación de bienestar y  favoreciendo aspectos psicosociales tales como el cumplimiento de normas de convivencia y de relación.

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Psicología y alimentación

Posted on 19/09/2012 por clicpsicologos
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A la hora de abordar la relación entre la salud mental y la alimentación, conviene tener en cuenta que actualmente  los actos de comer y beber no sólo representan una conducta biológica destinada a la supervivencia, sino que son actos que tienen en conjunto un gran significado social y cultural.

Los psicólogos han puesto de manifiesto que debido a la gran carga simbólica de la conducta de comer, ésta puede servir de vehículo de expresión de múltiples enfermedades. De hecho, dicha conducta anómala puede encontrarse con relativa frecuencia en diversos trastornos de la alimentación que no dependen de una perturbación directa de los mecanismos neurofisiológicos del hambre y la sed, sino que son recursos expresivos mediante los cuales el individuo pone de manifiesto sus disconformidades con el ambiente y sus problemas afectivos. En ciertos casos, el trastorno alimentario constituye un síntoma, aislado o no, de un trastorno de la personalidad del individuo o de alguna función de su vida psíquica. Estos trastornos en la alimentación, fáciles de entender si se considera la importancia de las comidas dentro de la vida de relación de la persona, pueden ser la expresión de diversos sentimientos, inadaptación, conflictos y ansiedad. En efecto, se ha constatado que en los estados de depresión hay una mayor tendencia a la anorexia, mientras que en los estados de ansiedad, pueden producirse los mismos síntomas o, por el contrario, presentarse conductas impulsivas y abusivas respecto a la comida, como un intento de olvidar la sensación de ansiedad.

Las personas que viven en armonía y que están adaptadas a las tensiones de su ambiente suelen presentar unas reacciones normales a las sensaciones de hambre y sed, sin caer en trastornos por exceso o defecto y manteniendo una pautas de alimentación saludables.

Por otra parte, los efectos psicológicos que produce la ingesta de determinados alimentos, condiciona en gran medida las pautas alimentarias de las personas,  siendo estos efectos diferentes en función de las preferencias y características de personalidad de cada individuo.

A pesar de que los efectos psicológicos de los alimentos han sido mucho menos estudiados que los efectos físicos, en realidad tienen una importancia fundamental y de hecho muchas dietas suelen abandonarse más por razones psicológicas que de cualquier otro tipo.

Como norma general, los alimentos que le gustan a una determinada persona suelen producir la liberación de beta – endorfinas y ayudan a mejorar el estado de ánimo. No obstante, si esos alimentos que le gustan a una persona determinada, no debe tomarlos por problemas de salud o por estar realizando algún tipo de dieta, en ese caso los sentimientos de culpa que experimenta la persona pueden contrarrestar el efecto positivo, siendo esta situación más frecuente en mujeres que en hombres. En este sentido, la mayor parte de los psicólogos coinciden en que lo más saludable es olvidarse de esos sentimientos de culpa, mediante una ingesta moderada y saludable de las comidas que nos gustan, adaptándonos así a las necesidades y gustos de cada uno.

Los efectos psicológicos de los alimentos presentan una gran carga subjetiva, que se ve reforzada por el hecho de que un determinado alimento gusta más o menos a una determinada persona, además de por sus propiedades organolépticas (sabor, olor, aspecto…), por otros factores como las experiencias previas con ese alimento, circunstancias sociales que lo acompañan y otro tipo de factores personales. Un hallazgo importante tiene que ver con el diferente tipo de asociación establecido por hombres y mujeres ante el consumo de determinados tipos de alimentos con elevada carga calórica y que suelen denominarse comidas prohibidas. En este sentido, los hombres tienden a relacionar este tipo de alimentos con situaciones y momentos de hambre, mientras que para las mujeres tienen más que ver con situaciones negativas, como aburrimiento o estrés.

A la luz de los estudios realizados al respecto, se puede concluir que no es conveniente establecer estrategias de alimentación generalizadas (dietas, menús…) e iguales para todos, ya que las estrategias individualizadas son mucho más efectivas a la hora de atender y cubrir las preferencias, necesidades, evolución y condiciones particulares de cada individuo.

Finalmente, conviene destacar que se ha constatado la existencia de una serie de alimentos muy útiles para el buen funcionamiento y mantenimiento de un óptimo nivel de actividad cerebral. Entre los alimentos que ayudan a mantener un cerebro saludable destacan los siguientes:

  • Arándanos: los arándanos ayudan a proteger el cerebro del estrés oxidativo y pueden reducir los efectos de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el Alzheimer o la demencia. Los estudios indican también que una dieta rica en arándanos incrementa de forma significativa la capacidad de aprendizaje y las habilidades motoras a pesar del envejecemiento, pudiendo compararse mentalmente a otros cerebros más jóvenes.
  • Salmón salvaje: el salmón es rico en ácidos grasos esenciales omega-3. Estos ácidos grasos son fundamentales para la función cerebral y se encuentran también en otros pescados grasos.
  • Frutos secos y semillas: los frutos secos y las semillas son una buena fuente de vitamina E. Unos niveles elevados de esta vitamina dan lugar a un menor deterioro cognitivo durante el envejecimiento.
  • Aguacates: son tan buenos como los arándanos para la salud cerebral. Además contienen grasas monoinsaturadas, lo que contribuye a mantener una circulación sanguínea saludable. Los aguacates también disminuyen la tensión arterial y, puesto que la hipertensión es un factor de riesgo para el deterioro de las capacidades cognitivas, una tensión arterial más baja ayuda a potenciar la salud cerebral.
  • Cereales integrales: los cereales integrales como la avena, el pan integral y el arroz integral pueden reducir el riesgo de cardiopatía. Si se mejora la salud cardiovascular, se potencia el buen funcionamiento del organismo, lo que incluye el cerebro.
  • Legumbres: las judías estabilizan los niveles de glucosa (azúcar en sangre). El cerebro utiliza la glucosa como combustible y, puesto que no puede almacenarla, depende de un aporte de energía continuado. Por tanto, las judías pueden proporcionar esta energía continuada a partir de la estabilización de los niveles de glucosa.
  • Granada: proporciona unos potentes beneficios antioxidantes, que protegen el cerebro del daño causado por los radicales libres. Otras frutas cítricas y vegetales poseen también importantes propiedades antioxidantes.
  • Té recién preparado: dos o tres tazas al día de té recién preparado contienen una modesta cantidad de cafeína que, consumida en moderación, puede potenciar la capacidad cerebral mejorando la memoria y la atención.
  • Chocolate puro: tiene importantes propiedades antioxidantes y además contiene varios estimulantes naturales que mejoran la atención y la concentración. Además, estimula la producción de endorfinas, lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo.

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Qué es la sorpresa

Posted on 17/09/2012 por clicpsicologos
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La sorpresa es sin duda una de las emociones básicas más singulares. De hecho, como primera muestra de su singularidad, cabe destacar la polémica existente entre los psicólogos actuales acerca de sus connotaciones de emoción básica, llegando incluso a cuestionar que se trate de una auténtica emoción. No obstante, son mucho más numerosos los criterios y los autores que sí la incluyen entre las emociones básicas.

Otra singularidad de la emoción de sorpresa proviene de su tono hedónico, ya que aunque anecdóticamente se ha considerado a la sorpresa como una emoción positiva, en realidad se trata de una reacción emocional neutra, que no puede ser clasificada en base a su afecto positivo o negativo, como agradable o desagradable. Por tanto, su singularidad es la de ser la única emoción carente de tono hedónico. Sin embargo, este aspecto no la descalifica como emoción básica, ya que el tono hedónico emocional, además de su polaridad, tiene una gradación, y esta última no sólo depende del tipo de emoción, sino de la intensidad con la que se dispare en cada situación. En este punto conviene hacer una aclaración importante, y es que afecto positivo y afecto negativo no son los dos extremos de un mismo continuo, sino que son sistemas afectivos diferentes y parcialmente independientes entre sí. En efecto, se trata de dos dimensiones unipolares, una positiva y otra negativa, en cuyo punto de intersección se sitúa la sorpresa.

Una última característica propia de la sorpresa viene dada por el hecho de ser la emoción más breve de cuantas existen. De este modo, esta emoción se produce de forma súbita ante una situación novedosa o extraña, y desaparece con la misma rapidez con la que apareció. Además, suele dar lugar, también de un modo muy rápido, a la aparición de otras emociones, en concreto la que sea más congruente con la situación estimular desencadenante de la sorpresa.

De esta manera, se puede definir la sorpresa como una emoción singular, que se caracteriza por su reacción ante algo imprevisto o extraño, y, como consecuencia de ello, la atención, la memoria de trabajo y en general todos los procesos psicológicos se dedican a procesar la estimulación responsable de esta reacción. Las principales condiciones elicitadoras de esta emoción son las siguientes:

  • En general, los estímulos novedosos, de una intensidad entre débil o, como mucho, moderada.
  • La aparición de acontecimientos inesperados o fuera de contexto.
  • Los aumentos bruscos en la intensidad de la estimulación.
  • La interrupción inesperada o el corte de una actividad en curso.

En cuanto a las funciones de la sorpresa, tal y como ocurre con la mayoría de las emociones básicas, las funciones adaptativas son las que juegan un papel más prominente. Así, la sorpresa facilita la aparición de una reacción emocional y conductual apropiadas ante situaciones novedosas. Para ello, elimina las actividades residuales en el sistema nervioso central, que pueden interferir con la reacción apropiada ante las nuevas exigencias de la situación. De este modo, produce el bloqueo de otras actividades y la concentración de esfuerzos en el análisis del evento sorprendente o inesperado, que es mayor cuando las condiciones tienen una alta relevancia motivacional.

La función social de la sorpresa se logra mediante sus claros mecanismos de expresión, que comunican a los demás la situación de incertidumbre y, por tanto, permiten adecuar su comportamiento a dicha condición.

Por último, la función motivacional de la sorpresa se corresponde con una reacción afectiva que cumple el papel de valoración de la situación. Por tanto, se trata de una primera valoración automática de la situación en términos de si es congruente motivacionalmente o no para el organismo. Se trata de una valoración muy rápida, que se corresponde con una especie de respuesta de orientación, y que es predominantemente afectiva y no consciente. Dicha respuesta de orientación comprende un proceso fisiológico – cognitivo de respuesta emocional de curiosidad o aceptación de los estímulos del entorno, preparando al organismo para su recepción y análisis. Así, la sorpresa está asociada a un incremento en la sensibilidad de los órganos sensoriales y a una reducción de los umbrales perceptivos, para aumentar y optimizar la receptividad del organismo, así como para activar los niveles centrales de análisis.

Finalmente, destacar una frase que acuñó el poeta y novelista italiano Cesare Pavese, refiriéndose a las connotaciones positivas y al carácter adaptativo de la sorpresa:

“La sorpresa es el móvil de cada descubrimiento”

 

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Agresión y violencia en la sociedad

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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La agresión puede ser definida como cualquier forma de conducta dirigida a dañar o perjudicar a otro ser vivo. A partir de esta definición, que incluye una amplia variedad de comportamientos interpersonales, grupales y sociales, se puede diferenciar entre dos tipos de conducta agresiva:

  • La agresión afectiva, que se refiere a la agresión cometida con el fin último de causar un daño.
  • La agresión instrumental, en la que la conducta agresiva supone un medio para obtener una meta u objetivo, siendo el daño un aspecto secundario de la finalidad.

Teniendo en cuenta la clasificación anterior, se puede afirmar que en la vida cotidiana, lo más frecuente es que se produzca una convergencia entre ambas motivaciones, ya que se agrede tanto por el deseo de hacer daño como por la expectativa de que este comportamiento permitirá lograr algún resultado o ventaja.

La violencia y la agresión son fenómenos que tradicionalmente han interesado a los psicólogos y a los científicos sociales de diferentes ámbitos. En este sentido, el interés en analizar estas variables se ha ido renovando permanentemente, a medida que a lo largo de los años, o al comparar sociedades coetáneas, se detectan diferencias en el predominio de unas formas de agresión u otras.

A lo largo de las últimas décadas el estudio de la agresión está marcado por un profundo interés en transformar la sociedad, de tal forma que contribuya al desarrollo  de una cultura de la paz en la que la justicia, la igualdad y la ausencia de humillación prevalezcan sobre otras formas de cultura que pueden fomentar la agresividad. Desde estas perspectivas no se plantea tanto la extinción de los comportamientos agresivos como la creación de una sociedad que aliente comportamientos alternativos.

La conducta agresiva en determinadas circunstancias es adaptativa y, en cualquier caso, constituye un elemento normal del repertorio de conductas del ser humano. Por tanto la conducta agresiva no necesariamente supone una manifestación de anomalías. De hecho, este tipo de conductas están muy influidas por dos factores inherentes a cualquier sociedad. Por un lado se considera que las conductas agresivas son susceptibles de adquirirse y mantenerse a través del aprendizaje social. Por otro lado, se ha demostrado que la cultura regula el uso de la agresión a través de las normas sociales, lo que explica las grandes diferencias que existen entre las distintas culturas en las tendencias a manifestar agresión en la propia sociedad y en sus relaciones con otras sociedades y culturas.

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El Trastorno de Estrés Postraumático

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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El trastorno de estrés postraumático (TEP) es un trastorno de conducta que suele presentarse ante eventos especialmente estresantes para los seres humanos. Los principales eventos que pueden generar la aparición del trastorno de estrés postraumático son haber padecido o haber sido testigo de una agresión física o de una amenaza para la vida de uno mismo o de otra persona. Normalmente dichos acontecimientos suelen generar en la persona intensas respuestas de miedo, horror o indefensión.

La mayor parte de los psicólogos coinciden en señalar que los síntomas del TEP consisten básicamente en la reexperimentación del suceso traumático, la evitación conductual y cognitiva de los estímulos asociados a dicho suceso y la hiperactivación fisiológica. Generalmente dichos síntomas se manifiestan cierto tiempo después de la situación traumática y suelen conllevar una gran interferencia  en el funcionamiento social y laboral, arrastrando a la persona a una súbita pérdida de interés por las cosas que anteriormente le resultaban agradables, tanto desde el punto de vista lúdico como interpersonal. Además, dicho trastorno suele producir un cierto embotamiento afectivo en la persona. Por tanto y atendiendo a la descripción de estos síntomas resulta evidente la inclusión de este cuadro clínico dentro de los denominados trastornos de ansiedad.

Los resultados de las investigaciones refieren que el  trastorno de estrés postraumático suele manifestarse tras catástrofes naturales o tras accidentes. No obstante los síntomas más complicados se presentan en ex militares que han participado en conflictos armados y en personas adultas que han sido abusadas sexualmente en la infancia. En tales casos, suelen aparecer síntomas específicos como amnesias selectivas y fenómenos disociativos.

Por último, y desde una perspectiva predictiva, señalar que dicho trastorno puede tener una evolución positiva en la que desaparece por completo la sintomatología, o bien puede convertirse en algo crónico que acompaña a la persona durante el resto de su vida. En cualquier caso, la evolución positiva o negativa de este trastorno está muy relacionada con la existencia de algún trastorno psicopatológico previo, así como de la intensidad y gravedad de los estresores y del apoyo psicológico y social recibido durante y después del trauma.

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El efecto halo

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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Lo que se conoce en psicología como efecto halo es un atajo frecuente de la percepción humana, que consiste en valorar a las personas a partir de un rasgo sobresaliente, positivo o negativo, y generalizar a partir de esa primera impresión hacia características que posiblemente nada tienen que ver. Por tanto, conviene conocer este mecanismo evolutivo, ser conscientes de su poder para tratar de evitar errores perceptivos y en general ser más precisos y libres a la hora de realizar valoraciones o juicios.

Aunque ya se encontraba en la sabiduría popular, los primeros estudios oficiales sobre este sesgo cognitivo los realizó el psicólogo estadounidense Eduard Thorndike, quién en 1920 evidenció su influencia estudiando la opinión de oficiales sobre sus subordinados. Sin embargo, según parece, los asesores de Nixon no tuvieron en cuenta el mismo a la hora de planificar la campaña electoral de 1960, lo que le supuso perder la presidencia de EE.UU. frente al televisivo Kennedy.

Tradicionalmente, la publicidad se ha aprovechado de este sesgo y lo ha explotado al máximo, afectando al consumo, a la política, al arte, a la moda, etc. Además de la tendencia a valorar a las personas por la imagen, el efecto halo también supone asociar las características de un producto sobresaliente con la imagen de la marca. Por ello, cuando se descubre un nuevo e interesante producto que tiene buena acogida, las compañías los asocian lo máximo posible a su marca, ya que esta vinculación realza las bondades del resto de productos (de forma irracional) y se disparan las ventas.

El efecto halo también tiene su contrapartida y se conoce en psicología como efecto halo negativo o “devil effect” al fenómeno de atribuir características negativas a las personas por su imagen o a las marcas por alguno de sus productos. Debido a este fenómeno nos sorprende tanto la incongruencia del aspecto físico y el talento, y cuando se combinan estos dos componentes salta la noticia como si fuera algo inaudito.

Resumiendo: “la primera impresión es la que cuenta”. Hay que conocer el efecto halo y saber aprovechar sus  ventajas, por ejemplo, a la hora de acudir a una entrevista de trabajo, pero al mismo tiempo hay que esforzarse por filtrar la información y defendernos de este sesgo cuando tenemos que realizar un juicio, ya sea a la hora de elegir pareja o al realizar pequeñas compras.

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El Trastorno Narcisista

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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El Narcisismo supone una alusión al mito de Narciso, es decir, amor a la imagen de sí mismo. De hecho, según la mitología griega, al ir a beber a un arroyo, Narciso se fascinó enormemente por la belleza de su propio reflejo en el agua, sin atreverse a beber por miedo a dañarlo e incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente murió contemplando su reflejo y la flor que lleva su nombre creció en el lugar de su muerte.

El concepto de Narcisismo fue introducido en el ámbito de la Psicología a partir del Psicoanálisis de Sigmund Freud, con su obra “Introducción del Narcisismo”. No obstante este término ha ido evolucionando y en la actualidad los psicólogos lo emplean para referirse a una serie de rasgos propios de la personalidad normal que, sin embargo, también puede aparecer como una forma patológica extrema en determinados trastornos de la personalidad, tales como el Trastorno Narcisista de la Personalidad. 

Con respecto al Trastorno Narcisista de la Personalidad, se engloba dentro de los denominados trastornos de la personalidad, que se manifiestan como patrones permanentes e inflexibles de experiencia interna y de comportamiento, que se apartan de las expectativas de la cultura del sujeto, que son estables a lo largo del tiempo y que le generan diversos malestares o perjuicios al individuo o a los que le rodean. La característica esencial del Trastorno Narcisista es que se manifiesta en el sujeto como un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y una marcada falta de empatía para con las demás personas. Los sujetos con este trastorno tienden a sobrevalorar sus capacidades y exagerar sus conocimientos y cualidades, con lo que habitualmente suelen ser percibidos como excesivamente orgullosos o presuntuosos. Este trastorno suele manifestarse durante la adolescencia, siendo más frecuente en hombres que en mujeres.

El área de las relaciones interpersonales se encuentra profundamente afectada en los sujetos que padecen un Trastorno Narcisista de la Personalidad, ya que tienden a creerse únicos y superiores a las personas que les rodean, necesitando un continuo reconocimiento por parte de los demás para sentirse satisfechos. Además, estos sujetos suelen pensar que sólo les pueden comprender o que sólo pueden relacionarse con otras personas especiales o de alto status. 

Otra característica de los sujetos que padecen un Trastorno Narcisista de la Personalidad es su marcada falta de empatía. En este sentido, es frecuente que presenten dificultades a la hora de reconocer e interpretar los sentimientos y emociones de los demás, mostrando en todo momento comportamientos arrogantes, soberbios y centrados única y exclusivamente en sí mismos. Además, a pesar de que los sujetos que padecen este trastorno demandan continuamente la atención de las personas que les rodean, lo cierto es que su autoestima suele ser bastante frágil. De hecho, aunque tal vez no lo demuestren abiertamente, las críticas pueden obsesionar en exceso a estos sujetos, haciendo que se sientan humillados, degradados, hundidos y vacíos. De este modo, dichas experiencias suelen conducir al retraimiento social o a una apariencia de humildad que puede enmascarar y proteger la grandiosidad. Por tanto, las relaciones interepersonales están habitualmente dañadas, debido fundamentalmente a los problemas derivados de su necesidad de admiración y de la relativa falta de interés por la sensibilidad de los demás.  

Finalmente, destacar que los rasgos de personalidad narcisistas son bastante frecuentes, apareciendo incluso en sujetos que han conseguido éxito y prosperidad en sus vidas. No obstante, estos rasgos sólo constituyen un Trastorno Narcisista de la Personalidad cuando son inflexibles, desadaptativos y persistentes, ocasionando un deterioro funcional significativo o malestar subjetivo en el individuo.

 

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Estereotipos de género y discriminación

Posted on 22/08/2012 por clicpsicologos
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Los estereotipos de género constituyen un tema de actualidad y ampliamente estudiado por los psicólogos. Pueden definirse como un conjunto de creencias compartidas socialmente acerca de las características que poseen hombres y mujeres, que se suelen aplicar de forma indiscriminada a todos los miembros de uno de estos grupos.

El estereotipo femenino suele estar compuesto por creencias tales como que las mujeres son emocionales, débiles, sumisas, dependientes, comprensivas, cariñosas y sensibles a las necesidades de los demás. No obstante, esto no quiere decir que en realidad lo sean, tan sólo que tienden a ser percibidas de este modo. Por otra parte, según el estereotipo masculino, los hombres son duros, atléticos, dominantes, egoístas, agresivos, competitivos y con tendencia al liderazgo. Sin embargo, esto tampoco se corresponde necesariamente con la realidad, sino que se trata de una percepción generalizada.

Algunas explicaciones sobre el origen de los estereotipos de género destacan su importante función de justificación y mantenimiento del status quo. Por tanto los estereotipos sirven para regular la sociedad y asignar a cada miembro de ella su papel, contribuyendo a mantener el status quo y las relaciones de poder.

Asimismo, los estereotipos de género responden a la necesidad de encontrar una explicación psicológica a los hechos sociales. De este modo, se tiende a racionalizar las relaciones injustas entre hombres y mujeres aludiendo a diferencias en determinadas características que conforman el estereotipo, justificando con ello la existencia de las conductas discriminatorias. Por ejemplo ante la pregunta “¿Por qué hay tan pocas mujeres directivas?, una posible respuesta estereotipada sería la siguiente: “porque carecen de las cualidades que se requieren para desempeñar estos puestos”.

Los estereotipos de género, al igual que el resto de los estereotipos, simplifican el procesamiento de la información a través de la categorización, lo que posibilita una evaluación rápida sobre una persona, grupo o situación. Sin embargo, y aunque este aspecto pudiera parecer positivo a simple vista, lo cierto es que el hecho de no tener en cuenta las características individuales suele derivar en interpretaciones sesgadas e imprecisas, dando lugar a situaciones extremadamente negativas en las que se justifican y legitiman actitudes discriminatorias y sexistas hacia las mujeres.

Por último destacar que los estereotipos de género también actúan en detrimento de los hombres, si bien su impacto suele ser menor, debido sobre todo a la tendencia estereotipada de atribuir a las mujeres un papel subordinado en la sociedad, que ha ocasionado que sean objeto de discriminación en mayor medida.

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Factores psicosociales y enfermedad

Posted on 13/07/2012 por clicpsicologos
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Desde hace varios años, los estudios de diversos psicólogos han constatado que las variables de tipo psicosocial modifican de forma importante la función inmunológica. La investigación en este ámbito se ha centrado fundamentalmente en el contexto del estrés psicosocial y en la influencia de los estados emocionales negativos, en particular de la depresión, como elementos moduladores del sistema inmune. De este modo, los tipos de situaciones estresantes que parecen inducir efectos negativos sobre la competencia inmunológica son muy diversos, si bien, al margen de las condiciones de estrés experimental o de estrés pre o posquirúrgico, suelen predominar aquellas situaciones que implican alguna forma de estrés psicosocial.

En relación con lo anterior, la evidencia empírica más amplia y más consistente proviene de los trabajos elaborados por un grupo de psicólogos de la Universidad de Ohio, que constataron que los sucesos vitales mayores guardan una gran relación con el funcionamiento del sistema inmunitario. Por tanto diversas situaciones relacionadas con el desempleo, estrés académico, divorcio y separación, son capaces de inducir decrementos significativos en los niveles de inmunocompetencia. Por otra parte, también demostraron  que las situaciones de estrés agudo tienden a producir un incremento en las respuestas emocionales depresivas y un efecto inmunosupresivo, mientras que las exposiciones a estresores crónicos se asocian con el desarrollo de determinados tipos de cáncer.

Uno de los estudios más relevantes en relación con los factores psicosociales y su influencia en el desarrollo de ciertas enfermedades, es el que llevaron a cabo Herbert y Cohen. Entre las conclusiones más importantes que obtuvieron cabe destacar las siguientes:

  • El estrés se asocia con un descenso en la capacidad de inmunocompetencia linfocitaria, es decir, la exposición a situaciones de estrés aumenta las probabilidades de padecer un cáncer.
  • Es posible incrementar la función inmune mediante estrategias de intervención focalizadas en la reducción del estrés.
  • Los ejercicios aeróbicos en general y el hecho de mantener una buena condición física son factores que se asocian positivamente con las respuestas del sistema inmunológico y con la resistencia a la enfermedad.
  • Los estresores mayores pueden generar trastornos afectivos tales como la ansiedad y la depresión, todo ello debido a una disminución en el nivel de competencia del sistema inmunológico.

Por último, señalar que los decrementos de la respuesta inmunológica motivados por factores psicosociales, se asocian fundamentalmente con las siguientes enfermedades y patologías:

  • Cáncer.
  • Alergia y problemas de piel.
  • Artritis reumatoide.
  • Enfermedades infecciosas (enfermedades causadas por virus, bacterias y hongos).
  • Trastornos cardiovasculares.
  • Trastornos gastrointestinales (úlcera péptica, síndrome de intestino irritable…).
  • Trastornos respiratorios (asma bronquial).
  • Diabetes Mellitus.
  • Dolor crónico.
Publicado en psicólogo | Etiquetado alergia, ansiedad, artritis reumatoide, cáncer, clicpsicologos, depresión, desempleo, diabetes mellitus, divorcio, dolor crónico, ejercicios aeróbicos, enfermedad, enfermedades, enfermedades infecciosas, estrés, estrés académico, estrés agudo, estrés psicosocial, estresores crónicos, factores psicosociales, psicologia, psicólogo, psicólogo en internet, Psicólogo Online, psicólogos, separación, sistema inmune, sistema inmunitario, terapia, trastornos afectivos, trastornos cardiovasculares, trastornos gastrointestinales, trastornos respiratorios | 1 Respuesta

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