Los contextos educativos se caracterizan por ser entornos destinados a la adquisición de información y a la evaluación de dicho conocimiento adquirido, de un modo reglado y estructurado. Durante la infancia y buena parte de la juventud, la mayoría de las personas pasan por diversas fases dentro del sistema educativo, desde los niveles escolares elementales a la educación superior. Los resultados obtenidos en tales contextos son muy importantes, ya que están directamente relacionados con la formación que va a permitir a las personas desempeñar una profesión y situarse socialmente. Sin embargo, otro factor que resulta de especial importancia y que a menudo no es tenido en cuenta es el de favorecer unas condiciones educativas que maximicen dicho aprovechamiento.
Diversos estudios llevados a cabo por psicólogos, han obtenido que en muchas ocasiones las condiciones de los contextos educativos son sumamente estresantes. De hecho, las demandas son considerables debido a la cantidad de información y al ritmo obligado de aprendizaje, por lo que muchos estudiantes se ven obligados a hacer un esfuerzo extraordinario para que sus capacidades no se vean excedidas por tales demandas. Por otra parte, a lo largo de todo el proceso educativo siempre están presentes los exámenes, a fin de evaluar los progresos alcanzados. Son precisamente los exámenes, las calificaciones, la comparación con los demás alumnos o el logro o pérdida de una beca, los factores que ejercen una mayor influencia sobre el estrés y la ansiedad en el ámbito académico. Tales condiciones de estrés provocan típicamente una reacción emocional, que se conoce como estado de ansiedad y que se manifiesta en tres niveles:
- Subjetivo, con pensamientos de preocupación por las posibles consecuencias aversivas de tener un mal rendimiento.
- Fisiológico, con incrementos en diversas funciones vegetativas y glandulares.
- Conductual, bien huyendo de la situación, bien incrementando el esfuerzo de afrontamiento.
Ahora bien, las personas difieren notablemente en su reacción ante la presión estresante en la evaluación. Un factor de vulnerabilidad personal a las situaciones de estrés lo constituye el rasgo de ansiedad, que se constituye como una cualidad interna de personalidad, relativamente estable, caracterizada por bajos umbrales para detectar señales de peligro potencial.
El grado en que las condiciones educativas resultan estresantes e inductoras de incrementos en el estado de ansiedad, tiene notables repercusiones tanto en la fase de aprendizaje como en la de evaluación.
De modo general, para entender los efectos de la ansiedad en los contextos educativos, hay que conceptualizarla en términos de su función adaptativa. En este sentido, la ansiedad es una reacción emocional que implica procesos de adaptación ante eventos aversivos o peligros anticipados y para ello utiliza un doble mecanismo de acción. El primero de estos mecanismos es cognitivo y consiste en la activación de un estado de alerta que prioriza la detección de señales informativas asociadas a peligros potenciales, mientras que el segundo mecanismo es conductual y concierne a la movilización de recursos para la evitación del posible daño anticipado. Estos recursos pueden ser genéricos y tener un carácter fisiológico y motor. No obstante, también pueden tener un carácter instrumental ligado específicamente a las demandas de la situación. La movilización del primer tipo de recursos es generalmente automática y común a diversas situaciones, mientras que la del segundo tipo es controlada voluntariamente por la persona.
Esta concepción de la ansiedad revela la complejidad de su naturaleza y tiene importantes implicaciones sobre el aprendizaje en el ámbito educativo. Así, las personas ansiosas no responderían positivamente ante las demandas de la situación/tarea, y la ansiedad no tendría un efecto unidireccional sobre el funcionamiento cognitivo y el rendimiento. Más bien, con la finalidad de evitar posibles daños anticipados, las personas con ansiedad movilizarían temporalmente recursos en un proceso de afrontamiento de las demandas dirigido a compensar sus propias deficiencias. El efecto resultante dependerá del grado de las demandas, de la capacidad de la persona para controlar los efectos de la interferencia de las propias preocupaciones, y de la disponibilidad y uso de recursos auxiliares compensatorios. Por tanto, se puede concluir afirmando que, aunque cada vez son más los contextos educativos donde se tienen en cuenta este tipo de factores que relacionan estrés y rendimiento, lo cierto es que aún son muchos los pasos que deben darse en esta dirección para favorecer un completo aprovechamiento de la formación reglada en el ámbito académico.