Lo que se conoce en psicología como efecto halo es un atajo frecuente de la percepción humana, que consiste en valorar a las personas a partir de un rasgo sobresaliente, positivo o negativo, y generalizar a partir de esa primera impresión hacia características que posiblemente nada tienen que ver. Por tanto, conviene conocer este mecanismo evolutivo, ser conscientes de su poder para tratar de evitar errores perceptivos y en general ser más precisos y libres a la hora de realizar valoraciones o juicios.
Aunque ya se encontraba en la sabiduría popular, los primeros estudios oficiales sobre este sesgo cognitivo los realizó el psicólogo estadounidense Eduard Thorndike, quién en 1920 evidenció su influencia estudiando la opinión de oficiales sobre sus subordinados. Sin embargo, según parece, los asesores de Nixon no tuvieron en cuenta el mismo a la hora de planificar la campaña electoral de 1960, lo que le supuso perder la presidencia de EE.UU. frente al televisivo Kennedy.
Tradicionalmente, la publicidad se ha aprovechado de este sesgo y lo ha explotado al máximo, afectando al consumo, a la política, al arte, a la moda, etc. Además de la tendencia a valorar a las personas por la imagen, el efecto halo también supone asociar las características de un producto sobresaliente con la imagen de la marca. Por ello, cuando se descubre un nuevo e interesante producto que tiene buena acogida, las compañías los asocian lo máximo posible a su marca, ya que esta vinculación realza las bondades del resto de productos (de forma irracional) y se disparan las ventas.
El efecto halo también tiene su contrapartida y se conoce en psicología como efecto halo negativo o “devil effect” al fenómeno de atribuir características negativas a las personas por su imagen o a las marcas por alguno de sus productos. Debido a este fenómeno nos sorprende tanto la incongruencia del aspecto físico y el talento, y cuando se combinan estos dos componentes salta la noticia como si fuera algo inaudito.
Resumiendo: “la primera impresión es la que cuenta”. Hay que conocer el efecto halo y saber aprovechar sus ventajas, por ejemplo, a la hora de acudir a una entrevista de trabajo, pero al mismo tiempo hay que esforzarse por filtrar la información y defendernos de este sesgo cuando tenemos que realizar un juicio, ya sea a la hora de elegir pareja o al realizar pequeñas compras.