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El estrés laboral, causas y afrontamiento

Posted on 22/03/2013 por clicpsicologos
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La mayor parte de las personas conciben el trabajo como una senda de venturas y desventuras. No cabe duda de que en ella puede haber espinas que conviertan dicho recorrido en una experiencia poco placentera. Hay personas afortunadas para quienes el trabajo se convierte en la gran aventura de su vida y es en el terreno profesional donde encuentran emoción, estímulo, incluso diversión e inspiración. Sin embargo, hay muchísima gente que desempeña trabajos que no son los que preferiría o que incluso detesta. De hecho, para muchos, el trabajo constituye un mal inevitable o incluso una especie de maldición. En este sentido, para un gran número de trabajadores y empleados la actividad laboral no es otra cosa que la única forma a su alcance de obtener los medios necesarios para cubrir las necesidades vitales básicas y, si sus ingresos lo permiten, otros bienes que, sin ser imprescindibles, mejoran la calidad de vida cotidiana.

Cuando el trabajo constituye una carga es sumamente complicado para el individuo, ya que le obliga a dedicar bastantes horas diarias a una actividad que ni le resulta creativa ni es fuente de motivaciones. Hay personas que saben adaptarse a su situación laboral y no se deterioran psicologicamente con la misma, pero otras engendran una fuerte oposición interior que les supone un verdadero conflicto, llevándoles a un intenso sufrimiento debido a la no aceptación de sus circunstancias laborales.

La insatisfacción laboral da lugar a lo que los psicólogos han denominado estrés laboral, que se manifiesta como ansiedad, abatimiento, angustia o desmotivación. Dicho estrés puede originarse por múltiples variables, unas reales y otras imaginarias, ya que no todo depende del trabajo y sus condiciones, sino que la personalidad del sujeto juega un papel fundamental al respecto. No obstante,  las principales causas de estrés laboral son las siguientes:

  • Obligación de adaptarse a un horario rígido.
  • Realización de tareas rutinarias y poco creativas.
  • No alcanzar las expectativas profesionales.
  • Dificultades en las relaciones con los compañeros de trabajo o con los superiores.
  • Largos desplazamientos desde la vivienda hasta el lugar de trabajo.
  • Malas condiciones ambientales para el desarrollo del trabajo.
  • Personas que puntúan alto en la dimensión de Neuroticismo.
  • Hacer frente a esfuerzos excesivos o poco habituales.
  • Trabajar bajo una intensa presión.

Por otra parte, debido a las dificultades y sufrimiento que genera el estrés laboral, los psicólogos han señalado una serie claves para intentar abordar este problema desde sus primeras manifestaciones y sin que llegue a suponer una limitación importante para el sujeto. De hecho, estos son algunos de los aspectos a tener en cuenta a la hora de afrontar el estrés en el ámbito laboral:

  • Evitar una acumulación de tensión que provoque desequilibrios, ya proceda dicha tensión del mundo exterior o de la propia esfera psíquica.
  • Encontrar sentido a las tareas realizadas en el puesto de trabajo.
  • Pensar en retos y oportunidades, no en problemas.
  • Tener un buen descanso. Dormir entre 7 – 8 horas al día.
  • Realizar actividades dentro de la empresa para socializar.
  • Plantearse objetivos realistas y controlar las expectativas.
  • Evitar que la tendencia perfeccionista se convierta en una obsesión.
  • Desarrollar el discernimiento y la lucidez mental para comprender que no se puede atender a las exigencias laborales o sociales a expensas de la salud psíquica o física.
  • Asumir los fracasos sin desesperanza.
  • Evitar la actitud de estar siempre alerta para agradar y demostrar algo a los otros o a nosotros mismos.
  • Entrenarse psicologicamente para evitar la dispersión innecesaria de energías en el trabajo.
  • Evitar las culpabilizaciones cuando algo sale mal.
  • Afrontar la crítica como una oportunidad para aprender de los errores cometidos y mejorar.
  • Poner los medios necesarios para estar en armonía y así poder resistir mejor y superar los factores estresantes que no dependen del sujeto y que no se pueden controlar.
  • Realizar ejercicio de manera habitual para canalizar las emociones negativas y tensiones acumuladas.
  • Proporcionar a la mente el equilibrio necesario. Para ello puede ser importante la realización de ejercicios introspectivos e incluso la meditación, con la finalidad de que la persona llegue a conocerse mejor a sí misma.

Es conveniente destacar que el estrés no aparece de un momento para otro, sino que constituye un proceso que va desarrollándose de manera progresiva a través de síntomas tales como irritabilidad, descontento, malhumor, falta de energía o demotivación. Además, el estrés laboral también da lugar a problemas físicos de diversa índole, ya que es frecuente  que las personas estresadas intenten dejar su trabajo y, al no poder hacerlo porque necesitan los medios económicos para vivir, sufran graves alteraciones psíquicas que pueden dar lugar a trastornos psicosomáticos y a dañar, además, la esfera física del propio sujeto. Por tanto, si el problema de estrés laboral se prolonga excesivamente en el tiempo, es muy intenso,  limita mucho al individuo o le genera un deterioro significativo en su vida cotidiana, es conveniente contactar con un psicólogo para intentar abordar la problemática desde un punto de vista terapéutico.

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El Trastorno Límite de la Personalidad

Posted on 19/03/2013 por clicpsicologos
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El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) también denominado Borderline, se define fundamentalmente como un desorden de la personalidad caracterizado por inestabilidad emocional, pensamiento extremadamente polarizado y dicotómico y relaciones interpersonales caóticas. El perfil global del trastorno también incluye  una inestabilidad generalizada del estado de ánimo, de la autoimagen y de la conducta, así como del sentido de identidad. Este trastorno se incluye en el DSM-IV dentro del grupo de trastornos de la personalidad denominados dramático – emocionales, siendo el más común de los trastornos de la personalidad.

El origen del TLP suele atribuirse fundamentalmente a causas genéticas y relacionadas con la producción de serotonina, es decir, la hormona del placer en el cerebro. No obstante, los factores culturales y sociales también juegan un importante papel a la hora de determinar la personalidad y comportamiento de este tipo de sujetos.

Los sujetos que padecen este trastorno suelen ser muy sensibles a las circunstancias ambientales, experimentando intensos temores a ser abandonados. Esta situación está relacionada con su falta de tolerancia a la soledad, mostrando un deseo extremo de estar acompañados. Estos individuos muestran fuertes reacciones ante una separación temporal o ante cambios inesperados en los planes. De hecho, este tipo de reacciones pueden llegar a ser extremas y autodestructivas, llevando a comportamientos tales como autolesiones e intentos de suicidio. No obstante, y a diferencia de los que sucede con las personas que tienen depresión, las personas con TLP suelen tener más actos de tipo parasuicida y autolesiones y menos intentos graves de suicidio. De manera que juegan más con este tipo de conductas de forma que suelen aparecer como llamadas de atención o manipulaciones, lo cual no significa que no hayan de ser tenidas en cuenta y ser abordadas lo antes posible en la terapia. Con frecuencia, estos comportamientos se muestran por los temores de separación característicos de este trastorno, o en situaciones en las que se desprenda la expectativa de verse obligados a asumir una mayor responsabilidad.

Las personas que presentan un TLP tienden a presentar un patrón de relaciones marcadamente inestables e intensas, con frecuentes idealizaciones en los momentos iniciales, lo que les lleva a compartir rápidamente sus intimidades con otras personas. Sin embargo, este comportamiento no es mantenido en el tiempo, y en múltiples ocasiones se produce  un giro radical hacia la devaluación del sujeto, sobre todo cuando consideran que éste no les da todo el tiempo, atención y afecto que merecen. De este modo, sus interacciones están marcadas por la posibilidad de recibir del otro y cuando alguna de sus expectativas es incumplida, pasan del ensalzamiento al ataque cruel del sujeto elegido. Por consiguiente en la mayor parte de las relaciones que establecen los sujetos con TLP, subyace un comportamiento manipulador.

Otra de las características del TLP es la tendencia a presentar cambios bruscos en la autoimagen, así como impulsividad en áreas potencialmente   peligrosas, tales como consumo de sustancias estupefacientes, prácticas sexuales de riesgo, conducción temeraria, juego…

Los sujetos con TLP también suelen expresar una alta reactividad en su estado de ánimo, sobre todo frente al estrés interpersonal, teniendo con frecuencia problemas para controlar sus expresiones. Dicho estado de ánimo puede ser interrumpido por períodos de ira, desesperación o angustia, a los que se suma un sentimiento crónico de vacío, así como de maldad y culpa por sus expresiones. Durante los períodos de estrés extremo pueden presentar ideaciones paranoides transitorias o síntomas disociativos, sin que sean merecedores de diagnóstico adicional. Así mismo, algunos sujetos incluidos en este trastorno pueden presentar síntomas característicos de las Psicosis, entre los que destacan las alucinaciones.

El Trastorno Límite de Personalidad es más frecuente en mujeres que en hombres y suele manifestarse al inicio de la edad adulta, cursando con un patrón de inestabilidad crónica en ese momento, con episodios de grave descontrol afectivo e impulsividad, y alta frecuencia de uso de los servicios sociales y de salud. Por lo general, las conductas más graves asociadas a este trastorno, como los intentos de suicidio y conductas autolesivas, tienden a desaparecer con la edad y las personas con TLP van logrando una mayor estabilidad en sus relaciones sociales y ámbito laboral en torno a la cuarta y quinta décadas de la vida. En este sentido, el TLP constiuye un trastorno complejo y difícil de abordar a nivel terapéutico, siendo las siguientes modalidades terapéuticas las más utilizadas y las que han ofrecido resultados más esperanzadores: Psicoterapia, Terapia Cognitivo –  Conductual, Terapia Dialéctico – Conductual, Psicoanálisis, Terapia Cognitivo – analítica y la combinación de Psicoterapia y Farmacoterapia.

Para finalizar y a modo de curiosidad, destacar que diversos analistas, entre los que destaca el Psicólogo Borwin Bandelow hallaron rasgos de TLP en diversos personajes históricos y personalidades a partir del estudio de sus datos biográficos. En efecto, personajes tales como César Borgia, Jim Morrison,  Juana de Arco, Sid Vicious y Diana Spencer, entre otros, presentaban según estos autores, características propias del Trastorno Límite de la Personalidad.

 

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Qué es el asco

Posted on 24/10/2012 por clicpsicologos
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La emoción de asco, aversión o repugnancia ha sido reconocida como una emoción básica desde el pionero trabajo de Darwin. Se considera como una emoción básica porque  una expresión universal también innata, un único estado motivacional – afectivo y un patrón de respuesta asociado que es relativamente estable a lo largo de distintas situaciones, culturas e incluso especies. De forma semejante a otras emociones básicas, los psicólogos han reconocido las siguientes características en la emoción de asco:

  • Una expresión facial concreta.
  • Una conducta específica, que consiste en el distanciamiento  del objeto o situación que la produce.
  • Una manifestación fisiológica distintiva, que se expresa a través de la náusea.
  • Una sensación característica, que se denomina repulsión.

En el sentido más general del término, el asco define una marcada aversión producida por algo que la persona que lo experimenta considera como fuertemente desagradable o repugnante. Por tanto, el asco es la respuesta emocional causada por la repugnancia que se tiene a alguna cosa o por una impresión desagradable causada por algo. Se trata de una emoción compleja, que implica una respuesta de rechazo hacia un determinado objeto en base a sus características desagradables, hacia un acontecimiento psicológico determinado o hacia valores morales que la persona considera como repugnantes y poco éticos.

Determinados estudios realizados desde el ámbito de la Psicología han conseguido aislar una serie de elementos y factores que dan lugar a la emoción de asco. Entre dichos elementos, destacan los siguientes:

  • Ciertos alimentos tales como la comida putrefacta o maloliente.
  • Las secreciones corporales como las heces, saliva, flemas, etc…
  • Ciertos animales o bichos como cucarachas, piojos, gusanos, ratas, etc…
  • Algunas conductas sexuales inapropiadas como la zoofilia, el incesto, etc…
  • El contacto con cuerpos muertos.
  • Trozos corporales, tales como miembros seccionados, deformidades, vísceras, heridas y sangre.
  • La falta de higiene y los contactos potenciales con objetos que producen repugnancia como la ropa usada, manchas, restos de alimentos, etc…

Así pues, los desencadenantes del asco son los estímulos desagradables potencialmente peligrosos o molestos, como por ejemplo la comida descompuesta, los olores corporales o la contaminación ambiental. También producen reacción de asco una amplia gama sensorial de estímulos condicionados aversivos, mientras que los estímulos incondicionados suelen ser olfativos o gustativos. No obstante, conviene destacar que existen importantes diferencias individuales en cuanto a la sensibilidad para experimentar la emoción de asco.

En cuanto a las funciones de esta emoción, la más significativa es la función adaptativa, ya que prepara al organismo para que ejecute eficazmente un rechazo de las condiciones ambientales potencialmente dañinas, movilizando la energía necesaria para ello y dirigiendo la conducta al alejamiento del estímulo desencadenante. De este modo, parece evidente que el asco tiene como finalidad funcional potenciar los hábitos saludables, higiénicos y, en última instancia, adaptativos. Para ello, estimula la generación de respuestas de escape o evitación de situaciones desagradables o que se presenten como potencialmente dañinas para la salud. En este sentido, numerosos estudios han puesto de manifiesto que la emoción de asco tuvo una importancia transcendental en las vidas de nuestros antepasados, debido fundamentalmente a la presión de las enfermedades infecciosas y su influencia en la supervivencia.

Otra de las funciones principales de esta emoción es la función social, facilitando la aparición de las conductas apropiadas. Con este objetivo, la expresión de asco permite a los demás predecir el comportamiento asociado con esta emoción, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Así, por ejemplo, si en el transcurso de una comida el primero que prueba un plato pone cara de asco, previene inmediatamente al resto de los comensales. Por tanto dicha emoción facilita la interacción social y controla la conducta de los demás, permitiendo la comunicación de estados afectivos asociados y promoviendo conductas prosociales.

Finalmente conviene señalar una vertiente muy negativa del asco y es que también ha sido utilizado como un mecanismo de control social. Así, desde determinadas instancias, se ha llegado a sugerir que el asco interpersonal se encuentra en la base del trato discriminatorio a otras personas en base a su apariencia física, sexualidad, estatus social o raza. De este modo, resulta evidente que el asco juega un importante papel en los juicios morales y en la violencia étnica.

A modo de conclusión, se puede afirmar que el asco tiene metas y tendencias de acción, así como pensamientos y sentimientos, que son claramente distintivos. La función motivacional central es la de potenciar los hábitos saludables, higiénicos y adaptativos. De hecho, se ha llegado a conceptualizar el asco como un rechazo de nuestra naturaleza animal, a la vez que como una suerte de motor de la evolución de la civilización.

 

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Salud mental y deporte

Posted on 04/10/2012 por clicpsicologos
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El ejercicio físico constituye una práctica social directamente relacionada con la evolución de los niveles de vida económico y social a lo largo del tiempo. Por tanto, el papel que cumple esta actividad o ejercicio físico se ha modificado con el paso del tiempo. De hecho, en sus inicios tenía un carácter muy funcional, bien en relación con la preparación para la guerra, bien como parte de la preparación para el desempeño laboral. Actualmente, la práctica de ejercicio físico pretende cosas diferentes, teniendo como principales objetivos la consecución de bienestar físico y psicológico, el conocimiento y dominio del propio cuerpo, la ampliación de posibilidades individuales, la consecución de objetivos formativos y educativos y de modo más global la contribución a la formación integral del sujeto.

Por otra parte, los efectos beneficiosos, tanto físicos como psicológicos, que se derivan de la práctica de actividades físicas – deportivas son múltiples. Entre ellos destacan los siguientes:

  • Incremento de la capacidad cardiorrespiratoria y muscular.
  • Aumento del nivel de endorfinas y opiáceos.
  • Control del peso corporal.
  • Mejora del tono muscular.
  • Mejora de la líbido y la satisfacción sexual.
  • Reducción del estrés.
  • Reducción del sedentarismo.
  • Aumento de las habilidades de autocontrol.
  • Mejora del estado de ánimo.
  • Aumento de la red de apoyo social.
  • Aumento de la autoestima.

En conjunto, la práctica de actividad deportiva constituye una actividad lo suficientemente saludable como para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considere como una de las áreas básicas de actuación en su documento sobre la salud para todos. No obstante, un aspecto que se debe tener muy en cuenta es que la actividad física y deportiva debe estar adecuadamente enfocada, dirigida y controlada, de cara a evitar potenciales efectos adversos tales como la adicción a la actividad física en detrimento de otros valores, la extrema competitividad, el carácter de trabajo obligatorio autoimpuesto, la presencia de violencia o la ausencia de diversión y disfrute.

En relación a lo anterior, una de las áreas que más se ha ocupado de la relación entre la actividad física y la salud mental ha sido la Psicología de la Motivación. De hecho, los psicólogos motivacionales han realizado numerosos estudios y aportaciones con la finalidad de conseguir que el deporte y la actividad física sirvan como instrumentos de integración social y como medios para la salud física y psíquica de los individuos.

En cuanto a la utilización del deporte como recurso terapéutico, lo cierto es que suele funcionar muy bien como actividad complementaria a diversos tratamientos psicológicos o como medio para prevenir algunos problemas de carácter psicosocial. En este sentido, el deporte resulta beneficioso en situaciones problemáticas de tipo pasivo y de efectos individuales, tales como los hábitos sedentarios, las dolencias cardíacas, el estrés, la ansiedad y la depresión. Pero además, la actividad deportiva también constituye un apoyo terapéutico en situaciones que pueden tener un efecto directo más allá de la propia persona, como son las adicciones o las conductas delictivas. De este modo, las posibilidades como apoyo terapéutico del deporte han sido muy eficaces en la rehabilitación de sujetos drogodependientes. De hecho, uno de los efectos más evidentes de la drogadicción es el deterioro físico de la persona y de sus capacidades perceptivo – motrices. En este sentido, una adecuada preparación físico – deportiva contribuye a la recuperación orgánica del individuo y a la producción de efectos positivos a nivel psicológico, mejorando la autoimagen, aumentando la sensación de bienestar y  favoreciendo aspectos psicosociales tales como el cumplimiento de normas de convivencia y de relación.

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Psicología y alimentación

Posted on 19/09/2012 por clicpsicologos
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A la hora de abordar la relación entre la salud mental y la alimentación, conviene tener en cuenta que actualmente  los actos de comer y beber no sólo representan una conducta biológica destinada a la supervivencia, sino que son actos que tienen en conjunto un gran significado social y cultural.

Los psicólogos han puesto de manifiesto que debido a la gran carga simbólica de la conducta de comer, ésta puede servir de vehículo de expresión de múltiples enfermedades. De hecho, dicha conducta anómala puede encontrarse con relativa frecuencia en diversos trastornos de la alimentación que no dependen de una perturbación directa de los mecanismos neurofisiológicos del hambre y la sed, sino que son recursos expresivos mediante los cuales el individuo pone de manifiesto sus disconformidades con el ambiente y sus problemas afectivos. En ciertos casos, el trastorno alimentario constituye un síntoma, aislado o no, de un trastorno de la personalidad del individuo o de alguna función de su vida psíquica. Estos trastornos en la alimentación, fáciles de entender si se considera la importancia de las comidas dentro de la vida de relación de la persona, pueden ser la expresión de diversos sentimientos, inadaptación, conflictos y ansiedad. En efecto, se ha constatado que en los estados de depresión hay una mayor tendencia a la anorexia, mientras que en los estados de ansiedad, pueden producirse los mismos síntomas o, por el contrario, presentarse conductas impulsivas y abusivas respecto a la comida, como un intento de olvidar la sensación de ansiedad.

Las personas que viven en armonía y que están adaptadas a las tensiones de su ambiente suelen presentar unas reacciones normales a las sensaciones de hambre y sed, sin caer en trastornos por exceso o defecto y manteniendo una pautas de alimentación saludables.

Por otra parte, los efectos psicológicos que produce la ingesta de determinados alimentos, condiciona en gran medida las pautas alimentarias de las personas,  siendo estos efectos diferentes en función de las preferencias y características de personalidad de cada individuo.

A pesar de que los efectos psicológicos de los alimentos han sido mucho menos estudiados que los efectos físicos, en realidad tienen una importancia fundamental y de hecho muchas dietas suelen abandonarse más por razones psicológicas que de cualquier otro tipo.

Como norma general, los alimentos que le gustan a una determinada persona suelen producir la liberación de beta – endorfinas y ayudan a mejorar el estado de ánimo. No obstante, si esos alimentos que le gustan a una persona determinada, no debe tomarlos por problemas de salud o por estar realizando algún tipo de dieta, en ese caso los sentimientos de culpa que experimenta la persona pueden contrarrestar el efecto positivo, siendo esta situación más frecuente en mujeres que en hombres. En este sentido, la mayor parte de los psicólogos coinciden en que lo más saludable es olvidarse de esos sentimientos de culpa, mediante una ingesta moderada y saludable de las comidas que nos gustan, adaptándonos así a las necesidades y gustos de cada uno.

Los efectos psicológicos de los alimentos presentan una gran carga subjetiva, que se ve reforzada por el hecho de que un determinado alimento gusta más o menos a una determinada persona, además de por sus propiedades organolépticas (sabor, olor, aspecto…), por otros factores como las experiencias previas con ese alimento, circunstancias sociales que lo acompañan y otro tipo de factores personales. Un hallazgo importante tiene que ver con el diferente tipo de asociación establecido por hombres y mujeres ante el consumo de determinados tipos de alimentos con elevada carga calórica y que suelen denominarse comidas prohibidas. En este sentido, los hombres tienden a relacionar este tipo de alimentos con situaciones y momentos de hambre, mientras que para las mujeres tienen más que ver con situaciones negativas, como aburrimiento o estrés.

A la luz de los estudios realizados al respecto, se puede concluir que no es conveniente establecer estrategias de alimentación generalizadas (dietas, menús…) e iguales para todos, ya que las estrategias individualizadas son mucho más efectivas a la hora de atender y cubrir las preferencias, necesidades, evolución y condiciones particulares de cada individuo.

Finalmente, conviene destacar que se ha constatado la existencia de una serie de alimentos muy útiles para el buen funcionamiento y mantenimiento de un óptimo nivel de actividad cerebral. Entre los alimentos que ayudan a mantener un cerebro saludable destacan los siguientes:

  • Arándanos: los arándanos ayudan a proteger el cerebro del estrés oxidativo y pueden reducir los efectos de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el Alzheimer o la demencia. Los estudios indican también que una dieta rica en arándanos incrementa de forma significativa la capacidad de aprendizaje y las habilidades motoras a pesar del envejecemiento, pudiendo compararse mentalmente a otros cerebros más jóvenes.
  • Salmón salvaje: el salmón es rico en ácidos grasos esenciales omega-3. Estos ácidos grasos son fundamentales para la función cerebral y se encuentran también en otros pescados grasos.
  • Frutos secos y semillas: los frutos secos y las semillas son una buena fuente de vitamina E. Unos niveles elevados de esta vitamina dan lugar a un menor deterioro cognitivo durante el envejecimiento.
  • Aguacates: son tan buenos como los arándanos para la salud cerebral. Además contienen grasas monoinsaturadas, lo que contribuye a mantener una circulación sanguínea saludable. Los aguacates también disminuyen la tensión arterial y, puesto que la hipertensión es un factor de riesgo para el deterioro de las capacidades cognitivas, una tensión arterial más baja ayuda a potenciar la salud cerebral.
  • Cereales integrales: los cereales integrales como la avena, el pan integral y el arroz integral pueden reducir el riesgo de cardiopatía. Si se mejora la salud cardiovascular, se potencia el buen funcionamiento del organismo, lo que incluye el cerebro.
  • Legumbres: las judías estabilizan los niveles de glucosa (azúcar en sangre). El cerebro utiliza la glucosa como combustible y, puesto que no puede almacenarla, depende de un aporte de energía continuado. Por tanto, las judías pueden proporcionar esta energía continuada a partir de la estabilización de los niveles de glucosa.
  • Granada: proporciona unos potentes beneficios antioxidantes, que protegen el cerebro del daño causado por los radicales libres. Otras frutas cítricas y vegetales poseen también importantes propiedades antioxidantes.
  • Té recién preparado: dos o tres tazas al día de té recién preparado contienen una modesta cantidad de cafeína que, consumida en moderación, puede potenciar la capacidad cerebral mejorando la memoria y la atención.
  • Chocolate puro: tiene importantes propiedades antioxidantes y además contiene varios estimulantes naturales que mejoran la atención y la concentración. Además, estimula la producción de endorfinas, lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo.

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Qué es la sorpresa

Posted on 17/09/2012 por clicpsicologos
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La sorpresa es sin duda una de las emociones básicas más singulares. De hecho, como primera muestra de su singularidad, cabe destacar la polémica existente entre los psicólogos actuales acerca de sus connotaciones de emoción básica, llegando incluso a cuestionar que se trate de una auténtica emoción. No obstante, son mucho más numerosos los criterios y los autores que sí la incluyen entre las emociones básicas.

Otra singularidad de la emoción de sorpresa proviene de su tono hedónico, ya que aunque anecdóticamente se ha considerado a la sorpresa como una emoción positiva, en realidad se trata de una reacción emocional neutra, que no puede ser clasificada en base a su afecto positivo o negativo, como agradable o desagradable. Por tanto, su singularidad es la de ser la única emoción carente de tono hedónico. Sin embargo, este aspecto no la descalifica como emoción básica, ya que el tono hedónico emocional, además de su polaridad, tiene una gradación, y esta última no sólo depende del tipo de emoción, sino de la intensidad con la que se dispare en cada situación. En este punto conviene hacer una aclaración importante, y es que afecto positivo y afecto negativo no son los dos extremos de un mismo continuo, sino que son sistemas afectivos diferentes y parcialmente independientes entre sí. En efecto, se trata de dos dimensiones unipolares, una positiva y otra negativa, en cuyo punto de intersección se sitúa la sorpresa.

Una última característica propia de la sorpresa viene dada por el hecho de ser la emoción más breve de cuantas existen. De este modo, esta emoción se produce de forma súbita ante una situación novedosa o extraña, y desaparece con la misma rapidez con la que apareció. Además, suele dar lugar, también de un modo muy rápido, a la aparición de otras emociones, en concreto la que sea más congruente con la situación estimular desencadenante de la sorpresa.

De esta manera, se puede definir la sorpresa como una emoción singular, que se caracteriza por su reacción ante algo imprevisto o extraño, y, como consecuencia de ello, la atención, la memoria de trabajo y en general todos los procesos psicológicos se dedican a procesar la estimulación responsable de esta reacción. Las principales condiciones elicitadoras de esta emoción son las siguientes:

  • En general, los estímulos novedosos, de una intensidad entre débil o, como mucho, moderada.
  • La aparición de acontecimientos inesperados o fuera de contexto.
  • Los aumentos bruscos en la intensidad de la estimulación.
  • La interrupción inesperada o el corte de una actividad en curso.

En cuanto a las funciones de la sorpresa, tal y como ocurre con la mayoría de las emociones básicas, las funciones adaptativas son las que juegan un papel más prominente. Así, la sorpresa facilita la aparición de una reacción emocional y conductual apropiadas ante situaciones novedosas. Para ello, elimina las actividades residuales en el sistema nervioso central, que pueden interferir con la reacción apropiada ante las nuevas exigencias de la situación. De este modo, produce el bloqueo de otras actividades y la concentración de esfuerzos en el análisis del evento sorprendente o inesperado, que es mayor cuando las condiciones tienen una alta relevancia motivacional.

La función social de la sorpresa se logra mediante sus claros mecanismos de expresión, que comunican a los demás la situación de incertidumbre y, por tanto, permiten adecuar su comportamiento a dicha condición.

Por último, la función motivacional de la sorpresa se corresponde con una reacción afectiva que cumple el papel de valoración de la situación. Por tanto, se trata de una primera valoración automática de la situación en términos de si es congruente motivacionalmente o no para el organismo. Se trata de una valoración muy rápida, que se corresponde con una especie de respuesta de orientación, y que es predominantemente afectiva y no consciente. Dicha respuesta de orientación comprende un proceso fisiológico – cognitivo de respuesta emocional de curiosidad o aceptación de los estímulos del entorno, preparando al organismo para su recepción y análisis. Así, la sorpresa está asociada a un incremento en la sensibilidad de los órganos sensoriales y a una reducción de los umbrales perceptivos, para aumentar y optimizar la receptividad del organismo, así como para activar los niveles centrales de análisis.

Finalmente, destacar una frase que acuñó el poeta y novelista italiano Cesare Pavese, refiriéndose a las connotaciones positivas y al carácter adaptativo de la sorpresa:

“La sorpresa es el móvil de cada descubrimiento”

 

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Agresión y violencia en la sociedad

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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La agresión puede ser definida como cualquier forma de conducta dirigida a dañar o perjudicar a otro ser vivo. A partir de esta definición, que incluye una amplia variedad de comportamientos interpersonales, grupales y sociales, se puede diferenciar entre dos tipos de conducta agresiva:

  • La agresión afectiva, que se refiere a la agresión cometida con el fin último de causar un daño.
  • La agresión instrumental, en la que la conducta agresiva supone un medio para obtener una meta u objetivo, siendo el daño un aspecto secundario de la finalidad.

Teniendo en cuenta la clasificación anterior, se puede afirmar que en la vida cotidiana, lo más frecuente es que se produzca una convergencia entre ambas motivaciones, ya que se agrede tanto por el deseo de hacer daño como por la expectativa de que este comportamiento permitirá lograr algún resultado o ventaja.

La violencia y la agresión son fenómenos que tradicionalmente han interesado a los psicólogos y a los científicos sociales de diferentes ámbitos. En este sentido, el interés en analizar estas variables se ha ido renovando permanentemente, a medida que a lo largo de los años, o al comparar sociedades coetáneas, se detectan diferencias en el predominio de unas formas de agresión u otras.

A lo largo de las últimas décadas el estudio de la agresión está marcado por un profundo interés en transformar la sociedad, de tal forma que contribuya al desarrollo  de una cultura de la paz en la que la justicia, la igualdad y la ausencia de humillación prevalezcan sobre otras formas de cultura que pueden fomentar la agresividad. Desde estas perspectivas no se plantea tanto la extinción de los comportamientos agresivos como la creación de una sociedad que aliente comportamientos alternativos.

La conducta agresiva en determinadas circunstancias es adaptativa y, en cualquier caso, constituye un elemento normal del repertorio de conductas del ser humano. Por tanto la conducta agresiva no necesariamente supone una manifestación de anomalías. De hecho, este tipo de conductas están muy influidas por dos factores inherentes a cualquier sociedad. Por un lado se considera que las conductas agresivas son susceptibles de adquirirse y mantenerse a través del aprendizaje social. Por otro lado, se ha demostrado que la cultura regula el uso de la agresión a través de las normas sociales, lo que explica las grandes diferencias que existen entre las distintas culturas en las tendencias a manifestar agresión en la propia sociedad y en sus relaciones con otras sociedades y culturas.

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El Trastorno de Estrés Postraumático

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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El trastorno de estrés postraumático (TEP) es un trastorno de conducta que suele presentarse ante eventos especialmente estresantes para los seres humanos. Los principales eventos que pueden generar la aparición del trastorno de estrés postraumático son haber padecido o haber sido testigo de una agresión física o de una amenaza para la vida de uno mismo o de otra persona. Normalmente dichos acontecimientos suelen generar en la persona intensas respuestas de miedo, horror o indefensión.

La mayor parte de los psicólogos coinciden en señalar que los síntomas del TEP consisten básicamente en la reexperimentación del suceso traumático, la evitación conductual y cognitiva de los estímulos asociados a dicho suceso y la hiperactivación fisiológica. Generalmente dichos síntomas se manifiestan cierto tiempo después de la situación traumática y suelen conllevar una gran interferencia  en el funcionamiento social y laboral, arrastrando a la persona a una súbita pérdida de interés por las cosas que anteriormente le resultaban agradables, tanto desde el punto de vista lúdico como interpersonal. Además, dicho trastorno suele producir un cierto embotamiento afectivo en la persona. Por tanto y atendiendo a la descripción de estos síntomas resulta evidente la inclusión de este cuadro clínico dentro de los denominados trastornos de ansiedad.

Los resultados de las investigaciones refieren que el  trastorno de estrés postraumático suele manifestarse tras catástrofes naturales o tras accidentes. No obstante los síntomas más complicados se presentan en ex militares que han participado en conflictos armados y en personas adultas que han sido abusadas sexualmente en la infancia. En tales casos, suelen aparecer síntomas específicos como amnesias selectivas y fenómenos disociativos.

Por último, y desde una perspectiva predictiva, señalar que dicho trastorno puede tener una evolución positiva en la que desaparece por completo la sintomatología, o bien puede convertirse en algo crónico que acompaña a la persona durante el resto de su vida. En cualquier caso, la evolución positiva o negativa de este trastorno está muy relacionada con la existencia de algún trastorno psicopatológico previo, así como de la intensidad y gravedad de los estresores y del apoyo psicológico y social recibido durante y después del trauma.

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El efecto halo

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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Lo que se conoce en psicología como efecto halo es un atajo frecuente de la percepción humana, que consiste en valorar a las personas a partir de un rasgo sobresaliente, positivo o negativo, y generalizar a partir de esa primera impresión hacia características que posiblemente nada tienen que ver. Por tanto, conviene conocer este mecanismo evolutivo, ser conscientes de su poder para tratar de evitar errores perceptivos y en general ser más precisos y libres a la hora de realizar valoraciones o juicios.

Aunque ya se encontraba en la sabiduría popular, los primeros estudios oficiales sobre este sesgo cognitivo los realizó el psicólogo estadounidense Eduard Thorndike, quién en 1920 evidenció su influencia estudiando la opinión de oficiales sobre sus subordinados. Sin embargo, según parece, los asesores de Nixon no tuvieron en cuenta el mismo a la hora de planificar la campaña electoral de 1960, lo que le supuso perder la presidencia de EE.UU. frente al televisivo Kennedy.

Tradicionalmente, la publicidad se ha aprovechado de este sesgo y lo ha explotado al máximo, afectando al consumo, a la política, al arte, a la moda, etc. Además de la tendencia a valorar a las personas por la imagen, el efecto halo también supone asociar las características de un producto sobresaliente con la imagen de la marca. Por ello, cuando se descubre un nuevo e interesante producto que tiene buena acogida, las compañías los asocian lo máximo posible a su marca, ya que esta vinculación realza las bondades del resto de productos (de forma irracional) y se disparan las ventas.

El efecto halo también tiene su contrapartida y se conoce en psicología como efecto halo negativo o “devil effect” al fenómeno de atribuir características negativas a las personas por su imagen o a las marcas por alguno de sus productos. Debido a este fenómeno nos sorprende tanto la incongruencia del aspecto físico y el talento, y cuando se combinan estos dos componentes salta la noticia como si fuera algo inaudito.

Resumiendo: “la primera impresión es la que cuenta”. Hay que conocer el efecto halo y saber aprovechar sus  ventajas, por ejemplo, a la hora de acudir a una entrevista de trabajo, pero al mismo tiempo hay que esforzarse por filtrar la información y defendernos de este sesgo cuando tenemos que realizar un juicio, ya sea a la hora de elegir pareja o al realizar pequeñas compras.

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El Trastorno Narcisista

Posted on 05/09/2012 por clicpsicologos
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El Narcisismo supone una alusión al mito de Narciso, es decir, amor a la imagen de sí mismo. De hecho, según la mitología griega, al ir a beber a un arroyo, Narciso se fascinó enormemente por la belleza de su propio reflejo en el agua, sin atreverse a beber por miedo a dañarlo e incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente murió contemplando su reflejo y la flor que lleva su nombre creció en el lugar de su muerte.

El concepto de Narcisismo fue introducido en el ámbito de la Psicología a partir del Psicoanálisis de Sigmund Freud, con su obra “Introducción del Narcisismo”. No obstante este término ha ido evolucionando y en la actualidad los psicólogos lo emplean para referirse a una serie de rasgos propios de la personalidad normal que, sin embargo, también puede aparecer como una forma patológica extrema en determinados trastornos de la personalidad, tales como el Trastorno Narcisista de la Personalidad. 

Con respecto al Trastorno Narcisista de la Personalidad, se engloba dentro de los denominados trastornos de la personalidad, que se manifiestan como patrones permanentes e inflexibles de experiencia interna y de comportamiento, que se apartan de las expectativas de la cultura del sujeto, que son estables a lo largo del tiempo y que le generan diversos malestares o perjuicios al individuo o a los que le rodean. La característica esencial del Trastorno Narcisista es que se manifiesta en el sujeto como un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y una marcada falta de empatía para con las demás personas. Los sujetos con este trastorno tienden a sobrevalorar sus capacidades y exagerar sus conocimientos y cualidades, con lo que habitualmente suelen ser percibidos como excesivamente orgullosos o presuntuosos. Este trastorno suele manifestarse durante la adolescencia, siendo más frecuente en hombres que en mujeres.

El área de las relaciones interpersonales se encuentra profundamente afectada en los sujetos que padecen un Trastorno Narcisista de la Personalidad, ya que tienden a creerse únicos y superiores a las personas que les rodean, necesitando un continuo reconocimiento por parte de los demás para sentirse satisfechos. Además, estos sujetos suelen pensar que sólo les pueden comprender o que sólo pueden relacionarse con otras personas especiales o de alto status. 

Otra característica de los sujetos que padecen un Trastorno Narcisista de la Personalidad es su marcada falta de empatía. En este sentido, es frecuente que presenten dificultades a la hora de reconocer e interpretar los sentimientos y emociones de los demás, mostrando en todo momento comportamientos arrogantes, soberbios y centrados única y exclusivamente en sí mismos. Además, a pesar de que los sujetos que padecen este trastorno demandan continuamente la atención de las personas que les rodean, lo cierto es que su autoestima suele ser bastante frágil. De hecho, aunque tal vez no lo demuestren abiertamente, las críticas pueden obsesionar en exceso a estos sujetos, haciendo que se sientan humillados, degradados, hundidos y vacíos. De este modo, dichas experiencias suelen conducir al retraimiento social o a una apariencia de humildad que puede enmascarar y proteger la grandiosidad. Por tanto, las relaciones interepersonales están habitualmente dañadas, debido fundamentalmente a los problemas derivados de su necesidad de admiración y de la relativa falta de interés por la sensibilidad de los demás.  

Finalmente, destacar que los rasgos de personalidad narcisistas son bastante frecuentes, apareciendo incluso en sujetos que han conseguido éxito y prosperidad en sus vidas. No obstante, estos rasgos sólo constituyen un Trastorno Narcisista de la Personalidad cuando son inflexibles, desadaptativos y persistentes, ocasionando un deterioro funcional significativo o malestar subjetivo en el individuo.

 

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