El trastorno de estrés postraumático (TEP) es un trastorno de conducta que suele presentarse ante eventos especialmente estresantes para los seres humanos. Los principales eventos que pueden generar la aparición del trastorno de estrés postraumático son haber padecido o haber sido testigo de una agresión física o de una amenaza para la vida de uno mismo o de otra persona. Normalmente dichos acontecimientos suelen generar en la persona intensas respuestas de miedo, horror o indefensión.
La mayor parte de los psicólogos coinciden en señalar que los síntomas del TEP consisten básicamente en la reexperimentación del suceso traumático, la evitación conductual y cognitiva de los estímulos asociados a dicho suceso y la hiperactivación fisiológica. Generalmente dichos síntomas se manifiestan cierto tiempo después de la situación traumática y suelen conllevar una gran interferencia en el funcionamiento social y laboral, arrastrando a la persona a una súbita pérdida de interés por las cosas que anteriormente le resultaban agradables, tanto desde el punto de vista lúdico como interpersonal. Además, dicho trastorno suele producir un cierto embotamiento afectivo en la persona. Por tanto y atendiendo a la descripción de estos síntomas resulta evidente la inclusión de este cuadro clínico dentro de los denominados trastornos de ansiedad.
Los resultados de las investigaciones refieren que el trastorno de estrés postraumático suele manifestarse tras catástrofes naturales o tras accidentes. No obstante los síntomas más complicados se presentan en ex militares que han participado en conflictos armados y en personas adultas que han sido abusadas sexualmente en la infancia. En tales casos, suelen aparecer síntomas específicos como amnesias selectivas y fenómenos disociativos.
Por último, y desde una perspectiva predictiva, señalar que dicho trastorno puede tener una evolución positiva en la que desaparece por completo la sintomatología, o bien puede convertirse en algo crónico que acompaña a la persona durante el resto de su vida. En cualquier caso, la evolución positiva o negativa de este trastorno está muy relacionada con la existencia de algún trastorno psicopatológico previo, así como de la intensidad y gravedad de los estresores y del apoyo psicológico y social recibido durante y después del trauma.