Los estereotipos de género constituyen un tema de actualidad y ampliamente estudiado por los psicólogos. Pueden definirse como un conjunto de creencias compartidas socialmente acerca de las características que poseen hombres y mujeres, que se suelen aplicar de forma indiscriminada a todos los miembros de uno de estos grupos.
El estereotipo femenino suele estar compuesto por creencias tales como que las mujeres son emocionales, débiles, sumisas, dependientes, comprensivas, cariñosas y sensibles a las necesidades de los demás. No obstante, esto no quiere decir que en realidad lo sean, tan sólo que tienden a ser percibidas de este modo. Por otra parte, según el estereotipo masculino, los hombres son duros, atléticos, dominantes, egoístas, agresivos, competitivos y con tendencia al liderazgo. Sin embargo, esto tampoco se corresponde necesariamente con la realidad, sino que se trata de una percepción generalizada.
Algunas explicaciones sobre el origen de los estereotipos de género destacan su importante función de justificación y mantenimiento del status quo. Por tanto los estereotipos sirven para regular la sociedad y asignar a cada miembro de ella su papel, contribuyendo a mantener el status quo y las relaciones de poder.
Asimismo, los estereotipos de género responden a la necesidad de encontrar una explicación psicológica a los hechos sociales. De este modo, se tiende a racionalizar las relaciones injustas entre hombres y mujeres aludiendo a diferencias en determinadas características que conforman el estereotipo, justificando con ello la existencia de las conductas discriminatorias. Por ejemplo ante la pregunta “¿Por qué hay tan pocas mujeres directivas?, una posible respuesta estereotipada sería la siguiente: “porque carecen de las cualidades que se requieren para desempeñar estos puestos”.
Los estereotipos de género, al igual que el resto de los estereotipos, simplifican el procesamiento de la información a través de la categorización, lo que posibilita una evaluación rápida sobre una persona, grupo o situación. Sin embargo, y aunque este aspecto pudiera parecer positivo a simple vista, lo cierto es que el hecho de no tener en cuenta las características individuales suele derivar en interpretaciones sesgadas e imprecisas, dando lugar a situaciones extremadamente negativas en las que se justifican y legitiman actitudes discriminatorias y sexistas hacia las mujeres.
Por último destacar que los estereotipos de género también actúan en detrimento de los hombres, si bien su impacto suele ser menor, debido sobre todo a la tendencia estereotipada de atribuir a las mujeres un papel subordinado en la sociedad, que ha ocasionado que sean objeto de discriminación en mayor medida.
Enhorabuena por el artículo,
desgraciadamente, me siento identificada con algunas situaciones donde los estereotipos se utilizan en situaciones injustas.
Melb.
Muy buen articulo, la tendencia a mantener el statu quo puede explicar ese techo de cristal que sigue afectando a las mujeres. También les afecta que socialmente se las sigue asociando a la casa, a la familia, más que al trabajo fuera y tienen que renunciar por la presión social (e institucional) cuando tienen la posibilidad de escalar en el trabajo, aunque estén tan capacitadas o más que los hombres para muchas tareas de dirección.